Tribuna | 18 JUN 07

El maltrato cotidiano enferma

Determinates de salud y enfermedad.

La Organización Mundial de la Salud extendió el concepto de salud a la suma del bienestar físico con el psíquico y social. Esa idea integral tambalea ante nuestra realidad, en la que sortear el tránsito o lograr viajar en avión o en tren generan malestares de todo tipo.

Carlos Gherardi

La vida cotidiana de los niños, mujeres y hombres de esta sociedad que transitan sus horas entre la escuela, el hogar, el trabajo o la distracción transcurre en medio de un entretejido sociocultural que los penetra e influye con sus condiciones positivas y negativas. Y así influye sobre nuestro humor y determina nuestro bienestar o malestar.

Todavía se recuerda hoy, casi sesenta años después, la definición que dio la Organización Mundial de la Salud: la salud es extensión del bienestar físico hacia el psíquico y el social, afirmando un concepto de salud integral que comprende todos los aspectos de la vida.

Sin embargo en los hechos, la salud sigue vinculada formalmente a la medicina, cuya meta de prevenir, curar y aliviar —según se pueda— resulta su principal mandato.

Por ello, el binomio salud/enfermedad depende para su cuidado del Ministerio de Salud que en nuestro país, como en la mayoría de los países, resulta el vértice de una pirámide decisional construida desde la medicina.

Pero, más allá de los consejos adecuados sobre perniciosos hábitos que deben abandonarse, de velar por el cumplimiento de las normas de medicina preventiva, de la mejoría en los sistemas de salud para la atención de la enfermedad, del cumplimiento del calendario de vacunaciones, del perfeccionamiento de la legislación para facilitar la curación y el cuidado del paciente, entre otros objetivos, el examen desapasionado de las condiciones de la vida cotidiana nos lleva a una reflexión más amplia.

La pregunta central que debe responderse es cuál es el nexo entre la salud declamada y requerida y nuestra vida cotidiana. De qué vida y de qué salud estamos hablando.

Porque, así las cosas, hoy no hay argumentos ciertos para confiar en cambios inmediatos si todos los actores sociales no reconocen autocríticamente su responsabilidad. No estamos, desde hace bastante tie

 

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