MBE | 03 DIC 08

Evaluación de la adecuación de la práctica clínica a la evidencia científica

En este artículo revisaremos la metodología de los estudios de evaluación de la práctica clínica pediátrica.
Autor/a: Ochoa Sangrador C, Gonzalez de Dios J Evid Pediatr. 2006; 2: 61
INDICE:  1. Bibliografía | 2. Bibliografía
Bibliografía

Los pediatras nos enfrentamos al desafío de proporcionar una asistencia de calidad en un entorno cambiante, en el que se incrementan día a día las opciones terapéuticas y diagnósticas y aumentan las expectativas de los familiares de nuestros pacientes. En contraposición soportamos una importante presión para limitar el consumo de recursos y controlar su gestión. En este escenario complejo, surge una pregunta: ¿tomamos las mejores decisiones clínicas posibles?.

De un análisis crítico de la práctica clínica podemos concluir que ésta ha consagrado el uso de procedimientos diagnósticos y terapéuticos que no han probado su eficacia en estudios científicos1. Por otra parte, existe una injustificada variabilidad en la práctica médica y con frecuencia ésta se realiza de forma inapropiada2-6.
El movimiento conocido como “Medicina Basada en la Evidencia” (MBE), ha intentado reducir la variabilidad y mejorar la idoneidad de nuestra práctica clínica, facilitando el acceso a los resultados de la investigación clínica disponibles, analizándolos y presentándolos de manera que constituyan una ayuda en la toma de decisiones clínicas7.
La mayoría de los médicos reconocen la importancia de basar su ejercicio profesional en la evidencia científica y confían en que este hecho mejorará la asistencia de sus pacientes8. No obstante, muchos no creen prioritario aprender habilidades para buscar e interpretar ellos mismos las evidencias, aunque regularmente consulten resúmenes realizados por otras personas8.

Si la MBE es aplicada coherentemente debería reflejarse en un cambio en nuestros patrones de actuación médica. Sin embargo, en el ejercicio de la pediatría nos encontramos algunos problemas que dificultan el proceso de aplicación de la investigación9: escasez de ensayos clínicos pediátricos, predominio de los estudios de pequeño tamaño y heterogéneos, escasa efectividad de muchas intervenciones, problemas de acceso a la evidencia, sobrecarga de información, falta de formación, presiones familiares, interferencias sociales, etc.
El proceso de aplicación de la MBE debería completarse con la realización de auditorías de la propia práctica clínica que nos permitan evaluar cómo es y en qué manera se sustenta en una evidencia razonable10. En este artículo revisaremos la metodología de los estudios de evaluación de la práctica clínica.

Metodología de los estudios de evaluación de la práctica clínica.

Evaluar la idoneidad de la práctica clínica supone determinar si se provee la asistencia correcta, al tipo correcto de paciente, por las razones correctas, y en el momento y lugar adecuados11. Al valorar estas cuestiones estamos examinando la calidad del proceso clínico. Si este proceso se hace adecuadamente debería reflejarse en los resultados de salud de nuestros pacientes, por lo que también éstos podrían ser objeto de estudio. Sin embargo, considerando que los resultados de salud pueden variar en función de múltiples factores, habitualmente centraremos la evaluación de la práctica clínica en la valoración del proceso asistencial y no tanto en sus resultados, que son objeto de otros tipos de estudio.
Los métodos usados en los estudios de idoneidad de la práctica clínica son relativamente heterogéneos, aunque todos comparten una estrategia similar2,3,12-15. En la tabla 1 se recoge una propuesta sobre los pasos que se deben seguir en este tipo de estudios. Repasemos con más detalle cada unos de estos pasos.

Prioridades

A la hora de seleccionar los aspectos de la práctica clínica que deben ser evaluados, interesa establecer prioridades, dedicando una especial atención a aquellos cuya eficacia no esté contrastada, presenten resultados mejorables, sean muy frecuentes, comprometan un gran consumo de recursos, tengan una variabilidad inexplicada o una relación coste-efectividad desfavorable16,17. El aspecto elegido tiene que ser concretado en una o más preguntas, sobre decisiones diagnósticas o terapéuticas, que requieren ser contestadas.

Búsqueda bibliográfica

Una vez delimitado el tema, hemos de realizar una búsqueda bibliográfica de trabajos relacionados con nuestras preguntas clínicas. En este punto, resulta de gran importancia detallar la metodología de búsqueda, estableciendo a priori los descriptores a utilizar, los criterios de inclusión y exclusión, las estrategias de búsqueda y su extensión9. Nos interesa especialmente buscar ensayos clínicos y revisiones sistemáticas, pero también estudios comparativos (benchmarking) que analicen variaciones en los resultados de unidades asistenciales que aplican distintas pautas de actuación18,19, y otros estudios observacionales analíticos y descriptivos. Los recursos de búsqueda disponibles a través de Internet nos van a facilitar esta tarea, contando para ello con las bases de datos MEDLINE, EMBASE, las de la Colaboración Cochrane y otros recursos relacionados con la MBE20.

Valoración crítica de la literatura

Una vez localizados y recuperados los documentos que contienen los estudios buscados, el siguiente paso será realizar una valoración crítica de los mismos. El objetivo de esta valoración es analizar la validez y aplicabilidad de las evidencias publicadas. Esta fase va a resultar fundamental ya que a menudo la calidad de los artículos científicos es deficiente, no se ajustan al problema clínico que se trata de resolver, tienen errores metodológicos que comprometen los resultados o éstos son presentados de forma que limitan su correcta interpretación21-24. Como resultado de esta valoración podremos seleccionar los resultados válidos y relevantes, contrastar sus medidas de efecto y relevancia clínica, y jerarquizar su evidencia.

Guías de práctica clínica

Generalmente, la evidencia científica obtenida en investigación clínica se cristaliza en forma de guías de práctica clínica, que hagan la información más disponible y manejable. Las guías han sido definidas como “declaraciones desarrolladas de forma sistemática para ayudar a los médicos y a los pacientes en la toma de decisiones, para una atención sanitaria apropiada en circunstancias clínicas concretas”25. Deben recoger las alternativas diagnósticas y terapéuticas más razonables para cada situación clínica, indicando el grado de evidencia que sustenta cada una de sus recomendaciones.
En los últimos años han proliferado enormemente las guías de práctica clínica, promovidas por distintas instituciones o sociedades científicas26-33, fácilmente accesibles a través de Internet20. Con frecuencia, estas guías presentan diferencias clínicamente relevantes y no todas están igualmente actualizadas ni son enteramente aplicables a nuestro medio34. Por ello, cuando queramos utilizar guías de referencia ajenas, que consideremos válidas en el entorno y circunstancias de la situación clínica en estudio, convendrá adaptarlas en forma de guías locales, planes de cuidados, vías clínicas, etc35-38.
Una dificultad frecuente a la hora de establecer recomendaciones y criterios de evaluación es la falta de evidencia de calidad en muchos aspectos de la práctica pediátrica. Aproximadamente sólo el 11% de la evidencia examinada en revisiones sobre idoneidad de la práctica pediátrica realizados por la RAND Corporation procede de ensayos clínicos aleatorizados, el 72% procede de opinión de expertos, el 10% de paneles clínicos y el 11% de ensayos clínicos no aleatorizados35. Nosotros hemos comprobado la dificultad de encontrar evidencias robustas en el establecimiento de criterios de idoneidad de la prescripción antibiótica en infecciones respiratorias agudas pediátricas6. Pero incluso cuando existen estudios de alta calidad basados en ensayos clínicos aleatorizados, puede resultar difícil interpretar la evidencia y trasladarla a recomendaciones.

Estrategias de consenso

En estas circunstancias, identificar las mejores prácticas resulta problemático. Podemos apoyarnos en distintas estrategias de consenso recabando el concurso de paneles de expertos, a ser posible multidisciplinarios39. La composición y dinámica de trabajo de estos paneles de expertos puede tener repercusiones sobre las recomendaciones finales, por lo que su selección y metodología de trabajo deben ser rigurosas y explícitas15,40,41. Los expertos podrán integrar la evidencia disponible, tanto la basada en estudios de intervención como en estudios observacionales, con sus propios conocimientos y experiencia. En todo caso, si los criterios de una auditoría se apoyan más en la opinión de expertos o en los resultados de estudios observacionales y menos en los de ensayos clínicos, disminuirá su validez11,42. A la hora de juzgar la idoneidad de un determinado procedimiento, los expertos tendrán que estimar si los beneficios de salud esperados (aumento de la expectativa de vida, desaparición del dolor, reducción de la ansiedad, mejora de la capacidad funcional, etc.) superan a las posibles consecuencias negativas (mortalidad, morbilidad, ansiedad y dolor producidos por el procedimiento considerado, tiempo de trabajo o escolaridad perdidos

 

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