Investigación de la Universidad Favaloro | 06 NOV 05

Denuncian estafas con tratamientos para adelgazar

Un equipo de médicos recorrió 25 consultorios de "especialistas" en obesidad. Se encontraron con un negocio demasiado peligroso: nutricionistas truchos, recetas delicadas para la salud y diagnósticos disparatados. Los agujeros legales y la falta de control que favorecen el fenómeno.

El caso Rímolo podría haber servido para algo más. Podría haber tenido otra función, más allá de "entretenernos" en programas de chimentos y no tanto. Pero no. La alarma pública ante una muerte desencadenada por un tratamiento para adelgazar prescripto por una falsa médica duró apenas unos días. El escándalo que siguió quedó reducido a la popularidad de Giselle y de su ex pareja, Silvio Soldán. En el terreno específico de la salud, las consecuencias fueron efímeras: decenas de supuestos especialistas en obesidad siguen "tratando" gente en nuestro país con terapias de dudoso origen, eficacia incierta y riesgos más que probables.

Así lo refleja una investigación conducida por el especialista en obesidad Jorge Braguinsky, director del Posgrado en Nutrición de la Universidad Favaloro, y realizada por los médicos Laura Chiattone, Ignacio Spilberg y Raquel Wolfenson. Los profesionales se presentaron como si fueran pacientes en 25 "consultorios" de Capital Federal y el conurbano, donde ofrecían tratamientos milagrosos o terapias "raras" para adelgazar y comprobaron delitos y estafas graves.

El tema se inscribe en una problemática aún mayor: según reconocen especialistas y autoridades nacionales y porteñas, en la lucha contra el sobrepeso y la obesidad hay, además de inescrupulosos, infinidad de agujeros legales, normas de sospechosa laxitud y conflictos de competencia que favorecen el descontrol y abandonan al paciente a su propia suerte.

"Nos propusimos investigar el charlatanismo y la mala praxis en el tratamiento de la obesidad —cuenta Chiattone—. Habíamos recogido el testimonio de pacientes que habían sido estafados o seducidos por personas que ofrecían soluciones mágicas y algunas cosas sonaban tan increíbles que quisimos experimentarlas en carne propia".

El pasacalle despliega su seducción en la estación de trenes de Bella Vista: "Adelgace sin esfuerzo. Baje de 6 a 8 kilos en la primera semana. Sin efecto rebote, sin pastillas, con auriculoterapia", propone. Al pie, un teléfono y la tarifa: 20 pesos la visita. El anzuelo recoge sus presas: dos hermanos y una amiga (los médicos, en realidad) se entregan a la consulta. En una casa de familia los recibe una sesentona que "promociona" al doctor mostrando una oreja con varias semillas sostenidas con cinta plástica. "Acá bajás de peso sí o sí", asegura y les hace precio: "15 per cápita", sonríe, mientras un supuesto doctor que dice tener posgrado los recibe en una habitación oscura.

"Dijimos tener depresión, atracones, bulimia y antecedentes de diabetes, colesterol alto e hipertensión arterial. Nos hizo pasar al baño de a uno y nos pesó vestidos, con zapatos, algo que un médico jamás puede hacer", explica Spilberg. "Después nos dijo que evitáramos las grasas pero nos hizo una dieta hipergrasa —con aceites y carnes—, nos puso un par de "aros de juguete" y nos aseguró que tendríamos menos ganas de comer. Nunca supimos si era médico, pero sin duda era un estafador", subraya Spilberg.

Durante la investigación, los médicos iban de a dos o de a tres, como pareja, hermanos o amigos. Fueron atendidos en casas de familia, gabinetes de masaje, quinchos, garajes y hasta gimnasios. Detrás del "especialista" encontraron desde médicos hasta amas de casa, tarotistas, astrólogos, masajistas y supuestos médicos chinos. Y les ofrecieron desde dietas, pastillas y auriculoterapia (estimulación de puntos de la oreja) hasta "parches antiobesidad", "aros anticolesterol" y "plantillas mágicas".

La investigación se hizo entre abril y noviembre del 2004. Los "casos" fueron seleccionados al azar de publicidades en medios gráficos, volantes callejeros, pasacalles y testimonios personales. Llegaron a pagar 400 pesos la consulta y les pasaron presupuestos de hasta 3.000 pesos. "Algunos son tan hábiles que por momentos hasta me confundieron. Hasta parece que saben...", confía Chiattone.

"Muchos de estos personajes no tenían ninguna capacitación y se proponían como grandes expertos. El problema es que sus propuestas son seductoras y la gente las compra. Y este anzuelo es especialmente tentador para los obesos, porque en general prueban de todo y en busca de un milagro caen en cualquier lado", comenta Spilberg.

Casa de familia en Lomas del Mirador. Una mujer que asegura ser doctora holística —y hasta relata un pasado en el Hospital de Clínicas—, los hace pasar a una habitación con poca luz, una balanza de baño y una cama con aires de camilla. Chiattone dice tener trastornos de ansiedad y problemas con la comida; Wolfenson, trastornos de imagen corporal, y Spilberg, diabetes e hipertensión. La mujer le dice a Spilberg que "estás pelado y con andropausia" y suelta, sin más: "Debés tener problemas sexuales, ¿no?". Después lo pesa vestido y le toma la presión sobre el pulóver: "Sos hipertenso. Te tengo que medicar", le dice, y le da diuréticos.

"No sólo no es hipertenso sino que le tomó la presión de cualquier manera, arriesgó sin fundamento diagnósticos difíciles de digerir (lo cual supone un gran maltrato) y le dio diuréticos cuando él le había dicho que era diabético, eso está contraindicado", se enoja Chiattone, a quien no le fue mejor: la "doctora" le dio unas pastillas que "ella misma vende" y "auriculoterapia tan efectiva como la medicación". "La mujer nos dio fármacos antiobesidad (fluoxetina y mazindol) y diuréticos, diciendo que era algo natural. Es gravísimo. Como es grave que algunos colegas, para cobrar, prescriban sustancias que son inocuas para adelgazar", sentencia.

Fue como hacer una cámara oculta, pero sin cámara. El registro tenía fines médicos y éticos: expertos en obesidad viendo con sus propios ojos cómo otros se aprovechan de la desesperación de la gente. "Decíamos que queríamos bajar de peso y planteábamos algún otro problema asociado al sobrepeso, como diabetes, hipertensión. Contábamos síntomas que describen cuadros clínicos claros y discutíamos entre nosotros para que pareciera más real", repasa Chiattone.

Las publicidades en medios locales hablaban de "dieta china, micro-esferas naturales y cambios metabólicos", pasaportes a una pérdida de entre 3 y 6 kilos en quince días. "Sin agujas y sin dolor". Promesas que el "terapeuta" inflará cuando reciba a los "pacientes" en un consultorio de Ramos Mejía, "uno de los 80 que tiene", según fanfarronea. Mientras lo esperan, el timbre suena y resuena y una secretaria les da tres fotocopias con la dieta, "para no perder tiempo". No sólo es la misma para los tres, sino que de china no tiene nada. Sólo incluye los consejos del controvertido doctor Robert Atkins, autor de una peligrosa dieta que suprime hidratos de carbono y azúcar.

Chiattone y Spilberg fundamentaron su visita en un hambre desmedido y dificultades para cuidar el peso, y mencionaron estudios clínicos que "no dieron muy bien". El hombre les respondió que "con la auriculoterapia podrán comer todo el día" y que la "acupuntura reemplazará a la medicina ortodoxa por su fracaso con la obesidad". Después selló la hoja con un número de matrícula de cuatro cifras —que no existe— y los despidió con un portazo. "Una estafa del principio al fin", resume Spilberg.

Según fuentes del Ministerio de Salud, la "auriculoterapia —agujas o aros que estimularían centros energéticos— no está reconocida. Existe la acupuntura, que no es ilegal, pero algunos usos también son éticamente cuestionables".

Los médicos/pacientes se llevaron de los "consultorios" tarjetas "profesionales" firmadas y selladas, prescripciones, aritos para acupuntura, dietas impresas y presupuestos de tratamientos. "Está todo documentado. Pero lo peor fue lo que vimos y escuchamos", asegura Chiattone.

"Explotan la falta de acceso de la gente a tratamientos serios. Hay que tomar conciencia de que la obesidad es una enfermedad, y que el tratamiento debe considerar toda la situación clínica. El problema no es que se medique, sino quién y cómo", advierte Braguinsky.

La mujer se propone como dentista homeópata y asegura ser especialista en un "procedimiento energético dietético depurativo" que resuelve los problemas de obesidad. Trabaja a unas cuadras del Obelisco y recibe a pacientes sólo por recomendación, algo que chequea muy bien antes de dar su dirección. Al llegar, cobra 40 pesos y va a los bifes: "¿Sobrepeso y diabetes? Con mi método va a equilibrar las dos patologías". Deja su silla y se para detrás de Spilberg.

"Puso sus manos sobre mi ca beza y me dijo que me estaba transmitiendo energía porque estaba atravesando un serio cuadro depresivo —relata él—. Me recomendó 'infusiones que dan vigor y depuran los pensamientos tóxicos' y me medicó con homeopatía. Fue el extremo de la chantología", se ofusca el especialista.

A Braguinsky no le sorprende que las "soluciones mágicas y el charlatanerismo" asomen en el terreno del sobrepeso. "Se asocia la obesidad al fracaso del tratamiento y a la falta de voluntad. Estas propuestas operan sobre la desesperación. En la contradicción que hay entre la imagen corporal socialmente exigida y las posibilidades de tenerla florecen estos atajos", dice.

"Algunos dan cócteles de pastillas que tienen cualquier cosa. La gente toma diez por día y ni imagina las consecuencias que puede tener más adelante, el riesgo que implican", inquieta. "Hay varios delitos (como mala praxis y ejercicio ilegal de la medicina) y faltas éticas graves en otros casos. Lo llamativo es que nosotros lleguemos a ellos tan fácilmente (buscando en una revista o recogiendo un volante) y que los inspectores y las autoridades sanitarias no los persigan".

Desde la Dirección de Registro, Fiscalización y Sanidad de Fronteras del Ministerio de Salud le responden sin contradecirlo: "Se hacen cada tanto inspecciones sobre publicidades, pero muchos no tienen dirección o ponen un celular o una página Web y es difícil encontrarlos. En general la investigación arranca con una denuncia, pero hay muy pocas. Sólo las sociedades de Nutrición y otras entidades nos traen algunos casos. Es muy difícil controlarlos", reconocieron a Clarín.

Braguinsky subraya que los tratamiento

 

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