La revascularización precoz luego de un infarto agudo de miocardio (IAM) reduce la mortalidad a menos del 4% si se consigue una revascularización satisfactoria, se eleva al 6,6% si la revascularización es pobre y puede alcanzar el 10% si no se logra ninguna revascularización de la arteria ocluida. La diferencia entre cada uno de estos valores es altamente significativa. Se ha demostrado además que los beneficios de la revascularización se extienden hasta 12 años.
Por su parte, la terapéutica trombolítica está limitada a no más del 80% de la población con IAM debido a la presencia de antecedentes de hemorragia, hipertensión y reacciones al agente trombolítico. La restauración del flujo se obtiene en el 32 % de los casos si se emplea estreptoquinasa y en el 54% de los casos si se emplea alteplase.
En forma opuesta la angioplastia es un procedimiento mecánico que puede aplicarse a casi todos los pacientes, actúa sobre la arteria culpable y, en forma inmediata se conoce si ésta ha sido revascularizada satisfactoriamente.
Un metanálisis sobre 23 estudios aleatorizados comparó la angioplastia con la trombólisis donde se evidenció la superioridad del primer procedimiento sobre el segundo en lo que respecta a mortalida
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