Industria cosmética | 04 JUL 07

Viaje a una fábrica de piel

Un laboratorio francés produce piel artificial para testar productos cosméticos.

Una directiva europea ha puesto fecha de caducidad a este tipo de ensayos en animales

ISABEL ESPIÑO

LYON (FRANCIA).- En el Renacimiento, Lyon se convirtió en la capital de la seda, primero, como almacén de los tejidos procedentes de Oriente y, en los siglos posteriores, como el gran fabricante europeo de estos hilados. Hoy en día, la ciudad francesa fabrica otro valioso tejido: una compañía del grupo L'Oréal produce pequeños fragmentos de piel artificial para testar cosméticos.

Las pruebas de champús, maquillajes o colonias en animales de laboratorio tienen los días contados. A la presión de los ecologistas, se ha unido desde hace dos años una directiva europea según la cual, a partir de 2009 y 2011 (dependiendo de los tests), ya no se podrán probar en animales los ingredientes de productos cosméticos u otras sustancias químicas, desde detergentes hasta pinturas.

La propia industria cosmética (un sector que en Europa produce cada año unos 5.000 millones de productos) es la primera interesada en las alternativas a los animales. Con los avances en el cultivo de tejidos, reconstruir la piel humana resultaba, cuando menos, el paso natural.

Inicialmente, "fue una idea muy revolucionaria, [pero] resultaba lógico, porque es el órgano sobre el que se aplican todos los productos cosméticos. Era interesante hacer pruebas sobre tejidos humanos que, aunque imperfectos, se asemejaban más a la realidad que la piel del animal", explica Patricia Pineau, directora de Comunicación del departamento de Investigación de L'Oréal. Desde hace más de tres lustros (1989), este grupo ya no prueba productos finales en animales. Los modelos matemáticos y las pieles reconstruidas han desplazado a los conejos de laboratorio.

La compañía fue la primera entidad privada en producir piel, a comienzos de los años 80, según expuso Jacques Leclaire, director de Life Sciences Research, de L'Oréal, en un encuentro con los medios de comunicación. Por entonces diversas instituciones académicas comenzaban a trabajar en el tema, pensando en el tratamiento de quemaduras graves. Dos de estos académicos, Michel Prunieras y Marcelle Régnier, ficharon por L'Oréal.

100.000 pedacitos de piel
En 1983 lograron la primera reconstrucción: una epidermis (la capa superficial de la piel) con queratinocitos (las células más frecuentes en esta zona). Posteriores modelos 'añadirían' otros componentes de la piel, como melanocitos, células inmunes e, incluso, la siguiente capa (la dermis).

Una década después, llegaría la producción en serie: "Reconstruir la piel humana es una cosa, pero ser capaces de usarla rutinariamente en investigación es algo muy diferente", explica Leclaire. Actualmente, la fábrica lionesa (adquirida a la farmacéutica Sanofi-Pasteur en 1997) produce cada año más de 100.000 pequeñas porciones de epidermis artificial, llamada Episkin.

La materia prima para fabricar estos fragmentos, de un centímetro cuadrado, son restos de piel extraídos en operaciones de cirugía estética (sobre todo, de mujeres que se operan el pecho). De estas muestras, se 'centrifugan' los queratinocitos, que 'crecen' en un medio de cultivo. Posteriormente, se vuelcan en una placa con pequeños nichos, cada uno de ellos con una 'base' (dos tipos de colágeno) para alimentar las células cutáneas.

El resultado, tras varios días de cultivo (ver tabla), son 12 láminas de piel artificial, pequeños círculos elásticos y compactos listos para testar productos. En la sala de pruebas de Lyon, una decena de envases de The Body Shop (recientemente adquirida por L'Oréal) descansa en una caja, dispuesta a ser examinada.

 

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