"La verdad y otras mentiras" | 23 JUL 08

Una niña pequeña con unas alas enormes

¿Quién decide cuándo una vida es corta o es larga?
Fuente: IntraMed 


"El tipo maduró pronto
y se pudrió bien temprano,
un barro que asfixia esa anguila
es la salvajada"
J. C. Solari

Lara tiene 14 años y está descerebrada. Un mezcla mortífera de estimulantes y ketamina más una buena dosis de “gomazos” en el lomo que le aplicaron en la comisaría del menor. Terapia de resocialización en manos de una tropa de primates. No tiene opciones, está virtualmente muerta. Hoy leí su cuerpo como un jeroglífico de tatuajes mientras su novio me descifraba el significado de cada uno. Como en las paredes de un templo hindú estaban allí los íconos de sus pasiones púberes. Una galería de amores enanos e imposibles -como casi todos-, triviales y falsos pero que la sostuvieron el corto tiempo en que el mundo la maltrató hasta matarla. Pude ver al “Diego” sobre su omóplato derecho, al “Che” en el izquierdo, las cadenas de “Oktubre” en el brazo, una serpiente horrible justo donde termina el hombro, una mujer -desconocida para mí, pero que se llama Gilda- entre sus dos pechos incipientes, dos enormes alas de pájaro que le nacían desde los omóplatos

El pibe le trajo un par de zapatillas nuevas, impecables. Por lo que intuyo, robadas. Me preguntó si podía ponérselas y lo hizo. Dijo que ella siempre las quiso y que ahora ya las tiene y que nunca es tarde…y todas esas cosas. Me pidió permiso para besarla como si fuese de mi propiedad. Se quitó sus auriculares y se los colocó a ella. Puso el reproductor debajo de la almohada y apretó play: “se lo grabé anoche: Intoxicados y la Agrupación Marylin, le va a gustar”. Pensé que se trataba de un diagnóstico y de un grupo de ayuda mutua pero no me animé a preguntar. Luego lo saqué del hospital acostado en el asiento trasero de mi auto porque, según me explicó, "el poli de la puerta me anda buscando por unas pendejadas". Se bajó en la esquina. Caminó unos pocos pasos y volvió. Se asomó a través de la ventanilla y me dijo casi al oído: "Muy pronto me tendrás a mí en esa cama, pero no habrá nadie que me venga a ver. Guardame una de las zapatillas y me la ponés cuando me toque. Así cuando yo también me vaya adonde sea que nos mande la muerte nos buscaremos mirándonos los pies". Le prometí hacerlo y le pedí que se cuide. Lloraba. Entendí que yo no entendía muchas cosas.

Hace apenas unos minutos me despedí de ella. Apreté su mano helada y la retuve unos segundos. Le acaricié la frente. Sequé un hilo de baba blanca que se escurría desde su boca. Bajé su párpado izquierdo parcialmente abierto que desnudaba un ojo inútil. Le hablé sin mover los labios para que pueda escucharme.

¡No puedo hacerlo chiquita! Nunca pude. Ya sé que estamos prolongando este vacío. Ya sé que tus catorce años han clavado los frenos en esta estación. No te enojes. Son siglos los que me atan las manos. Secretos imperativos que me llegan desde el fondo de los tiempos. Yo no creo en ellos, pero me mandan. Tendrás que hacerlo vos. Otra vez estarás sola, pero será la última. Yo seré tu nave escolta. Orbitaré alrededor tuyo como un satélite inútil, absurdo, que gira en la noche eterna del espacio buscando el final. Haré lo que pueda. Puras pequeñeces.

 

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