Aunque no pueden vivir uno sin el otro, médicos y pacientes están inmersos en una relación de aceptación-rechazo que, entre otras cosas, condiciona la perspectiva con que se enfoca el cuidado de la salud.
Los pacientes se quejan como amantes despechados. "Hace años que no voy al médico -dice Mariano, mientras hace un elocuente gesto con la mano, que indica que es por temor-. Voy a ir el día que encuentre uno que me dé confianza, que me entienda."
Ana, de 27 años, es más dura: "El problema no es que los médicos no sean amables, sino que su objetivo principal es despacharte rápido. Y mientras te piden que les cuentes qué te pasa, aprovechan para firmar recetas atrasadas, levantarse y lavarse las manos, todo con una sonrisa".
No sólo les reclaman una superlativa formación profesional, sino también ética hipocrática, sensatez, dedicación sin cortapisas. Ante la pregunta de cuál sería el ideal, surge la imagen del médico de barrio que llegaba a ser casi un integrante más de la familia.
Para Eduardo, productor de televisión, el problema se resume así: "Básicamente, hay tres tipos de médicos: los jóvenes idealistas, que no saben mucho, pero tienen ganas de ayudar y están convencidos de que nuestra calidad de vida se eleva automáticamente si uno deja de fumar, comienza a comer ensaladas y a beber agua sin gas a toda hora; en segundo lugar, están los distantes, en general menores de 50 años, que piensan que hay que despachar al paciente lo más rápido posible recetándole los medicamentos habituales; ésta es la gran mayoría; por último, los ganadores, mayores de 50, más interesados en recetar medicamentos de tal o cual laboratorio. Viajan anualmente a Europa y jamás confundirían un Tiziano con un Rafael. Me quedo con los idealistas y acepto a los distantes".
Los médicos tampoco están conformes. Se sienten avasallados por la falta de tiempo, la tecnología y un sordo descrédito social que carcome el prestigio del que gozaban en otros tiempos.
Gerardo, diseñador gráfico, reconoce que generalmente recurre a algún servicio de visita a domicilio y lo atienden médicos que no conoce. "Casi siempre me siento tratado como un producto -dice-. Debe de ser porque tengo en la cabeza la imagen del doctor de la familia de mi infancia que, ante todo, generaba confianza y credibilidad."
¿Todo tiempo pasado fue mejor? Al parecer, las cosas no son tan sencillas. "Este es un tema de discusión constante entre los médicos -dice el doctor Benjamín Uzorskis, integrante del Comité de Bioética del Hospital Italiano-. No hay tiempo de escucha; los profesionales jóvenes están más interesados en lo técnico que en escuchar al paciente. La consulta se ha deformado un poco. Y si bien desde la universidad se intenta trabajar sobre esto, el problema está en que una cosa es lo que se enseña en teoría y otra, poder llevarlo a la práctica."
Tercero en discordia
Para Horacio Lejarraga, jefe del servicio de Crecimiento y Desarrollo del hospital Garrahan, con cuarenta años de carrera, la imagen del médico está debilitada. Lamenta que ahora se lo ve más bien como un empleado que presta un servicio, a quien se le paga y tiene que ser eficiente.
Sin embargo, afirma: "La relación médico-paciente es fundamentalmente un encuentro entre dos seres humanos, que tiene un componente ético muy importante. El eje central de la consulta médica es ese encuentro de personas. Una vez que se establece un buen vínculo, es personal e intransferible. Antes, el paciente contrataba un servicio y lo pagaba. Pero ahora apareció un tercero en la relación: el pagador, que les saca el dinero a los pacientes y no se lo da al médico. Este tercero interfiere profundamente en el vínculo que debería establecerse entre médicos y pacientes".
Además del factor económico, según Lejarraga, el error conceptual de atribuir a la tecnología una importancia mayor de la que tiene representa otro obstáculo fundamental. "Nos hacen creer que el centro de gravedad de la medicina está en los aparatos -subraya-. Hay un fetichismo de la tecnología. La medicina necesita tiempo para escuchar la narrativa del paciente. La tecnología no resuelve los problemas; al contrario, puede complicarlos. Lo que resuelve los problemas es el médico de cabecera. Los niños lo tienen: es el pediatra. A los adultos les falta un pediatra."
A pesar de que Gabriel, periodista joven, no frecuenta los consultorios, tiene una percepción similar. "Lo que molesta -confiesa- es que en algunas consultas los médicos parecen muy apurados. Da la sensación de que no tienen muchas ganas de escuchar los síntomas del paciente. Uno empieza a hablar y ellos ya tienen preparada la receta."
Elizabeth está en su cuarta década de vida y dice que tuvo diversas experiencias. "Me encontré con médicos en cuyo trato me pareció detectar técnicas modernas de relación con el paciente -declara-. Me explicaban todo lo que hacían. Pero esa relación no me satisfizo porque me sentí un paciente cliente y no una persona con una inquietud."
Sin embargo, hay quienes aseguran que no todos los cambios que trajo la modernidad son criticables. Para el doctor Vicente Gutiérrez, presidente de la Academia de Medicina, en muchos aspectos la relación médico-paciente está mejorando. "Ahora se respetan mucho más los derechos de los pacientes", afirma, y aclara que habla a título personal.
Gutiérrez destaca que también los pacientes aportan lo suyo al malentendido vigente: "Tienen una expectativa de curación del 100% y, si no lo logran, se sienten defraudados -reflexiona-. Por otro lado, consultan por Internet y luego hacen interpretaciones personales que son peligrosas. Me parece válido que consulten; tienen derecho a hacerlo, pero no tienen que hacer interpretaciones, sino llevar esa inquietud al médico".
Con respecto a la falta de tiempo, opina que es un problema en todo el mundo. "El médico quisiera estar todo el día con sus pacientes -asegura-, pero no puede porque el sistema lo lleva. Es más: tiene presiones de los mismos enfermos, de los pagadores Antes había menos médicos y más tiempo para todo. Si uno lo piensa, también había más tiempo para ir al almacén. Y en la medicina pasa más o menos lo mismo."
Por Nora Bär
De la Redacción de LA NACION
Hacia un vínculo un poco más igualitario
Pero si bien es cierto que los sistemas de atención, con turnos de diez minutos, atentan contra una buena relación entre médicos y pacientes, que la tecnología los aleja y hace de- saparecer el contacto epidérmico que existía en otros tiempos, también lo es que el amplio acceso a la información, la impresionante sensibilidad de los métodos de diagnóstico y la nueva posición del médico, que habla de igual a igual con el paciente, ofrecen beneficios impensados hace algunas décadas.
El doctor Mario Sebastiani, presidente de la Asociación Argentina de Ginecología Psicosomática, no se resigna a ver el vaso medio vacío. "Es verdad que nos falta tiempo -opina-, pero gracias a la lectura rápida de análisis y de métodos diagnósticos, que vienen informados por especialistas muy acreditados, hemos desarrollado una suerte de habilidad para que los diez minutos sean eficientes. Además, yo diría que el tiempo no se respeta a rajatabla: un paciente estará 5, otro, 15 y si es 30, es 30. También es cierto que hoy no se percute el pulmón, no se palpa el abdomen.... Pero es que también las manos empiezan a ser menos eficaces que la aparatología."
Lejos de la soberbia
"Me parece también que es un avance que la bioética sea una materia de grado, ha dado un marco de referencia a la relación. Diría que cambió para bien. Yo pondría en el centro no al médico sabihondo, sino al paciente, con sus virtudes y sus defectos. Antes, la relación era asimétrica, hoy nuestra obligación es que sea igualitaria. Somos gente con una soberbia terrible, pero la estamos perdiendo. El paciente tiene que saber lo mismo que el médico para poder tomar decisiones. Creo que estamos en ese camino."
Es lo que desea Marina Scolnik, de sólo 27 años, recibida hace dos en la Facultad de Medicina de la UBA. "Todo el siglo XX se tendió a la subespecialidad -dice-, pero ahora la idea es volver al médico generalista [que puede tener una relación más personal con el paciente]. El problema es que los propios pacientes buscan al especialista. Por eso, aunque se crearon nuevas modalidades, como la de médico de familia, yo lo veo difícil."
En el fondo, dice el doctor Benjamín Usorzkis, todo depende de las personas: "Depende de la formación del médico, del amor a la profesión Es una combinación compleja. Como en todas las profesiones, tiene que ver de qué médico, de qué paciente estamos hablando. Es cierto, en esta época no se escucha al otro, pero eso no es sólo problema de los médicos. Es una crisis general de valores. No podemos patear para afuera y echarle la culpa al sistema "