El pasado jueves, la ciudad de Madrid se enfrentaba, nada más comenzar la mañana, a la peor tragedia de su historia. Cuatro explosiones hacían saltar por los aires, con pocos minutos de diferencia, varios vagones de tres trenes de cercanías repletos de pasajeros que se dirigían a sus lugares de trabajo o a sus centros de estudios.
Inmediatamente se activó el Plan de Emergencia ante las Catástrofes y dotaciones de la Policía Municipal, el cuerpo de Bomberos, el SUMMA, Protección Civil, Cruz Roja y voluntarios lograron que en muy poco tiempo todos los afectados hubieran sido evacuados y distribuidos por una red hospitalaria que ha funcionado de manera envidiable.
Los profesionales que acababan el turno de noche alargaron su jornada, otros que estaban de vacaciones o en su día libre se incorporaron sin dudarlo a su puesto de trabajo. Los gabinetes de crisis de todos los centros se pusieron en marcha y los quirófanos funcionaban como si hubiera una guerra. Este esfuerzo ha hecho posible que en menos de 48 horas se haya atendido a 1.463 personas (987 en hospitales públicos, 22 en clínicas privadas, 204 en diversos centros de atención primaria y 250 en hospitales de campaña).
Asimismo, ya se han practicado todas las autopsias de los casi 200 fallecidos y sólo restan por identificar los cadáveres en peores condiciones. Los bancos de sangre están llenos (aunque harán falta más donaciones en estos días). También se está brindando asistencia psicológica a los familiares. «Tenemos un sistema sanitario mayor de edad, capaz de enfrentarse a las situaciones más dramáticas», afirman fuentes de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid.