Desorden compulsivo-alimentario | 17 FEB 07

Los atracones, más frecuentes que la anorexia

Su incidencia es tres veces mayor y mucho más grave

Muchos asaltamos la heladera en momentos de ansiedad o cuando estamos estresados, nerviosos y preocupados. Pero esos inofensivos atracones pueden convertirse en un problema cuando refugiarse en la comida se vuelve frecuente y nos hace perder el control de nosotros mismos.

Psiquiatras, psicólogos y nutricionistas consultados por LA NACION coinciden en que el desorden alimentario más común no es la bulimia ni la anorexia, sino el denominado trastorno por atracón (TA) o desorden compulsivo-alimentario.

Según un estudio publicado en la última edición de la revista Biological Psychiatry, que incluyó a más de 2900 estadounidenses, el TA o binge eating, por su nombre en inglés, afecta al 2,8% de la población; la bulimia, al 1%, y la anorexia, a tan sólo el 0,6 por ciento. Es decir que a pesar de ser menos conocido y que aún no está clasificado en los manuales de psiquiatría, el TA es el desorden alimentario más frecuente.

“En la Argentina, este trastorno es muy común”, dice el psicoanalista Hugo Litvinoff, didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina, aunque aclara que la incidencia local del TA es menor que la que se observa en los Estados Unidos.

Los expertos definen un posible caso de TA cuando la persona ingiere grandes cantidades de comida en pocas horas, incluso minutos, de manera rápida, descontrolada y en soledad, y, si una vez satisfecha, siente culpa y malestar. Si este hábito se repite por lo menos dos veces por semana y por un período mínimo de seis meses, los médicos consideran que darse atracones es una enfermedad.

El doctor Aldo Cúneo, de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios (Saota), aclara que el TA no va acompañado de una purga, como ocurre en la bulimia. Es decir que, luego del atracón, la persona no suele provocarse el vómito. Tampoco es común hacer ayuno, ejercicio físico en exceso o automedicarse con sustancias como los laxantes para evacuar la ingestión desmedida de alimentos.

"Tengo pacientes que confiesan haber comido 30 galletitas en cinco minutos", dice, sin ocultar su asombro, la licenciada María Emilia Mazzei, del Grupo Educador en Salud y Alimentación (GESA), que explica los efectos que causa en el organismo comer de manera tan exageradamente ansiosa y acelerada.

"Puede producirse una distensión abdominal -comenta-. La persona no mastica, sino que traga, y entonces el aparato digestivo debe segregar más jugos gástricos para poder diluir los alimentos. Es algo bastante agresivo."

Quien padece el TA, buscaría imponerse un límite corporal que no puede establecer ps

 

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