"La verdad y otras mentiras" | 03 ABR 08

Nosotroslosmonos

A veces, un mínimo instante, te abre las puertas del cielo.
Fuente: IntraMed 

Bienvenido


Es tan bueno abrir la puerta de casa. Dejarme penetrar por esta atmósfera cargada de recuerdos. Hay acá un murmullo placentario. Una antigua música materna que te abriga del estremecimiento del mundo.

Atento, suspendido quien sabe donde, mi hijo mira un videoclip de Shakira en TV. Me sorprendió. Hasta hoy lo enfurecía descubrirme extasiado cada vez que yo coincidía con esas imágenes: “No lo puedo creer, no tenés explicación. Vas de Beethoven a Shakira. ¿Quién te entiende?”. Pero hoy se ha quedado capturado en sus caderas. Hoy la anatomía me ha relevado de las explicaciones fútiles.

Siento que cuando lo abandone este embrujo lo tendré más cerca . Lo estoy esperando. No le hablo. No me muevo. No respiro. No quiero perturbar la ceremonia. En un instante habrá recibido esa revelación maravillosa. Sabrá - desde ahora y para siempre - que el dios que nunca le hice ver está en esas caderas. Lo buscará durante el resto de sus días en cada pelvis de mujer que se le cruce por la vida. Lo encontrará -siempre- todas las veces. Porque ese dios es múltiple y se esconde en todas las mujeres. No me mira. Tiene la boca abierta y el cuello extendido. Estoy tan feliz. Ahora podrá por fin salirse de su madre. Comenzará a buscarla en cada mujer, que son la misma. Ella -que lo sabe todo sin que nadie se lo diga- sonríe como en una secreta despedida mientras le sirve la cena. Y me mira en silencio, entregándomelo.

Ahora será mi compañero. La próxima vez nos sentaremos juntos a disfrutar de este espectáculo. Sus ojos y los míos recorrerán el camino de la especie. La memoria intacta del mono que hemos sido.  Recibirá las llaves de la jaula donde lo tenemos cautivo. Y, cuando nadie lo vea, le abrirá las puertas. Ya no habrá preguntas imposibles. Entonces, sólo me restará una triste burocracia de hormonas y condones. El resto lo está haciendo ahora mismo esa mujer. Mañana viajaremos montados a lomo de sus muslos. Nos tomaremos de las manos para que no nos derribe con su vaivén animal. Bastarán unos instantes para saborear la miel de lo que no puede nombrarse. Comprenderá, como atravesado por un rayo, todo lo que no es. Y nos dispondremos a gozar como primates de esa sagrada diferencia. Aquí lo espero, mientras termina de nacer. ¡Bienvenido!

Daniel Flichtentrei
 

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