Una conducta que se asocia a múltiples situaciones de riesgo. | 10 ABR 06

La ciencia busca las causas de la impulsividad.

Recientes estudios hallaron genes que ayudan a explicarla.

NUEVA YORK.- Hacerse la rata, desaparecer por el fin de semana, echarse una cana al aire: la espontaneidad puede ser una manera saludable de desafiar la rutina, una expresión de agotamiento del deseo, dicen los psicólogos. Sin embargo, para los científicos que estudian las enfermedades mentales y las adicciones, la conducta impulsiva -la tendencia a actuar o reaccionar sin pensar demasiado- aparece como una verdadera plaga.

En los últimos años, numerosos estudios han relacionado la impulsividad con altos riesgos de tabaquismo, alcoholismo y drogadicción. Las personas que intentan suicidarse tienen alto puntaje en las mediciones de impulsividad, al igual que las adolescentes con problemas alimentarios. La agresión, el juego compulsivo, los severos desórdenes de personalidad y el déficit de atención se asocian con altos niveles de impulsividad, un problema que afecta a alrededor del 9% de los estadounidenses.

Ahora los investigadores han empezado a resolver la contradictoria naturaleza de la impulsividad, identificando los elementos que diferencian una experimentación benigna de los actos autodestructivos. Los últimos trabajos en investigación cerebral y psicología ayudan a explicar cómo se desarrollan las tendencias impulsivas y en qué casos pueden llevar por mal camino a las personas.

Una potente combinación de genes y experiencias tempranas emocionalmente desorientadoras colocan a los individuos en situación de alto riesgo, al igual que ciertos instintos personales muy bien conocidos.

"Lo que estamos viendo -dijo Charles Carver, psicólogo de la Universidad de Coral Gables, Florida-son pruebas que indican que cuando las áreas prefrontales corticales del cerebro, donde se asienta su sistema de supervisión, no funcionan bien, eso interfiere con la conducta reflexiva y las consecuencias suelen ser desagradables".

Sin medir el peligro

La gente que puede jugar, parrandear o probar drogas duras y salir bien librada tiene una capacidad innata para el riesgo, según sugieren todos los estudios realizados al respecto. Están preparados para los peligros o simplemente corren riesgos controlando su conducta de manera semiconsciente; sorbiendo lentamente su cóctel, inhalando con precaución o manteniendo un pie en el borde del abismo por si deben retirarse.

Contrariamente, los individuos dominados por sus impulsos suelen confiar en sus primeras impresiones de manera implícita y absoluta.

Los expertos afirman que esta diferencia en la capacidad de autorregulación se basa, en parte, en la variación genética. En un estudio publicado en marzo, investigadores del Instituto Nacional de Salud Mental tomaron muestras de sangre de 142 voluntarios sanos y analizaron un gen llamado MAOA, que induce la producción de una enzima que reduce la actividad de una sustancia química cerebral llamada serotonina, que ejerce gran influencia sobre el estado anímico.

Los investigadores realizaron tomografías del cerebro de los participantes para medir el control de sus imp

 

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