Introducción
La hipótesis de que la siesta puede reducir el riesgo de enfermedad coronaria (EC) fue propuesta de acuerdo con pruebas ecológicas que indicaron que en los países en los que es un hábito –en particular, los de la cuenca mediterránea y América Latina–, las tasas de mortalidad debidas a coronariopatías son inferiores. Un estudio de casos y controles realizado en Grecia ya había aportado pruebas poco sustentables al respecto; lo mismo sucedió con otro ensayo similar realizado en Costa Rica. En ambos casos no se halló una relación inversamente proporcional entre la siesta y la mortalidad de causa cardiovascular y aun de otra etiología sino que, por el contrario, se informó sobre una asociación positiva o directamente proporcional. Sin embargo, al contrario de la somnolencia, que indica trastornos del sueño, estos estudios no cumplieron los criterios requeridos para evaluar el papel que la siesta desempeña en la mortalidad de causa coronaria entre individuos sanos.
Los estudios de casos y controles son de dudosa efectividad para investigar la EC porque las muertes súbitas no pueden ser incluidas en las series de casos. La actividad física es un factor importante de confusión porque está inversamente asociado con las coronariopatías y la correspondiente mortalidad; lo mismo sucede con la siesta. En estos estudios se encuentra disponible más información pero no se la ha detallado lo suficiente para reducir la posibilidad de confusión residual. La mayor parte de los ensayos de cohortes se realizaron con sujetos ancianos ya al momento de ser incorporados. Por lo tanto, con mayor probabilidad presentaban comorbilidades asociadas en forma directa con la frecuencia con la que duermen la siesta y la mortalidad global de causa coronaria.
Este hecho introduce un importante factor de confusión que vicia la asociación siesta-mortalidad por coronariopatía. Esta relación fue evaluada por los autores de este artículo en una cohorte de adultos griegos en quienes se consignó actividad física habitual, comorbilidades, factores de riesgo para mortalidad debida a causa coronaria y dieta. Además, evaluaron la asociación entre siesta y mortalidad por EC en sujetos jóvenes sanos que, al momento del estudio, trabajaban, se encontraban desocupados o integraban un grupo de retirados de la actividad laboral. No se incluyeron mujeres porque en Grecia, con frecuencia y a edad todavía relativamente temprana, optan por dedicarse a tareas domésticas en su propio hogar.
Metodología
Fueron incorporados 28 571 voluntarios entre 20 y 86 años, entre 1994 y 1999, de 10 países europeos. Se les preguntó si dormían siesta, la duración promedio y la frecuencia semanal; luego respondieron sobre la frecuencia con que participaban en actividades laborales y de ocio y, de acuerdo con la primera información, se calculó aproximadamente la energía consumida durante un día promedio. También se consignó información sobre la dieta, en particular si se seguían los hábitos de la cuenca mediterránea, ya que este régimen alimentario está asociado con mortalidad por varias causas, entre ellas, la EC. Asimismo, se registraron las características sociodemográficas, antropométricas y el estilo de vida de los participantes.
El 94% de la cohorte inicial fue seguida hasta diciembre de 2005. Luego de la exclusión por diferentes razones restaron para efectuar el análisis 23 681 sujetos, cuyo promedio de seguimiento fue de 6.32 años. Las causas de muerte de los fallecidos durante ese período se obtuvieron de los certificados de defunción correspondientes.
Resultados
Luego del control para potenciales factores de confusión y de la utilización de participantes que no dormían siesta como categoría de referencia, aquellos que sí lo hacían mostraron una tasa de mortalidad por causa coronaria de 0.66. Específicamente, los sujetos que dormían siesta ocasionalmente tenían mortalidad por causa coronaria de 12% por debajo, mientras que aquellos que lo hacían en forma regular, 37% menor. Entre los varones, la asociación inversa fue más intensa cuando el análisis se restringió a los que trabajaban al momento de realizarse el presente estudio.
Discusión
En esta cohorte numerosa, integrada por sujetos sin EC bajo tratamiento y carentes de enfermedad neoplásica conocida, se encontró que dormir la siesta estaba asociado con menor riesgo de mortalidad por causa coronaria. Esta situación se hizo particularmente evidente en hombres, entre quienes se produjeron 85 fallecimientos, y no tanto entre las mujeres, luego de 48 muertes debidas a EC. Los resultados en varones son destacables en el grupo de individuos laboralmente activos pero la asociación no fue significativa entre aquellos que estaban retirados, en particular en quienes habían dejado de trabajar mucho tiempo atrás.
Según los autores, los hallazgos indican que, entre los adultos sanos, la siesta podría reducir la mortalidad coronaria por sus efectos liberadores de las tensiones. Diversos estudios similares dieron lugar a resultados conflictivos para su interpretación debido a las siguientes razones: a) los individuos que duermen siesta al mediodía muestran menores niveles de actividad física, poderoso predictor inverso de EC, y b) los pacientes con coronariopatías o antecedentes de accidentes cerebrovasculares tienden a adoptar períodos de descanso durante el día, incluida la siesta, pero a la vez presentan mayor riesgo de morir por causa coronaria. Por lo tanto, para eliminar el sesgo y los factores de confusión, deben llevarse a cabo estudios prospectivos en los que puedan medirse las actividades físicas y se excluyan los individuos con comorbilidades como cardiopatías, enfermedades neoplásicas e insuficiencia cerebrovascular.
La siesta de la tarde podría afectar la mortalidad de causa coronaria de la siguiente forma: en el corto plazo, el despertar de la siesta tiene efectos similares a los del despertar matinal. La frecuencia cardíaca y la presión arterial aumentan de manera temporaria y también se producen cambios inducidos por factores humorales potencialmente trombogénicos. Quizá, estas modificaciones en el corto plazo aumenten la mortalidad coronaria o, por lo menos, debida a un ataque cardíaco. Pero, por otra parte, la siesta en un individuo sano puede comportarse como un gesto que libera las tensiones que, tanto a corto como largo plazo, producen efectos adversos de clara influencia sobre la mortalidad por EC.
Conclusiones
La siesta en individuos sanos está inversamente asociada con la mortalidad por causa coronaria, en especial en individuos laboralmente activos, concluyen los autores.