Los avances en la resucitación del shock han ocurrido durante los conflictos militares a causa de la concentración de la experiencia en pacientes. Con otros conflictos alrededor del mundo que probablemente involucrarán tanto a personal militar como civil, ¿qué ulteriores avances deberíamos esperar en los próximos años? La resucitación en el shock es una intervención obligatoria que con su refinamiento ha cambiado la epidemiología de las muertes por trauma. Durante la 1º Guerra Mundial, debido a las hipótesis de las toxinas en las heridas no se realizaba resucitación preoperatoria y murieron muchos soldados. En la 2º Guerra Mundial y en el conflicto de Corea, debido al concepto erróneo sobre la hemoconcentración, se administraron coloides y eventualmente sangre de banco, transformando a la resucitación en una atención estándar.
Mejoró la sobrevida temprana pero muchas víctimas murieron posteriormente por falla aguda renal. Durante el conflicto en Vietnam, con el reconocimiento que el espacio del fluido extracelular tenía que estar repleto, grandes volúmenes de soluciones isotónicas de cristaloides reemplazaron a los coloides para la resucitación inicial en el shock. Las tasas de mortalidad y la incidencia de insuficiencia renal aguda disminuyeron, pero surgió el síndrome del distrés respiratorio del adulto como la mayor causa de morbilidad y mortalidad. A través de la década de 1970 y comienzos de la de 1980 se desarrollaron las unidades de terapia intensiva (UTI), en donde las tecnologías avanzadas y la mejora de los cuidados le permitieron a los pacientes con falla de un solo órgano sobrevivir por largos períodos. Los pacientes ya no morían más por insuficiencia renal aguda o por síndrome de distrés respiratorio del adulto, pero desarrollaban fallas multiorgánicas que - en ese momento - generalmente eran fatales.
Desde mediados de la década de 1980 hasta el presente, se han implementado los sistemas regionales de trauma, en los cuales los pacientes más gravemente lesionados son rápidamente seleccionados para los centros de trauma de nivel 1, en donde se les brinda una rápida intervención y una pronta atención definitiva [1]. Consecuentemente, la epidemiología de la muerte por trauma ha cambiado [2]. Las tasas de muerte hospitalaria temprana por pérdida de sangre se redujeron con la introducción de la cirugía de control de daños. Por ejemplo, la laparotomía para control de daños está bien establecida en la atención quirúrgica inicial de los pacientes con graves lesiones en el torso, y resultados consistentes han sido logrados en Estados Unidos y Europa [3].
Esos pacientes, sin embargo, permanecen con alto riesgo de falla multiorgánica [4]. Aunque las tasas de mortalidad por la falla de múltiples órganos está descendiendo, sigue siendo la mayor causa de las estadías prolongadas en las UTIs. A medida que aprendemos más sobre la relación entre la agresión traumática inicial del shock, la resucitación obligatoria y la respuesta inflamatoria disfuncional que causa la falla de múltiples órganos, algunas observaciones desconcertantes indican que nuestro abordaje fundamental a la resucitación necesita ser revalorado [5-10]. El propósito de este trabajo es realizar una breve revisión de la resucitación tradicional, discutir sus defectos inherentes a la luz de nuestro entendimiento actual de la patogénesis de la falla multiorgánica e identificar métodos alternativos de resucitación con fluidos, control de la hemorragia y técnicas de monitoreo que puedan ser usadas en el futuro cercano para mejorar los resultados.
Artículo comentado por el Dr. Rodolfo Altrudi, editor responsable de IntraMed en la especialidad de Cirugía General.
Primera parte
La nueva generación en la resucitación del shock
Nuevas tecnologías pueden mejorar la atención temprana prehospitalaria para prevenir o revertir más rápidamente la hipoxemia, hipovolemia y el comienzo del shock.
Autor/a: Dres. Moore FA, McKinley BA, Moore EE.
Indice
1. Desarrollo
2. Resucitación tradicional
3. El disparador de la transfusión
4. Objetivos finales de la resucitación