Tendencias | 16 MAY 06

Clonación: ahora el negocio se concentra en las mascotas

Los laboratorios norteamericanos esperan generar ganancias con perros, gatos y otros animalitos de ricos dueños, que los quieren recuperar luego de su muerte. Los británicos son los mayores clientes, seguidos por los japoneses y los australianos.

 


Por Ian Sample

Desde la tranquilidad de un laboratorio de alta seguridad, lejos del furor de la ética humana y la reprobación religiosa, algunos de los expertos en clonación más prestigiosos del mundo se reunieron en un proyecto innovador.

Los científicos trabajan a pedido y reciben embarques de tejido provenientes de todo el mundo, lo cultivan y lo congelan en nitrógeno líquido, dejando a las células en animación suspendida hasta que alguien les pida que las reaviven y creen clones.

Quien financia el esfuerzo es el multimillonario norteamericano John Sperling, que es dueño de tejido almacenado en los “criotanques” del laboratorio, todos muy controlados mediante alarmas. Cuando murió su perro Missy, extrajeron su tejido, que hoy descansa junto con el de otras mascotas, principalmente gatos. Para los que participan del proyecto, éste es el futuro de la clonación. Mientras la atención del mundo está centrada en si se debería permitir a los científicos clonar embriones humanos para crear células madre que potencialmente salven vidas, los expertos en clonación de la compañía Sperling, Genetic Savings and Clone, vieron el futuro y decidieron que es peludito.

El esfuerzo de clonación es más que entretenimiento para los adinerados y sentimentales amantes de los animales. Al comercializar la clonación, la compañía de Sperling avanza para sacar el tedioso y concienzudo arte de la clonación de las manos de los expertos de laboratorio y convertirlo en un proceso de alta producción y extremadamente rentable.

Según Ben Carlson, vocero de GSC en Madison, en el estado norteamericano de Wisconsin, más allá de Estados Unidos y Canadá donde la empresa concentra su estrategia de marketing, los británicos se han convertido en los mayores clientes, seguidos por los japoneses y los australianos. A los clientes se les dice que la clonación no reproducirá la mascota, pero se los tranquiliza con el argumento de que, genéticamente, será idéntica. Todos los clientes británicos hasta ahora optaron por el almacenamiento de muestras de tejido –por un pago único de hasta 1.400 dólares más un honorario mensual de 160 dólares- para que, en el futuro, puedan tener la opción de hacer clonar a su mascota.

La compañía empezó a cobrar por la clonación. Hasta ahora creó seis gatos para los dueños de mascotas que creen que nueve vidas no son suficientes. Los primeros clientes pagaron 50.000 dólares, un honorario que cayó a 32.000 dólares el año pasado.

El negocio se montó poco después de que el equipo de Ian Wilmut en el Instituto Roslin en Edimburgo, Gran Bretaña, creara a Dolly, una oveja clonada, en 1997. En medio de la ola de excitación, el profesor Sperling, un académico universitario y empresario, se contactó con los expertos Mark Westhusin y Duane Kraemer de la Univestidad A&M de Texas para clonar su propia raza de perro –una mezcla de colli y husky llamado Missy-. El proyecto, llamado Missyplicity, logró una primicia mundial en febr

 

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