Humanismo médico | 18 OCT 06

Mitos históricos de la lepra

Entre tantas enfermedades como existen, ninguna ha suscitado en torno a sí tal cúmulo de leyendas ni ha provocado tanta aprensión en la humanidad como la lepra, enfermedad provocada por el llamado bacilo de Hansen en homenaje al científico que lo descubrió en 1871.
Autor/a: Dr. José Ignacio de Arana Amurrio 
INDICE:  1. Antecedentes histórico-religiosos | 2. Antecedentes histórico-religiosos
Antecedentes histórico-religiosos

La lepra no es una enfermedad especialmente maligna ni peligrosa y habrá que preguntarse por qué entonces arrastra su mala fama. La primera respuesta estaría en que por manifestarse con signos muy visibles confiere al paciente un aspecto físico a veces repulsivo. Efectivamente, provoca más rechazo social una persona con bultos y úlceras en la piel que otra que quizá tenga corroídas las entrañas por un tumor canceroso pero que no se ve. Esta característica hizo que la lepra fuese una enfermedad rechazada por la sociedad de todos los pueblos desde las épocas más primitivas de la Historia. Pero a nosotros tal rechazo nos ha venido referido por un libro cuya influencia en nuestra cultura es fundamental: la Biblia.

El pueblo judío se regía -y aún sigue haciéndolo- por unas normas religiosas que en gran parte traducían reglamentaciones higiénicas. En el Levítico se dedican nada menos que dos capítulos completos (XIII y XIV) a describir con exactitud los distintos tipos de lepra, a intentar distinguirla de otras afecciones cutáneas y a las medidas que la sociedad y el propio enfermo debían adoptar. Durante siglos, y desde luego en la cultura hebrea véterotestamentaria, el nombre de lepra se aplicaba a un gran número de enfermedades que hoy sabemos que son en realidad totalmente distintas tanto en su causa como en sus síntomas y, por supuesto, en su tratamiento y pronóstico. Lo único común a todas ellas, y aun esto muchas veces de forma forzada, es que tienen alguna manifestación cutánea con cambio en el color, la textura o la integridad de la piel. A partir del siglo XIX, con el avance de la microbiología y de los estudios microscópicos, se pudo distinguir por fin entre unas y otras enfermedades; pero hasta entonces muchos enfermos de males benignos o simples poseedores de alguna alteración cutánea eran etiquetados como leprosos y condenados a sufrir el triste destino de éstos en lazaretos aislados de la sociedad y de sus mismas familias.

El redactor del Levítico demuestra en estos capítulos poseer una gran experiencia médica -de la Medicina de su época, claro- y su lectura constituye un verdadero tratado de dermatología arcaica. Distingue, aunque metiendo todas en el mismo saco de lepra, lesiones como tumor, erupción, mancha, divieso, quemadura, tiña, eccema y ciert

 

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