Pilar Ferreyra
Días atrás, una mamá le preguntó a su nene qué era lo que más le gustaba de los cuentos que ella le contaba. Su hijo, de tres años, le respondió: "Power Rangers". Desalentada, se refugió en el silencio. Rato después, como de la nada, el nene pidió: "Decí el güento de la-la-la, la-la-la, la-la-la". ¿El de la cigarra y la hormiga?, preguntó la mamá. Y entonces arrancó.
Escenas como éstas ocurren cuando a un nene o a una nena se le lee. Con más o menos frecuencia, pero se les lee. Sea su padre, su madre, sus abuelos, tíos o padrinos. Sin embargo, a cuatro de cada diez menores de diez años no les leen una historia, un cuento ni una narración oral en sus casas. Un fenómeno que afecta casi a la mitad de los hogares donde el nivel educativo de los adultos es bajo. Pero que también se refleja en el 39 por ciento de los hogares donde el nivel escolar es medio. Y, para sorpresa de quienes presuponen que la educación superior acerca —indefectiblemente— a conocer las bondades de la lectura, en dos de cada diez hogares donde el clima educativo que reina en el hogar es universitario, tampoco les leen relatos, historias ni cuentos infantiles.
Las cifras surgen del informe Barómetro de la Deuda Social de la Infancia (Universidad Católica Argentina) sobre la base de la encuesta que en junio de 2006 se realizó en 1.500 hogares de conglomerados urbanos de más de 200 mil habitantes de todo el país.
Las razones que explican este fenómeno son varias. Según Agustín Salvia, director jefe del informe, uno de los factores es que la cultura de la lectura "no es extendida en la Argentina, por mucho que la cultura de comprar libros esté ampliamente extendida, incluso los infantiles". Por otra parte, "en las clases bajas la cultura de la lectura está menos favorecida debido a las condiciones económicas y leer no forma parte de los procesos de socialización de los chicos", detalla Salvia. Y para interpretar esta novedosa tendencia, puntualiza que en las clases alta y media "los padres, sobreocupados, depositan en la escuela el proceso de lectura".
En el marco del Encuentro Nacional 2007 de Bibliotecas Populares que organizó la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP), el escritor e historiador Osvaldo Bayer opinó que "la lectura es esencial porque va creando imágenes y sueños en el interior de cada uno (...) Hay que enseñar que el mejor televisor o computadora es el cerebro de cada uno, mucho más amplio, glorioso e imaginativo".
Otro dato revelador de la encuesta es que a los chicos del interior del país les leen más cuentos que a los que viven en Capital y Gran Buenos Aires. El 68 por ciento de los nenes y nenas menores de diez años del interior escuchan las historias que les cuentan los adultos en sus hogares. En Capital y el GBA, en cambio, sólo al 57 por ciento de los chicos les cuentan cuentos.
La mayor o menor afición de las familias a leerles a sus hijos también está atravesada, en una gran medida, por las condiciones concretas de existencia. En los hogares más pobres se lee menos a los más chiquitos de la casa que en los no pobres. Aunque ser de clase media o alta no garantiza que a todos los nenes les lean cuentos o se los inventen con los recursos de la imaginación. En el 43% de los hogares pobres no les leen a los chicos, como tampoco en el 30% de los hogares no pobres.
"El chico requiere una cantidad de nutrientes. Además de la alimentaria, la afectiva, la creadora, conocer sus límites. Si no tiene oportunidad de desarrollo de los aspectos intelectuales, no se desarrolla en este sentido suficientemente", señala Lea Waldmann, especialista en desarrollo infantil.
El valor de nuestras voces
Susana Itzcovich *
Muchas investigaciones mencionan la importancia de la familiaridad temprana con los libros y de la presencia de libros —especialmente de literatura— en los hogares. Ver a los padres leer y el intercambio que se produce entre el lector, el texto y los "otros", es una de las primeras formas de promocionar la lectura en los niños. La lectura en voz alta, la narración en los hogares provoca en los pequeños la iniciación hacia una lectura autónoma. La voz materna o paterna, las inflexiones de la voz, la ternura que se utiliza en compartir esta lectura con los hijos, moviliza y facilita la necesidad de buscar y leer un libro por su cuenta. El hecho de pertenecer a familias de escasos recursos, donde se privilegia la compra de alimentos en lugar de libros, no impide ese acercamiento afectivo para compartir lecturas. Abundan las bibliotecas cercanas, la escuela que facilita libros y los centros culturales. La familia es el primer y fundamental enlace entre libro y niño. Luego será el maestro, el bibliotecario, un asistente social. El acercamiento a los libros —desde que son bebés— invita a sumarse a la fila de lectores.
*Presidenta de la Asociación de Literatura infantil y juvenil de la Argentina.
El juego de la lectura
"La lectura tiene que ser como un juego. No una obligación. Es una instancia de entrega y de amor", dijo Pablo Medina, director de La Nube, una ONG que incentiva la lectura en la infancia.
TESTIMONIO
Una abuela cuentacuentos
Fue una de las primeras en llegar al Programa de Abuelas Cuentacuentos, que nació de la mano de la Fundación Mempo Giardinelli en el Chaco. Recuerda que una de las circunstancias en la que tuvo la sensación de tocar el cielo con las manos fue una tarde, una de las tantas en que llegaba cargada de libros a la Casa Cuna de Resistencia y escuchó que los nenes decían: "Ahhh... viene la abuela. Apaguemos la tele".
Estela de Nazzetta (65) opina que ella no dejaría esta actividad "por nada, salvo que ocurriera algo muy importante". Dice que los chicos se compenetran con la lectura de tal modo que "llegan a asumir respuestas que darían Blancanieves o alguno de los siete enanitos" y que el poder de seducción de una abuela leyendo un cuento a un niño es interesantísimo. "Yo les leía a mis nietos, pero no me imaginaba cuando empecé en Casa Cuna que se iban a atrapar tanto con la lectura de los cuentos de la abuela". Para muchos de esos chicos, las lecturas de Estela fueron las primeras que escucharon en sus vidas. "El afecto que se transmite al leer un cuento es algo que valoran".