Primera parte | 10 SEP 08

Eutanasia: elementos para un debate bioético

La palabra eutanasia viene del griego eu, que significa bueno, y thanatos, que quiere decir muerte, es decir, la buena muerte.
Autor/a: Asunción Álvarez, profesora del Depto. de Salud Mental de la Fac. de Medicina de UNAM Vol. V/ Num. 9 / JUNIO/ 2008
INDICE:  1. Desarrollo | 2. Desarrollo
Desarrollo

Sin duda, pensar y hablar de eutanasia es difícil y delicado, pero también necesario. Afortunadamente, en nuestro país empieza a darse un debate para decidir si es conveniente legalizar esta práctica. Si bien el tema se ha revisado en el ámbito académico desde hace algunos años, apenas en los dos últimos años ha acaparado la atención de la mayor parte de la sociedad. Han sido diversos los factores que han contribuido a esto.

Por un lado, hace dos años tuvimos la oportunidad de ver algunas películas extranjeras en las que los personajes pedían ayuda para morir porque consideraban indigna su condición y se encontraban incapacitados para quitarse la vida por sí mismos. La película más importante fue Mar adentro, que contaba la historia de Ramón Sampedro, un español que quedó tetrapléjico como consecuencia de un accidente y vivió así por 30 años sin obtener del Estado la autorización para recibir la ayuda que necesitaba para morir como quería. Finalmente, una amiga le facilitó una bebida con cianuro que él ingirió con un popote y pasados veinte minutos murió en medio de grandes dolores.

Antes de volverse un suceso tan conocido, la lucha de este hombre por conseguir la eutanasia acaparó la atención de los medios, sobre todo de su país. Desde entonces, en diferentes lugares del mundo han surgido casos como el de Ramón Sampedro. Así, son varias las personas que han solicitado el permiso judicial para recibir la ayuda que necesitan para terminar con su vida o que hacen pública su decisión de suicidarse para poner fin a una existencia que consideran sin sentido. Todas ellas contribuyen a reabrir o avivar el debate sobre la muerte médicamente asistida en sus respectivas naciones.

En México, no hemos tenido conocimiento, a través de los medios, de casos relacionados con la muerte médicamente asistida, ni de pacientes que solicitan la autorización judicial para que se les provoque la muerte, ni de personas perseguidas penalmente por haber dado esa ayuda a algún conocido o familiar. Esto no significa que aquí no se aplique la eutanasia, sino que se hace de manera clandestina, lo cual, a su vez, implica que sólo algunos individuos tienen la posibilidad de recibir la ayuda que desean porque tienen la confianza y la suerte de contar con alguien con los conocimientos médicos requeridos. También presupone que otros enfermos, que quieren adelantar su muerte, se ven obligados a enfrentar el final de su vida en medio de una gran soledad para evitar a otros el riesgo de verse inculpados.

Mi impresión es que resulta poco probable que en México el debate avance, a diferencia de lo que ha sucedido en otros países a través del conocimiento de casos de pacientes que solicitan o defienden públicamente su derecho a decidir el final de su vida. Sin embargo, no cabe duda que somos sensibles a las experiencias que viven las personas en otros lugares porque en el fondo sabemos que cualquiera de nosotros puede estar en una situación en la que el sufrimiento nos haga ver a la muerte como la mejor solución.

Por otro lado, en los últimos tres años han aparecido en nuestro país distintas iniciativas de ley para despenalizar la eutanasia. Dos de ellas no prosperaron, pero actualmente hay otras dos que se están discutiendo. Estas iniciativas también han contribuido a que el tema esté en la mesa de discusión, lo cual me parece muy positivo porque es importante que la sociedad opine sobre el tema, y antes que eso, que lo entienda, lo que implica distinguir qué es y qué no es la eutanasia.

Definición

Antes de abordar los elementos del debate bioético de la eutanasia, me parece imprescindible empezar por definir la práctica para tener claro qué vamos a entender por eutanasia y otras formas de muerte médicamente asistida. Esto es especialmente necesario si se toma en cuenta que estamos ante un término que significa cosas muy diferentes entre las personas y que se ha utilizado de diversas maneras a través de la historia.1 Propongo la siguiente definición de eutanasia: es el acto o procedimiento, por parte de un médico, para producir la muerte de un paciente, sin dolor y a petición de éste, para terminar con su sufrimiento.

Por supuesto, existen otras definiciones de eutanasia y a cada país corresponde definir claramente las acciones que decide aprobar y prohibir. La definición que propongo se inspira en la que se utiliza en los Países Bajos en el sentido de ser muy específica. Desde que se despenalizó la eutanasia en este lugar (lo que sucedió en 1984; se legalizó en 2002), fue necesario establecer muy claramente los límites de lo que podía permitirse legalmente, de manera que se requirió de mucha precisión al definir la práctica.

Esta definición excluye muchas acciones con las que, equivocadamente, se confunde la eutanasia. Resulta inexacto llamar así a una acción que provoca la muerte si la persona que la realiza no es un médico, si el individuo que muere no padece una enfermedad o una condición médica que le provoque un sufrimiento intolerable, si la acción que causa la muerte va acompañada de dolor y, sobre todo, si la muerte no se produce en respuesta a la solicitud de quien fallece.

La eutanasia también está aprobada legalmente en Bélgica. En el estado de Oregon, Estados Unidos, lo que está permitido es el suicidio médicamente asistido. Esto significa que un médico puede ayudar a morir a un paciente, pero sólo proporcionándole una prescripción de una dosis letal de medicamentos que el enfermo debe tomar por sí mismo y se prohíbe la presencia del médico para ayudarlo.2

En los Países Bajos no hay una diferencia entre estas dos prácticas, ni desde el punto de vista ético ni desde el punto de vista legal. El paciente elige la modalidad de ayuda que desee y si opta por el suicidio asistido –a diferencia de lo que sucede en Oregon– el médico debe estar presente para ayudar al enfermo si éste lo requiere.

Es interesante señalar que detrás de estas diferencias en la forma en que se lleva a cabo la muerte médicamente asistida en los Países Bajos y en Oregon hay características culturales que influyen al determinar a qué dar más valor: si a la solidaridad del médico o a la autonomía del paciente, aun cuando ambos elementos estén presentes en las dos modalidades. Por tal razón, las implicaciones de la distinción entre eutanasia y suicidio médicamente asistido tendrán que formar parte del amplio debate que empieza a darse en México. Si se decide que la muerte médicamente asistida debe permitirse legalmente, surgen varias preguntas: ¿debería permitirse una forma exclusivamente o las dos?, ¿permitir sólo el suicidio médicamente asistido, por ejemplo, como hace Oregon, en donde se considera fundamental que la última acción que causa la muerte la produzca la misma persona que muere?, ¿o nos inclinaríamos a pensar que una vez que un médico está dispuesto a dar una ayuda tan especial debe estar presente hasta el final como lo piensan en los Países Bajos?

 

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