Psiquiatría infantil | 20 ABR 06

Los bebés también pueden sufrir estados depresivos.

Los lactantes y niños en edad preescolar también se deprimen, aunque ese estado es más difícil de diagnosticar que en chicos mayores o adultos. Los síntomas que pueden brindar las pistas.

Por Laura Rosell *

Los bebés y los niños en edad preescolar también se deprimen, pero el estado depresivo es más difícil de detectar que en niños mayores o adultos, y muchas veces pasa inadvertido. “El niño de corta edad no tiene conciencia de la tristeza ni del estado de ánimo como lo tendría un adulto y hay que estar muy atentos a las pistas que nos dan su desarrollo emocional y físico para saber si está sufriendo”, explica Francisco Palacio Espasa, jefe del Servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente de Ginebra, psicoanalista y catedrático de Psiquiatría del Niño y del Adolescente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Ginebra (Suiza).

El bebé es como una maquinita que viene biológicamente preparada para iniciar un intercambio afectivo y llega al mundo con competencias sensoriales, motoras y afectivas con el fin de ligarse lo más rápido e intensamente posible con una persona para asegurarse la protección y la supervivencia.

Cuando el vínculo afectivo entre el recién nacido y la madre –y otras personas que lo cuidan– es positivo, el niño tiene interacciones afectivas positivas, va aprendiendo a través de la experiencia cómo conocerse a sí mismo, a sus padres y al mundo y organiza el camino hacia su propia autonomía. El bebé que está feliz se muestra básicamente alegre, seguro, disfruta con lo que recibe, solicita a las personas de su entorno y les contesta con agrado.

Por el contrario, cuando hay un déficit en el vínculo entre el lactante y su madre, los afectos negativos dificultan seriamente la posibilidad del intercambio afectivo y esto se refleja sobre todo en trastornos del humor y del desarrollo. “En la clínica –explica Palacio– vemos a padres que dicen ‘triste no está, porque llorar nunca llora’, pero esta afirmación puede ser un engaño, porque en la depresión temprana la expresión más manifiesta no es el llanto, sino la apatía y la inhibición en la iniciativa.”

El bebé deprimido sonríe muy poco o no sonríe, no parece responder a los estímulos que se le ofrecen y no reacciona si se lo deja con un extraño. Así, resultan sospechosas, según este psiquiatra, frases como “tiene ocho meses y es muy sociable, se va siempre con cualquiera”, porque lo normal a esa edad es tener “angustia de separación” y llorar, no cuando se observa a un desconocido desde los brazos de los papás, pero sí cuando el extraño hace ademán de querer tomarlo en brazos.

“Es tan bueno, parece que no sea niño”, es otra frase que puede hacer pensar en una depresión, porque los bebés lo que quieren es atraer la atención cuando q

 

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