Lenguaje y discriminación | 14 JUN 06

Enfermedades con etiquetas

El prejuicio y la ignorancia hablan al nombrar enfermedades.

P. Tomás del Valle

Uno no sabe si el género humano es cínico, cruel o ignorante. O las tres cosas. Me refiero a esto cuando observo cómo se han etiquetado a lo largo de la historia las enfermedades. Y si eso era comprensible en el pasado, sumido en grandes ignorancias en torno al mundo y la existencia de virus, bacterias y demás fauna, no es aceptable ni comprensible en la sociedad actual.

Desde tiempos inmemoriales se le puso la etiqueta a la lepra como una enfermedad que manifestaba externamente el pecado del enfermo. Se habían trasgredido las reglas de comportamiento de determinada religión y esa divinidad castigaba con una enfermedad aparatosa, deformante. La podredumbre de la piel era símbolo de la podredumbre del alma. No fue hasta el siglo XIX que se vino a descubrir los orígenes de esta enfermedad y la simpleza de su curación. Nada de pecados o maldiciones divinas.

Pero esa costumbre de etiquetar a enfermos y enfermedades sigue siendo actual. Por ejemplo, cuando conocemos que una persona padece de cirrosis hepática lo primero que nos viene a la mente es lo borrachón que ha sido tal persona. Y enseguida afirmamos con contundencia: ése, un borrachón empedernido que hasta el agua de los floreros se bebía. Todo lo que se ha bebido o metido en el cuerpo no ha sido otra cosa que un golpe al hígado No podía acabar de otra manera que con un hígado destrozado. Quizás se contagió con una transfusión de sangre, o con la comida de un marisco contaminado, o debido a medicinas mal recetadas. No, es un borrachón y punto.

Son los pulmones los ventiladores del cuerpo humano, y de vez e

 

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