Uno no puede comprar la felicidad pero puede, al menos, heredarla. Esta es la conclusión de un estudio elaborado por un grupo de científicos británicos y australianos dirigido por el escocés Tim Bates, investigador de la Universidad de Edimburgo.
El trabajo parte del estudio de unos 1.000 pares de mellizos y gemelos y revela, por un lado, que los genes controlan la mitad de los rasgos de personalidad que hacen feliz a una persona y, por otro, que los factores ligados a las relaciones, la salud y la profesión son responsables del resto del bienestar personal.
"Encontramos que casi la mitad de las diferencias en la felicidad son genéticas," ha matizado Bates. Realmente es bastante sorprendente".
Sociable, estable, trabajador... feliz
Los investigadores preguntaron a los voluntarios, que tenían entre 25 y 75 años, sobre su personalidad: cuánto solían preocuparse y cuán satisfechos estaban con sus vidas.
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