Potencia la inteligencia verbal, la lectura y la escritura | 11 MAY 08

Lactancia materna

La leche materna constituye un alimento prácticamente inimitable, tanto por sus componentes como por su facilidad de absorción. Los pediatras subrayan que el biberón no logra aportar los mismos beneficios, ya que se desconoce cuáles son exactamente los elementos relacionados con el intelecto.
MARÍA SANCHEZ-MONGE


Los pediatras cuentan con un argumento más para recomendar la lactancia materna a las mamás: un estudio acaba de confirmar que potencia la inteligencia. Los datos de más de 14.000 niños muestran que el Cociente Intelectual (CI) de los que fueron amamantados durante un periodo prolongado es hasta seis puntos más elevado que el de los que recibieron leche humana durante poco tiempo o fueron alimentados con fórmulas artificiales.

¿Qué tiene este alimento para ser tan completo? Contiene los nutrientes necesarios y en la cantidad adecuada. Pero no sólo cuenta el qué, sino también el cómo. La lactancia natural permite establecer un vínculo afectivo perfecto entre la madre y su hijo.

El trabajo, publicado esta semana en Archives of General Psychiatry, no ofrece una explicación causal de los resultados obtenidos. No obstante, los autores señalan que no se puede descartar el poderoso efecto estimulador del intelecto que propicia el acto de dar el pecho. Además, recuerdan los beneficios de ciertos nutrientes muy abundantes en el líquido materno, entre los que destacan los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga. Estos componentes son esenciales para el desarrollo cerebral. ¿Cuál de los dos factores influye más sobre la inteligencia? Pediatras y neurólogos aportan opiniones para todos los gustos.

El estudio publicado por el equipo liderado por Michael Kramer, del Hospital Pediátrico Universitario de Montreal (Canadá), es el análisis más exhaustivo realizado hasta la fecha sobre la relación entre la lactancia materna y el desarrollo cognitivo. No sólo porque se base en el seguimiento de casi 14.000 niños -criados en Bielorrusia-, sino porque se ha efectuado de forma aleatorizada.

La mayoría de los trabajos anteriores eran de carácter observacional, es decir, se limitaban a medir, en un momento determinado, el CI de los niños y a preguntar a sus progenitores por el tipo de alimentación que habían recibido. En cambio, en este último los investigadores crearon dos grupos desde el principio para observar sus diferencias con el tiempo. Con los conocimientos actuales sobre los beneficios de la leche humana, no resultaría ético dar este alimento a un conjunto de bebés y al otro fórmulas lácteas artificiales. Por eso, seleccionaron al azar a las madres que entrarían a formar parte de un programa de fomento de la lactancia natural y dejaron al resto que decidiesen por su cuenta cómo nutrir a sus vástagos.

La iniciativa de promoción de la alimentación materna surtió efecto y condujo a un alargamiento del periodo durante el cual fueron amamantados los niños. A los tres meses de edad, el 43,3% de los críos seguía con esta dieta de forma exclusiva, frente a tan sólo un 6,4% entre los hijos de mamás que no obtuvieron apoyo adicional.

Al cabo de seis años y medio se midió el CI de todos los infantes y se comprobó un incremento medio de 5,9 puntos entre los chavales que más leche materna habían consumido. Esta cifra ascendía a 7,5 puntos de diferencia cuando se medía la inteligencia verbal, si bien en la no verbal la distancia se acortaba a 2,9. Los investigadores pidieron a los profesores de todos y cada uno de los chavales que realizasen una evaluación de sus habilidades y, nuevamente, la lectura y la escritura fueron las actividades en las que se constató el mayor salto cualitativo.

Causas


Los responsables del trabajo piden cautela a la hora de interpretar este posible efecto selectivo relacionado con el lenguaje, ya que los mecanismos de control que utilizaron para descartar la influencia de factores como el nivel socioeconómico de los padres no muestran la misma solidez que en el caso de los valores totales de inteligencia.

Tampoco se inclinan claramente por ninguna de las explicaciones que pueden estar detrás del desarrollo cognitivo que propicia la lactancia. "Nuestro estudio no puede proporcionar ninguna información sobre el mecanismo biológico del efecto que hemos demostrado", ha explicado a SALUD Michael Kramer. En su artículo se limitan a apuntar que existen estudios sobre la importancia de los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga y del factor de crecimiento semejante a la insulina tipo 1 y que otra de las hipótesis se basa en los cambios psicológicos permanentes que fomenta el vínculo que se crea entre madre e hijo durante el amamantamiento, que podría ser esencial para una adecuada evolución del sistema nervioso.

Nadie ha dicho todavía la última palabra. Algunos expertos apuestan por el papel clave que juegan determinados nutrientes; otros creen que es mayor la influencia del factor emocional. Finalmente, también hay quien cree que la alimentación no tiene tanta relevancia cognitiva y lo esencial es estimular intelectualmente a los bebés, algo que también pude lograrse con el biberón.

Uno de los pediatras españoles que investigan los beneficios que proporcionan a los bebés los diferentes tipos de nutrientes es Pablo Sanjurjo, jefe de la Unidad de Metabolopatías del Hospital de Cruces de Barakaldo (Vizcaya). Aclara que, aunque se escapa de su campo de estudio, no desprecia la influencia de la relación psicoafectiva.

Aunque se ha estudiado el efecto neurológico de ciertos factores de crecimiento y hormonas, este especialista no duda en afirmar que los «candidatos más importantes son los ácidos grasos de cadena larga». De hecho, hace algunos meses se publicó un estudio que ahonda en las bases genéticas de su acción positiva. Los principales componentes de este tipo son el ácido araquidónico (AA), del grupo de los omega 6, y, sobre todo, el ácido docosahexaenoico (DHA), de los omega 3. Puesto que son esenciales para el desarrollo del cerebro y la retina y éste comienza durante la gestación, el pediatra apunta que "es fundamental que las embarazadas consuman cantidades suficientes de alimentos ricos en ellos, como el pescado azul".

El DHA actúa sobre el desarrollo cognitivo mediante varios mecanismos. Es un componente esencial de las membranas de las neuronas y de la retina -el niño aprende porque ve- e influye en todas sus funciones. Es fundamental para la sinapsis (proceso de comunicación de las neuronas) y modula la acción de neurotransmisores tan relevantes como la dopamina o la serotonina. Por eso, es preciso garantizar el suministro de estos ácidos grasos durante el periodo clave del desarrollo cerebral, es decir, al menos hasta los cinco años de edad.

Déficit nutricional

El pediatra se lamenta de que muchos niños españoles dejen de ser amamantados hacia los dos o tres meses. A partir de ese momento no se les suministran de forma inmediata cantidades suficientes de carne, huevo y pescado, por su alta capacidad de producir alergias. Por eso, calcula que, «durante al menos seis meses, más del 50% de los críos presenta un agujero en la ingesta directa de estos ácidos grasos». En cambio, si se mantiene la lactancia exclusiva por lo menos hasta los seis meses de edad, las cantidades necesarias de DHA y AA están garantizadas. Otra opción que propone es adelantar un poco la introducción del pescado y el huevo.

Los requerimientos de DHA también pueden proporcionarlos las fórmulas artificiales que contengan suplementos de estos ácidos grasos, pero hay que tener en cuenta que en estas últimas hay que añadir un poco más, ya que su absorción intestinal y su biodisponibilidad es un poco menor que en la leche natural.

En la actualidad es obligatorio complementar con estos nutrientes las leches maternizadas que consumen los bebés prematuro
 

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