Parte III y parte IV | 07 NOV 07

El miedo no se domina, se ilumina

Hoy en día el miedo, como un fantasma poderoso, gravita sobre el mundo. Su poder va en aumento sin que veamos la manera de desactivarlo.

Parte III

Hoy en día el miedo, como un fantasma poderoso, gravita sobre el mundo. Su poder va en aumento sin que veamos la manera de desactivarlo.

La preocupación por nuestra seguridad personal superó con creces los niveles tolerables. El miedo se ha instalado en nosotros como un tóxico y comenzó a desencadenar enfermedades nerviosas como trastornos de ansiedad generalizada, o  ataques de pánico por mencionar sólo algunas cuestiones.

Quienes no adviertan con cuanta rapidez  el miedo produce cambios de conducta, estarán expuestos a entrar en estados de apatía y abulia precedidos o acompañados por un acentuado cansancio corporal: “¡la energía me dura sólo hasta el mediodía”, escuchamos decir tan a menudo.

Es importante comprender con qué recursos contamos para enfrentar nuestra angustia, es decir,  ¿cuanta cantidad de hilo tenemos en el carretel para manejarnos y cómo lo utilizaremos?, ¿Lo dejaremos ir desaprensivamente?,  ¿cederemos el hilo necesario para recogerlo después?, ¿O no cedemos nada y el hilo se corta?.

Cuando descubrimos las herramientas necesarias para funcionar saludablemente en el mundo y  al mismo tiempo tomamos conciencia de los obstáculos que nos alejan de la paz, es cuando podemos comenzar a tranquilizarnos. El miedo se instala en nosotros si estamos en penumbra. La falta de claridad nos produce confusión y su resultante es la angustia. Habitualmente creemos que tenemos que resolver por separado los distintos problemas generadores del miedo.  Pero esa tarea sería imposible, ya que iríamos por el camino equivocado.

Reconocer la causa de cada miedo en particular no soluciona los miedos. Superado alguno, aparecerían otros que sufriríamos de igual manera. Por ello es imprescindible esclarecer el tema y cambiar el enfoque.

El miedo en sí es una herramienta útil. Nos advierte o anticipa situaciones de peligro reales o imaginadas para que tomemos los recaudos necesarios. Es útil y manejable cuando no entramos en situaciones de pánico. No es necesario que nos esforcemos por desembarazarnos de todo el miedo sino de su exageración.

El miedo es un sistema en el que están implicados el tiempo psicológico, (tema ya tratado en notas anteriores), la palabra, es decir la artillería que empleo especialmente contra mí mismo, aunque también contra los otros, la identificación que me muestra la imagen que tengo de mí o de aquellos con los que me identifico, y  el pensamiento que junto con el tiempo psicológico me arrastra hacia pasados culposos o futuros amenazantes por la más atractiva autopista.

Por lo tanto, si mi seguridad-tranquilidad está puesta en las cosas exteriores o en su correlato interior, tendré que ver en primer lugar con qué imagen me identifico. Si me veo poderoso, me estoy identificando con alguno de los símbolos del poder, por ej: el dinero, puesto que él me otorga seguridad (poder económico). Si me veo como iracundo e intolerante, puedo justificarme diciendo "yo soy así", sin profundizar en lo que ocurre porque me da miedo. También puedo estar identificado con mis heridas infantiles reales o supuestas y considerarme una víctima cuando en realidad no lo soy, más aún, quizás sea el victimario.

A menudo expresamos un fuerte deseo de cambio. Estamos hartos de estar ansiosos, angustiados o panicosos. Pedimos la pastilla, las hay, que nos ayude y pulverice el miedo, pero nosotros seguimos igual.

Solamente cuando, cansados de estar cansados, perdamos el miedo a perder el miedo, comenzaremos a hacer algo serio para  entender lo que nos pasa.
En la próxima concluiremos con una vista general.

* * *

Parte IV

a) Descripción

Podemos descubrir progresivamente nuestros miedos a medida que les prestamos atención.
Habitualmente reconocemos con más facilidad aquellos que compartimos con otras personas que nuestros miedos individuales. Este es un aspecto que permite considerarnos semejantes.

Algunos de los miedos más generalizados son: miedo de no alcanzar la meta fijada, de no triunfar y de ese modo no obtener lo deseado. Miedo al abandono y sus consecuencias: el vacío y la soledad; miedo a la muerte. También podemos tener miedo a la autoridad o miedo de amar o de ser libres y veraces.  Miedo al dolor, la pena, el sufrimiento, a las enfermedades y a la decadencia.   Miedo a las pérdidas afectivas y materiales. Miedo de no ser nada. Miedo a la culpa y sus consecuencias. Miedo de perder la razón. Miedo de vernos como somos realmente. Como así mismo miedo al miedo y miedo de perder el miedo, entre los más habituales.

De muchos temores caemos en cuenta y de otros no tanto. Los que vemos con más prontitud nos llevarán asociativamente a descubrir de otros que no están tan al alcance de nuestra conciencia.

b) Conformación

El miedo posee una estructura única. El tratar de encontrar las causas de cada temor en particular, no nos conducirá más que a una momentánea tranquilización, pero no a un desarmado del laberinto del miedo. Es como cambiar una bombita de luz, sin arreglar el desperfecto. El problema se volverá a producir.

c) Personalidad falsa

¿Con que o con quién estamos identificados? ¿Cuál es nuestro personaje permanente? ¿ Con qué imagen nos comparamos y competimos?
Es interesante observar hasta qué punto estamos identificados con reglas, métodos, modos de vida, tradiciones, rituales, gurúes, caminos espirituales, creencias, filosofías, sufrimientos, supersticiones. Solemos identificarnos tanto con una pareja como con una determinada música o quizás una marca, un modelo e inclusive con actitudes como el despotismo o la minusvalía. Una falsa identidad nos captura y nos condiciona. Para des-cubrir nuestra verdadera esencia humana será elemental tener presentes esos aspectos.

Cuando –por ejemplo- nuestra identificación se tiñe de feminismo o de machismo, aunque no seamos concientes de ello, estaremos inhabilitados para comunicarnos con ecuanimidad. Es probable que nuestro objetivo sea sólo   ganar una discusión.
Sobre esta base de identidad falsa funcionamos.  Si no lo hiciéramos se generarían en nosotros incómodos sentimientos de miedo y culpa los cuales
se estructuran en diversos cuadros clínicos: ansiedad generalizada, ataques de pánico, fobias, depresión, trastornos psicosomáticos, inmunodepresión, etc.
Del mismo modo es una falacia hablar de libre albedrío en cuanto somos el resultado de todos los factores condicionantes mencionados.

 

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