Experiencias de la vida profesional | 20 SEP 06

Cuando la hija de la doctora también es médica

Un estudio exploratorio sobre la comparación intergeneracional entre las experiencias profesionales y personales de madres e hijas médicas acompañado de una reflexión de la Presidenta de la Pan American Medical Women’s Alliance, Prof. Dra Kumiko Eiguchi.
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Prof. Dra Kumiko Eiguchi. Presidenta de la Pan American Medical Women’s Alliance, Profesora Titular de Bioquímica e Inmunología de la U. del Salvador (USAL) y de Inmunología de la U. Austral. Médica Inmunóloga del Hospital Alemán.

Con mis 32 años de médica , más los 3 años de practicante de guardia como estudiante y los 35 años ininterrumpidos en la Docencia  y casi al mismo tiempo novia y luego esposa de mi gran compañero, madre y abuela con la dicha de tener a mis padres y hermano con su familia, puedo decir que las mujeres estamos capacitadas para, desde nuestras vivencias, a ser muy buenas Médicas de Familia. Desde el comienzo de mis actividades en hospitales del Gran Buenos Aires supe que cada enfermo era el emergente de una familia y de un grupo comunitario, con sus necesidades, sus carencias, su idiosincrasia y para curarlo no bastaba con la receta, sino educarlo en la prevención y detectar los problemas de su entorno familiar conducente a los accesos de salud. Así mi vocación osciló entre el laboratorio y la investigación básica y las necesidades sociales y de salud de las personas que venían a buscarme por mi nombre, a pesar de no estar aún recibida. Eran tiempos en que el médico de barrio aún tenía predicamento y no trabajábamos con el sistema de prepagos, ni obras sociales. El paciente pagaba la consulta con lo que podía, como podía, o no lo hacía. No importaba porque todo era compensado. Llegué a atender a familias enteras y en una de ellas hasta la cuarta generación. Obtuve los títulos de pediatra y Especialista en Enfermedades Infecciosas y el de Tisioneumonóloga y luego el de Inmunóloga Alergista, pero seguí siendo la médica del barrio, conociendo los problemas de las familias que me consultaban, educando y derivando aquello que no podía seguir, pero igual volvían. Era la necesidad de escuchar el consejo. El trabajo me desbordó, ya que igual continuaba con el hospital (Muñiz, luego Durand), la Cátedra, mi amor por  Inmunología y la docencia, el laboratorio, mi hogar. Trabajo y estudio, esfuerzos y logros, pero la Medicina iba cambiando con una sistemática  degradación del hospital público y un crecimiento económico de la medicina prepaga. Una brecha que se iba insinuando entre medicina para pobres y para ricos y una superespecialización que no iba a parar por los grandes avances del conocimiento, la gran cantidad de información y los altos costos de la investigación y la tecnología. También la calidad de vida de médicos y pacientes comenzaba a deteriorarse. La pauperización del profesional de salud y con ello la pronta desjerarquización. Incursioné en la Administración Hospitalaria y me diplomé en Salud Pública, pero sentí que las políticas públicas no pasaban de los enunciados. Decidí que me dedicaría más a la investigación y la asistencia sería solo por interconsultas, pero como Directora de la Carrera de Medicina y luego Vice Decana de la Facultad de Medicina de la USAL trabajaría en el cambio curricular y siguiendo las tendencias mundiales debíamos rescatar al médico de cabecera, al

 

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