Un nuevo libro de Paula Sibilia | 06 AGO 08

"La intimidad como espectáculo"

Exhibición, confesiones y subjetividad en la era de Internet. ¿Cuál es el límite entre la vida privada y la pública?
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La inclusión digital

Entrevista Paula Sibilia publicada en ADN Cultura

Por Leonardo Tarifeño
De la Redacción de
LA NACION

En La intimidad como espectáculo (FCE), la argentina Paula Sibilia escribió uno de los mejores ensayos sobre el pánico al anonimato que parece recorrer la sociedad contemporánea. Personas que no dejan secretos por contar en sus blogs , desconocidos que se hacen famosos por convertir su vida cotidiana en un programa televisivo y escritores que narran sus historias en una primera persona que se confunde con la vida del autor formarían parte de una nueva sociedad, que para Sibilia es inseparable de "la economía, la política, los deseos y la moral en el capitalismo posindustrial". Por eso, según ella, no se debería ver a la cultura digital como la principal enemiga de la cultura letrada. Sencillamente, se trata del sustrato donde florece el Yo contemporáneo, el tipo de subjetividad que exige el mundo actual, "tan necesaria y diferente como la que necesitaba la cultura letrada constituida a partir del siglo XIX".


-¿Por qué un libro sobre el Yo contemporáneo empieza y termina con Nietzsche?

-Bueno, la verdad es que mientras releía Ecce Homo se me ocurrió que ahí había una pista interesante para comparar lo que decía Nietzsche con lo que sucede ahora. Frente a esa suma de exaltaciones, que en su momento fueron tachadas de megalómanas, excéntricas y superyoicas, pensé si eso se podía comparar con lo que pasa hoy en día, sobre todo en Internet y en los medios, es decir, la presunta exaltación del Yo y el triunfo de la megalomanía, ya definitivamente legitimada. "¿Ganó la apuesta de Nietzsche?", me pregunté...

-¿Y a qué conclusión llegó?

-A que no triunfó. Hay una diferencia, y por eso empecé y cerré con Nietzsche. Al libro lo atraviesa la comparación con el siglo XIX porque es un momento en el que se constituye un Yo muy definido. Hoy, ese Yo, al que llamo homo psychologicus, no ha desaparecido, está muy presente en nosotros. Sin embargo, se encuentra en mutación. La subjetividad del homo psychologicus se está transformando en otra que se construye a partir de las apariencias, de aquello que se ve, y no tanto de una esencia oculta y misteriosa, a ser descifrada constantemente.

-¿En el Yo contemporáneo sólo hay megalomanía? ¿La sociabilidad que permite Internet no plantea una alternativa?

-Hay toda una serie de discursos que hablan de Internet. El periodismo, la academia y hasta el sentido común describen la Red como el escenario democrático por excelencia: cualquiera puede acceder a una discusión, la sociabilidad es alta y uno entra en contacto con gente de todo el mundo. Yo no niego eso, que por supuesto tiene su dosis de verdad; lo que me interesa es ver qué otras cosas pasan, además de eso. Qué tan democrática y sociable es, y qué tipo de sociabilidad se produce dentro y fuera de ella, como en los talk shows y reality shows .

-¿Y cómo describiría esa forma de sociabilidad?

-Lo que está claro es que se trata de una sociabilidad dirigida a afirmar el Yo. Por ejemplo, los comentarios en un blog , o en los fotologs , son fundamentales. El blog no es un monólogo, como era el diario íntimo, ni un diálogo consigo mismo. No es un diálogo con la interioridad, no es ese tipo de sujeto el que escribe un blog . Se trata de un diálogo hacia afuera, dirigido a los otros; por lo tanto, aquellos que ven esa pantalla escrita confirman que uno existe, que el narrador, autor y personaje de ese medio, producto u obra autobiográfica y autorreferente existe. En una cultura de la visibilidad, o "sociedad del espectáculo", como la llamó Guy Debord hace 40 años, uno es lo que se ve. Entonces, esa presencia ajena en las pantallas hace que el sujeto que se muestra sea real, le da un plus de realidad. ¿Por qué? Porque se ve, se muestra y sabe cómo hacerlo. Los otros tienen que verlo; eso es parte de la definición del blog y demás obras virtuales. No es como el diario íntimo, tiene un sentido completamente distinto.

-¿El Yo no necesita siempre al otro?

-Sí, ésa no es ninguna novedad, es algo histórico. Lo novedoso es que la subjetividad contemporánea necesita desesperadamente de la mirada del otro. El Yo burgués, del siglo XIX, también la necesitaba, pero no para confirmar su existencia. Tiene, o tenía, otras referencias capaces de concederle existencia y legitimarlo: su interioridad, su historia, su sentido, su reflexión sobre el sentido y todo un ejercicio introspectivo para el cual la literatura, la lectura y la escritura son fundamentales. Se trata de la cultura letrada.

-Al haber cambiado la subjetividad, ¿la cultura letrada termina por pertenecer a otra época?

-La subjetividad que se conformó en el siglo XIX era útil en ese contexto histórico. Se construyó en función de esos intereses, que por cierto no son los actuales. Ese cambio invalida la pregunta sobre qué es mejor o peor; el contexto histórico es diferente, por lo tanto las respuestas también deben serlo. Aquella cultura era compatible con ese mundo, del mismo modo que no es compatible con el nuestro.

-¿Cómo ejemplificaría esa transición?

-Creo que el mayor ejemplo es el síndrome de déficit de atención e hiperactividad que padecen muchos niños de hoy. Los chicos conviven -o los obligan a convivir- con las dos culturas de una manera muy rígida. Por un lado, crecen con todos los fenómenos vertiginosos de Internet; por el otro, llegan a la escuela y ahí los tienen cinco horas concentrados en otro universo, como si estuvieran en el siglo XIX, y les dicen: "ahora leés, ahora escribís, ahora prestás atención y te concentrás " Bueno, obviamente, eso es incompatible con esa otra realidad. Tienen que desenvolverse en dos mundos que corresponden a dos escenarios culturales cuyas subjetividades son muy diferentes.

 

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