Día del médico | 03 DIC 07

Ser médico ayer, hoy y mañana

Un texto exclusivo del Dr. Alberto Agrest -adelanto de su próximo libro- con opiniones de alto impacto respecto de las que nadie podrá permanecer indiferente.
Autor/a: IntraMed 
La figura del médico y su relevancia social

El fin de la medicina
Autor: Gonzalo Casino
gcasino@cardiel.net 

Sobre la reforma y la redefinición de la profesión médica

La medicina, tal y como se ha entendido durante más de dos milenios en Occidente, toca a su fin. La profesión médica, la figura del médico, la formación médica, el concepto mismo de medicina, con sus fines y sus límites, están ahora en un proceso de profunda transformación y redefinición. ¿Qué es hoy un médico? ¿Hasta dónde llegan sus funciones? El clínico, el investigador, el economista de la salud, el comunicador, el humanista, son algunos de los muchos rostros que conviven a menudo en una sola persona y que empiezan a querer individualizarse en profesionales diferentes.  En algunas otras profesiones ocurre algo semejante, pero quizá no de forma tan dramática y exigente como en medicina. El campo de conocimientos y habilidades de la medicina, aun ignorando los propios de las especialidades y superespecialidades clínicas, es ya demasiado amplio y diverso para que pueda abarcarlo una única profesión. Los estudios de medicina y cirugía, tal y como están ahora concebidos, difícilmente pueden satisfacer todas estas demandas, por lo que más pronto que tarde en el ámbito docente se acabará certificando la defunción de un modelo y se redefinirá la profesión médica.

La necesidad de armonizar las titulaciones universitarias en el espacio europeo puede precipitar las cosas. Del tronco común de la medicina podrían desgajarse como profesiones independientes la de clínico, la de investigador y la de economista o gerente  de la salud, o incluso la de humanista médico, entre otras posibles, que tendrían denominaciones y funciones bien diferenciadas y comunes en toda Europa. La Declaración de Bologna, firmada en 1999 por 29 países europeos, marca el objetivo de conseguir para 2010 un espacio europeo de educación superior que ponga orden y coherencia en los miles de estudios y titulaciones que imparten más de mil universidades europeas, y establezca un nuevo catálogo de títulos y profesiones más flexible y acorde con las necesidades sociales y del mercado de trabajo. La complejidad de este proceso, por la cantidad de variables implicadas y la diversidad de intereses en juego, hace ahora muy impredecible el saber cómo se configurará el espacio universitario europeo. Cada profesión tiene su propia historia y sus nuevos desafíos y complejidades, y la de médico está viviendo una profunda crisis por el nuevo papel que reclaman los enfermos, la globalización del saber médico, los aspectos éticos de las nuevas tecnologías y los condicionantes económicos, entre otros diversos factores.

El palpable malestar de muchos médicos tiene que ver con la pérdida del antiguo modelo paternalista y con todo este deslizamiento y acumulación de competencias. La medicina no se acaba, eso está claro, pero necesita redefinir su campo de acción y sus fronteras. Porque la salud es un territorio muy amplio para el médico y la medicina acapara quizá demasiado en el contexto interdisciplinar de las ciencias de la salud y las profesiones sanitarias.
 

¿Fin de la Medicina?  
Por: Arnoldo Kraus
 
No hay duda que la medicina clínica se encuentra amenazada. La gubernamental, por exceso en la demanda, por distribución inadecuada, por malos pagos a los doctores, por la pobreza de quienes la solicitan, por mentir demasiado -como el caso del IMSS, que suele aseverar que su medicina es óptima- porque aún no contamos con prevención universal, porque el nivel profesional es mediocre y porque prefiero un etcétera para mitigar la pena. El común denominador de tal panorama son los gobiernos posrevolucionarios, no las dependencias de salud: nunca han otorgado suficiente dinero para desarrollar este rubro. La medicina privada, porque tanto pacientes como doctores se han convertido en víctimas de las compañías de seguros, por apáticos, porque solemos copiar los vicios de la medicina estadunidense y porque en México los doctores carecen de presencia, tanto social como política. Me ocupo de la medicina privada. De su ocaso.
Como profesión, la medicina tiene -pronto será tenía- el privilegio de ser independiente. El paciente escoge a su médico, puede o no seguir el consejo del doctor, acudir o no al laboratorio que le sugiere, obtener la opinión de otro profesionista cuando se requiera y así sucesivamente. O bien, puede desoír todo consejo y obtener una segunda opinión para constatar la primera. También decide el momento de sus citas, si se opera o no u optar por determinado hospital. Todo, obviamente, bajo limitantes lógicas. La cuestión fundamental es la confianza, la empatía, el aprecio y la entrega mutua que aún suelen vivirse en la medicina del tercer mundo.

El galeno, por su parte, tiene la certeza de que atiende enfermos que lo buscan motu propio, que sus habilidades son suficientes para solicitar determinados exámenes de laboratorio o gabinete, que lo recetado es adecuado, que el médico a quien se refiere al enfermo es el correcto, que la hospitalización es indispensable y que ante la duda él mismo puede sugerir otra opinión. Lo anterior implica una preparación larga y estudio continuo. Implica también un arte que ni se inventa, ni se regala, ni se adquiere en poco tiempo: el de la relación médico-paciente. O el del cariño entrañable que le permite al paciente confiar sin cortapisas. No soslayo que la medicina privada se ha ensombrecido por conductas éticas inadecuadas, pero ante esa enfermedad médica, ante esa pequeña epidemia que asola a algunos galenos -posmoderna es buen término-, el enfermo puede, casi siempre, escoger otro camino.

En Estados Unidos, desde hace no poco tiempo, por incontables motivos que ahora no discuto, las compañías aseguradoras le "compraron" a los doctores su cartera de pacientes. Tal negocio, suponiendo que los enfermos son transferibles y objeto de venta, ofrecen beneficios para los profesionistas, pues amén de recibir una paga por su archivo, implica un salario anual seguro bajo la condición de atender cierto número de enfermos.

Esa transacción significaba que el doliente debía acudir con determinado médico y que este requería (casi) pedir permiso para un sinfín de situaciones obvias: interconsultas, recetas, hospitalizaciones. Con esto, los médicos dejaron de ser independientes y olvidaron su condición de persona. Sé que hay doctores estadounidenses descontentos con esta "nueva medicina", pero también sé que la "condición de persona" allende la frontera -a pesar del resurgimiento de la moral a partir de la señorita Lewinsky- difiere de la nuestra.

 

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