La enfermedad cardiovascular es la causa principal de morbimortalidad en los países desarrollados. En un mismo individuo pueden coexistir diferentes factores de riesgo cardiovascular. En los años 80, Reaven propuso la agrupación de determinados factores de riesgo metabólico y cardiovascular con una etiología aparentemente en común que conformaba el “síndrome X”. Esta causa se basaba en la resistencia a la insulina, que desempeña un papel importante en la enfermedad cardiovascular. Desde ese momento, fueron incluidas otras características para definir el síndrome metabólico (SM).
La primera definición de SM fue propuesta en 1999 por la Organización Mundial de la Salud. De acuerdo con esta definición, sus características principales eran la resistencia a la insulina, la hiperglucemia o ambas. Entre las demás características se incluyó la hipertensión, la dislipidemia, la obesidad central y la microalbuminuria. En 2001, el National Cholesterol Education Program (NCEP) propuso una nueva definición de SM en la que el metabolismo de la glucosa tenía una importancia similar al resto de los componentes.
Hasta el momento existen 6 definiciones de SM. Todas incluyen los criterios de obesidad central, hiperglucemia, dislipidemia e hipertensión pero difieren respecto de los requerimientos obligatorios y la inclusión de factores adicionales. Las diferencias de criterio y la existencia de múltiples definiciones provocaron la discusión sobre la existencia del SM como enfermedad real.
En un estudio se comparó la prevalencia de SM en una población de sujetos no diabéticos según todas las definiciones existentes. De acuerdo con los resultados, cada definición excluyó de manera arbitraria un grupo de pacientes incluidos en otra de las clasificaciones. En consecuencia, los grupos de pacientes no fueron consistentes. Esta arbitrariedad aumentó en 2001, cuando el NCEP abandonó la visión centrada en el metabolismo glucídico, con lo cual todos los criterios se tornaron igualmente importantes.
Los fundamentos para la agrupación de los factores de riesgo en el denominado SM es que los individuos con más de 2 criterios presentarían una morbimortalidad cardiovascular más elevada en comparación con los que sólo presentan 1 o 2 criterios. No obstante, esto no es así, dado que el valor predictivo de esta agrupación no es superior en comparación con el de sus componentes principales.
Si un único criterio tiene el mismo valor pronóstico en comparación con la agrupación de 3 criterios, la utilización del SM como entidad no tiene sentido. El hecho de que el agrupamiento no funcione mejor en comparación con las covariables aisladas se debería a la disminución del campo de interés. Esto se asocia con el aumento de la especificidad en detrimento de la sensibilidad y resulta en el exceso de falsos negativos. También deben tenerse en cuenta las características de la población evaluada. Por ejemplo, al considerar los ancianos, la hipertensión carece de potencia estadística dado que casi todos los individuos de este grupo son hipertensos. En consecuencia, el criterio se transforma en demasiado inclusivo.
Por último, recientemente se señaló que todos los criterios incluidos en la definición de SM son variables continuas. Es decir, su riesgo relativo aumenta en forma lineal en ausencia de un punto de corte. La dicotomía falsa de las variables de distribución continua provoca errores; esto, sumado a la inconstancia de criterios resulta en una clasificación inadecuada de los sujetos enfermos como sanos y viceversa. Por lo tanto, a medida que aumenta la flexibilidad de los criterios, se incrementa la prevalencia estimada de SM en la población general. Según los autores, es aconsejable emplear variables que presenten una relación curvilínea con el riesgo cardiovascular, lo que permite la identificación de puntos de inflexión claros para las variables involucradas en la evaluación del riesgo cardiovascular.