Invitación al sepelio de "Lamujerdemivida" | 24 OCT 07

Disparen sobre la cultura

Otra revista cultural cierra sus puertas confirmando la altísimia mortalidad de los productos culturales en nuestro medio.
Autor/a: Daniel Flichtentrei 
INDICE:  1. Un espejo donde no quisiéramos mirarnos | 2. Editoriales de su director
Editoriales de su director

EDITORIAL 
  
Por Ricardo Coler
 
Traición es una palabra que se usa fácil, excesivamente rápido y en demasiadas situaciones. Sos un traidor. Un traidor y punto. Artero, desleal e ingrato. Así que andate. De ahora en más, vos y yo no tenemos de que hablar. Sin embargo — y esto por supuesto no se dice— voy a dedicarme a pensar en vos. En lo que me hiciste. En cómo te creí. Vas a ser importante en mi vida.

Doy media vuelta y me voy. De tu lado queda lo peor y aquí, en la vereda de enfrente, donde casualmente me encuentro, lo más puro de la raza humana. Impotente es cierto, pero cubierto de nobleza por haber sido víctima de una traición.

Para resolver una situación complicada no está nada mal. Qué le voy a hacer, me traicionaron. Al menos eso me exime de cualquier tipo de culpa. Una rara combinación de salir maltrecho e ileso al mismo tiempo. Una forma de ver la vida como si se tratase de un juicio y estuviera desesperado por obtener una sola y única sentencia: inocente. Soy inocente. Nunca tengo nada que ver. Soy inocente.

Pero resulta que inocente fuera de tribunales tiene varios significados. Libre de culpa es uno, fácil de engañar otro. Y si soy fácil de engañar puedo estar libre de culpa pero no de responsabilidad. Entonces, ¿de qué soy responsable? ¿De confiar en los demás, de fiarme de los otros? No exactamente. Soy responsable de creer que nadie, bajo ninguna circunstancia, podría traicionar a alguien tan maravilloso como yo. Sólo un perverso sería capaz. Uno muy hábil. Uno que justo haya tenido la suerte de encontrar ese amor propio que tan distraído llevo dentro.

¿Entonces no existen los traidores? Por supuesto que sí. Pero no son tantos. Por más ofendidos que podamos sentirnos no es un título que debería entregarse tan fácil. Démosle el lugar que se merecen. No vale la pena juntarlos con los que, por ejemplo, nunca tuvieron el valor necesario para enfrentar lo que les pasaba, se quedaron callados y nunca más respondieron nuestros llamados.

En el amor jamás se traiciona. Por más empeño y voluntad que se ponga. No se traiciona ni aunque se quiera. O quizá justamente por eso. La traición de amor sigue siendo un tema del amor. El amor no tiene ninguna legalidad y a veces, lo que aparece como traición, es algo dedicado, con moñito y envuelto para regalo para quien tanto amamos.

Lo que sí se traiciona es a la pareja. La pareja funciona con acuerdos y dicen que los acuerdos están para cumplirlos. Esa es la desventaja. Para enamorarme no necesito la aprobación de nadie, ni que me acepten, ni que me correspondan. Pero para la pareja —si se quiere ser prolijo— hace falta al menos otra persona con la que pueda coincidir en algún punto. Por eso, si se sintió traicionada y continúa, nunca hay que creer que perdona del todo. Mucho menos que no le importa.

Los líderes pueden ser traicionados, los amos no tanto. Los amos dejan pocas salidas y una de ellas es la traición. Y ¿por qué no me lo dijiste de frente? Porque nunca estuvimos de frente. Y traicionar es culpa mía pero vivir en el cielo, haciéndome doler el cuello para poder mirarte, es culpa tuya. Pero atención, esto último es para reflexionar a solas, no sirve para justificarse en la realidad. En la realidad esto equivale a decir cualquier cosa.

Ser traicionado una vez no está del todo mal, en especial cuando pasa el tiempo y sirve para reubicarse en la vida. Dos es una señal de peligro. Tres es vicio.



EDITORIAL 
 
Para pensar no hace falta un cuerpo; para estar distraído, tampoco. Pero para desear, extrañar o sentirse satisfecho, sí. No es necesario el cuerpo para organizarse y menos para estar equivocado. Pero es imposible sorprenderse, amargarse o deleitarse si no se tiene uno.

Podemos reflexionar sobre cualquier cosa, sacar conclusiones maravillosas, incluso publicarlas. Pero si con lo que decimos no provocamos al menos una sensación, es porque a la carne, nunca le interesó la charla.

 

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