Aunque se use, el cerebro no se gasta. Por el contrario, es un resguardo para retrasar su deterioro con el paso de los años. Así lo demuestra el primer estudio multicéntrico durante cinco años en más de 2.800 adultos sanos. Con diez sesiones de ejercicios para aumentar la facultad de razonamiento, la memoria y la velocidad de los procesos mentales, se previene el deterioro de la mente en la mediana y tercera edad.
El estudio fue realizado en los Estados Unidos, por investigadores de la Universidad del Estado de Pensilvania, entre otras instituciones, y con el apoyo de los Institutos Nacionales de Salud. Confirmaron que se puede fortalecer la mente de la misma forma como la actividad física protege al resto de nuestro organismo.
"El entrenamiento cognitivo ya se ofrecía en algunas instituciones argentinas a personas que superan los 50 años, y que empiezan a tener olvidos significativos. El nuevo estudio viene a confirmar los beneficios de esta gimnasia intelectual a largo plazo", opinó Ricardo Allegri, investigador del Conicet en neurociencias.
En el experimento de los Estados Unidos, los adultos de más edad que realizaron los ejercicios básicos, seguidos de sesiones posteriores, demostraron ser tres veces más veloces que los que habían hecho nada más que las sesiones iniciales en actividades de la vida cotidiana, como reaccionar ante una señal de tránsito.
El estudio siguió de cerca a 2.802 adultos sanos de distintos estratos que tenían un promedio de 73 años. Para llevarlo a cabo, los investigadores dividieron a los voluntarios en cuatro grupos, incluido uno de control que no recibió ningún entrenamiento. Un segundo grupo fue entrenado en técnicas de razonamiento (por ejemplo, se les pedía que identificaran el patrón de la secuencia "a, c, e, g, i" —es decir, letra por medio del alfabeto).
A un tercer grupo se le enseñaron técnicas para la memoria, como recordar listas de palabras y recurrir a visualizaciones y asociaciones como ayuda. El cuarto grupo hizo ejercicios para acelerar el procesamiento mental, como por ejemplo identificar un objeto que aparece brevemente en la pantalla de una PC mientras se visualizan otras cosas.
Cada grupo recibió 10 sesiones de entrenamiento, de 1 hora 55 minutos de duración cada una. Pero cada sesión presentaba, de forma progresiva, problemas cada vez más complejos. En contraste con el grupo de control, los que habían recibido entrenamiento para la memoria tuvieron 5 años después un rendimiento un 75 por ciento mejor en ejercicios de memoria.
Los que habían sido entrenados en técnicas de razonamiento tuvieron un rendimiento un 40 por ciento superior en las tareas de ese área y los que habían sido entrenados en velocidad tuvieron un rendimiento un 300 por ciento mejor que el grupo de control.
"La gente cree que la educación es para la gente que ya está educada", dijo al diario The Washington Post Michael Marsiske, uno de los investigadores y psicólogo de la Universidad de Florida en Gainesville. "Este tipo de entrenamiento funciona independientemente de la escala de la sociedad en que se encuentre uno".
Las edades de los participantes de este estudio oscilaron entre los 65 y los 90 años aunque Marsiske aclaró que estos hallazgos se aplican a gente de 50 y pico o menos. La habilidad mental adquirida temprano en la vida persiste en la tercera edad.
El estudio, publicado por la revista Journal of the American Medical Association, no indica que el entrenamiento mental aleje de forma permanente el deterioro mental. Lo que hace es atrasar enfermedades como el mal de Alzheimer u otros trastornos de la memoria. Los voluntarios que habían recibido el entrenamiento mostraron tener mayor confianza para resolver sus problemas cotidianos y esto se notó más en el grupo que había sido focalizado en razonamiento.
"Es una gran novedad. Es el primer estudio en el cual se evalúa los beneficios del entrenamiento a largo plazo en la prevención de la declinación cognitiva", dijo a Clarín el neurólogo Salvador Guinjoan, de la Fundación para la Lucha contra las Enfermedades Neurológicas de la Infancia (FLENI).
En tanto, Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO) y del Instituto de Neurociencias Fundación Favaloro, comentó: "El trabajo demuestra que la estimulación cognitiva, aun realizada por un período breve, impacta positivamente en las funciones cognitivas a largo plazo. No es lo único para hacer. Hay también que controlar periódicamente las habilidades mentales (a partir de los 50), no abusar del alcohol y el tabaco, realizar actividad física, mantener una vida relajada que permita disfrutar de las actividades de ocio y mantener una vida socialmente activa".
La psicóloga Susana Aguas, especializada en gerontología social, manifestó: "Es importantísimo que se sepa que todo lo que no se usa, se endurece. Es como los músculos: la memoria no escapa a esa regla". Y el investigador Allegri agregó: "Nadie debería pensar que al jubilarse, empieza un descanso intelectual".
Evidencias
Oscar Angel Spinelli
¿También la actividad física? Pues sí. Especialistas de la Universidad de Illinois informaron en un estudio reciente publicado en el Diario de Gerontología que hallaron evidencias sobre un posible incremento en la producción de nuevas neuronas en aquellos que caminan varias horas por día. Este estudio más otros como el que se publica en estas páginas brindan nuevos soportes a la idea de que la actividad física y mental retrasa los males del envejecimiento. Un problema serio, que —claro— algunos jóvenes hoy despreocupados no tienen por qué entender.
Un plan para recuperar la memoria
Dos meses después del accidente cerebrovascular, Frank Altmann (65) aún no podía moverse sólo por la ciudad. Un coágulo en el cerebro lo había aturdido una tarde de abril de 2006 cuando —todavía no sabe cómo— logró trasladarse desde Colegiales hasta Villa Ballester donde vive desde 1963.
Lo internaron en FLENI de Belgrano por siete días. Frank había perdido prácticamente la memoria y aunque con el paso de los días la recuperó, la de corto plazo fue muy dañada. "El coágulo mató parte de mi cerebro que elaboraba conceptos nuevos", comentó Altmann.
Desde abril asiste a un entrenamiento semanal en el área de neurología cognitiva, neuropsicología y neuropsiquiatría de FLENI, donde lo atienden el psiquiatra Salvador Guinjoan y la neuropsicóloga María Eugenia Martín. "Lo fantástico del entrenamiento cognitivo es que ayuda a que partes del cerebro —no dañadas— se hagan cargo de las funciones que cumplían las zonas que sí sufrieron", explica.
En estos ocho meses recuperó gran parte de la memoria de corto plazo con una serie de ejercicios especiales para agilizar las asociaciones nuevas y otros de ingenio. "Son todos juegos de ingenio para agilizar la imaginación. En todos influyen mucho las matemáticas. También me indicaron que lea mucho. Ahora me muevo solo y día a día recuerdo más cosas que acaban de pasar", detalla Altmann.
Dice que el entrenamiento cognitivo es parecido a la rehabilitación que hace quien perdió la movilidad de un brazo, y que si bien no sabe cuánta memoria de corto plazo recuperará, evolucionó "mucho con los ejercicios y la lectura".
Pilar Ferreyra
El valor de los crucigramas
Es más que un pasatiempo. La Claringrilla, el tradicional crucigrama que Clarín publica desde el 22 de abril de 1965, es un ejercicio mental que ayuda a mantener "la cabeza fresca", como suelen decir Mirtha Legrand y China Zorrilla. Para activar la mente, ya hay médicos gerontólogos que les recomiendan a sus pacientes resolverla todos los días. "Es cierto: lo que no se usa se atrofia", afirma Cristian Helmann, el autor del desafío convertido en "pasión nacional".
Pero antes que Helmann, su tía y su madre —Blanca Lila y Beatriz Elena Orzábal— diseñaron la Claringrilla día tras día con papel, lápiz, máquina de escribir y carbónico, y dedicaron la segunda mitad de sus vidas a elaborar este entretenimiento.
Su tía murió en 1998 (tenía 88 años) y a partir de ese momento, Helmann comenzó a trabajar con su madre, quien falleció dos años después. Desde entonces, este hombre que el jueves cumplirá 57 años, se hizo responsable del clásico crucigrama que también se puede completar en www.clarin.com (edición impresa/claringrilla).
"Mi madre murió a los 87 años: preparó claringrillas y se mantuvo lúcida hasta el último día. Mí tía había estudiado mucho —era abogada, profesora de castellano, instrumentadora—, aunque sufrió mucho antes de morir", recuerda Helmann.
Hoy se publica la Claringrilla número 13.789. Desde hace 42 años, consiste en una serie de palabras que definidas en sentido horizontal —a partir de la ayuda de las sílabas que las conformarán— permiten formar la frase de un pensador famoso.
"Para resolverla es necesario cierto nivel de conocimientos y cultura general, pero otro tanto es la práctica", señala Helmann. Ahora, trabaja con la ayuda de la computadora: "Tengo una base datos de 30 mil palabras que me permite llevar un estricto control. Ninguna palabra fue usada más de 42 veces. Así, los seguidores de la Claringrilla sienten que resuelven algo nuevo cada día", asegura.
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Jano on line
Las personas de edad avanzada que recibían entrenamiento cognitivo mejoraron su función cognitiva durante un total de hasta cinco años y mostraron un menor declive en su capacidad para realizar las actividades diarias en comparación con aquellos que no recibieron dicho entrenamiento, según un estudio de la Pennsylvania State University (Estados Unidos), que se publica en "JAMA".
El declive en las capacidades cognitivas ha mostrado que llevan a un mayor riesgo en el desarrollo de la dificultad para realizar actividades instrumentales de la vida diaria.
El estudio ACTIVE es el primer estudio multicéntrico que examina los resultados a largo plazo de las intervenciones cognitivas sobre el funcionamiento diario de individuos que viven de forma independiente. Fue realizado entre abril de 1998 y diciembre de 2004. Los participantes incluían 2.832 personas con una media de 73,6 años que vivían de forma independiente en seis ciudades de los Estados Unidos. Un 67% de estas personas completaron un seguimiento de cinco años.
Las intervenciones del estudio incluían diez sesiones de entrenamiento de la memoria, el razonamiento o la velocidad de procesamiento y cuatro sesiones para fortalecer el entrenamiento a los 11 y 35 meses después de las sesiones iniciales en una muestra aleatoria de aquellos que completaron la formación.
A los cinco años, los participantes de los tres grupos de intervención informaron de menos dificultad en comparación con el grupo control para realizar las actividades diarias. Sin embargo, este efecto fue significativo sólo en el caso del grupo de razonamiento. Ni la velocidad de procesamiento ni el entrenamiento memorístico tuvieron efecto sobre las actividades diarias. La sesión de reforzamiento en el grupo de procesamiento, pero no en los otros dos grupos, mostró un efecto significativo sobre la realización basada en la medida funcional de la velocidad de procesamiento de cada día.
No se observaron efectos de las sesiones de fortalecimiento en los distintos grupos en cuanto a la resolución de problemas diarios o en las dificultades en las actividades cotidianas. Cada intervención mantenía los efectos sobre sus objetivos cognitivos específicos a lo largo de los cinco años. Las sesiones de entrenamiento adicionales produjeron una mejoría adicional en la intervención sobre el razonamiento y la velocidad de procesamiento.
Los autores concluyen que el declive en las capacidades cognitivas conduce a un aumento en el riesgo de discapacidades funcionales que son los principales factores de riesgo para la pérdida de la independencia. Los resultados de cinco años del estudio, señalan, proporcionan una limitada evidencia de que las intervenciones de este tipo puedan reducir el declive asociado a la edad, sin embargo, dado el progreso en la relación entre el declive cognitivo y los deteriores funcionales, los efectos de la intervención pueden requerir una observación superior a los cinco años.
Los investigadores consideran los resultados del estudio prometedores y apoyan la necesidad de futuros estudio para examinar si estas y otras intervenciones cognitivas pueden evitar o retrasar la discapacidad funcional en población de la tercera edad.
JAMA 2006;296:2805-2814