Leer con los sentidos del alma | 30 MAY 07

Dulces manos de robot:

"Radiana", la nueva novela de Esther Cross, nos introduce en un mundo de exquisita sensibilidad donde habitan concertistas, inventores y médicos.
Autor/a: Daniel Flichtentrei para IntraMed  

Rara vez me mueve a escribir sobre un libro otra cosa que el deseo de comunicar la felicidad que me produce su lectura. En tiempos paradójicos en  los que se publica mucho y se lee poco, mientras la banalidad y la intrascendencia se reproducen sin control, una obra como la de Esther Cross atenúa el impacto brutal de la caída.

Radiana es una novela que narra historias de personajes inmersos en un escenario cuyas marcas de tiempo y de lugar se delinean a través de signos indirectos. Un fondo sordo pero siempre presente. Seres algo perturbados por la idea del éxito en un ambiente sacudido por crisis financieras, la sombra de una guerra, el malestar de las masas, las lluvias o la nieve. Una pianista virtuosa, un profesor en ciencias eléctricas, un médico excéntrico coleccionista de huesos, una millonaria mecenas -que recuerda a Isabel la Católica concediendo jirones de su fortuna a la insensatez de Colón-, una mucama, un cocinero resignado a trabajar como modelo - que anticipa la experiencia de “Super size me”-, un inventor de productos mentirosos -al que le hubiera venido muy bien el slogan “disque ya…”-. 

Rita Lavenza sufre un episodio que le impide volver a tocar los nocturnos de Chopin en los que se había destacado tanto. Su esposo trabaja en silencio en la construcción de un robot con el que, también él, aspira  alcanzar  el éxito. Rita padece su limitación y lucha desesperadamente para encontrar alguna forma de superarla hasta que, por supuesto, se encuentra con la figura del médico.

Esther Cross narra en una lengua que acaricia. La sordidez de algunas escenas contrasta con su lenguaje limpio, directo y –no pocas veces- con deliciosos tonos de niña ingenua, lo que lo convierte en un elemento fundamental del intenso placer que produce la lectura. Es una experiencia extraordinaria sostener ese doble registro del lector que sigue el desarrollo de los acontecimientos mientras permanece atento al modo exquisito con que son narrados. 


¡Haga la prueba!

Deténgase sobre las frases como sobre una partitura. Permita que esa rara música hecha de palabras suene en sus oídos mientras recorre el universo atroz en el que habitan sus criaturas. Observe el modo en que construye cada comparación: “…la dejó pasar, como a un secreto”; “…retrocedió, como en la palma de una mano inmensa”.  Deténgase cada vez que Cross utilice la palabra “como” y encontrará uno más de los múltiples motivos para leer Radiana con un lápiz a mano.


Diagnósticos, tipologías y cadenas: acerca de una experiencia de lectura.

Si yo no fuera un médico que lee, si lograra ingresar en la literatura con menos insolvencia. Si pudiera sacudirme la obsesión por el diagnóstico y las cadenas de las tipologías, ninguna de estas ideas hubieran  perturbado mi lectura. Pero -ustedes ya lo saben- es demasiado tarde y  ya no podemos evitarlo.

Rita Lavenza sufre un episodio cuyas secuelas le impiden volver a tocar el piano. ¿Padece Rita stress post-traumático”?

Su médico examina sus manos, hasta los huesos, y le dice: “Usted puede imputarlo al miedo. Pero la verdadera explicación es esta”

Todo el antiguo debate entre mente y cuerpo ingresa en esa frase. El doctor encarna el modelo de profesional que –aunque ya casi no exista- aún se empecinan en percibir desde muchas perspectivas. Obstinado, busca en los huesos lo que parece habitar en la mente. Usted y yo sabemos que –entre ambos sitios- hay distancias  más cortas que las que se le atribuyen.  A su manera el Dr. Lázaro Salvo también hace de Rita un robot protésico. Rara forma de trasplante. Rita recibe una mano artificial y Radiana (el robot que construye su esposo) los huesos de Rita.

Cross es psicóloga. Es una fortuna, que en sus textos, la escritora no se deje contaminar por la licenciada. Cuenta, no interpreta. Nos evita de este modo la intolerable literatura de consultorio.

Tal vez el amor, ese malentendido, “impuntual por donde se lo mire”, no sea más que la hipertrofia de ciertos rasgos observados sobre el espejo deformante de quien ama. Se ha dicho que un travesti es una “mujer máquina” por su carácter de construcción deliberada. La exageración de las señas femeninas, la desmesura de esas marcas que el travesti encarna, son la corporización de

 

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