Las pautas para tratar farmacológicamente el trastorno de pánico han ido variando a lo largo del tiempo. Los antidepresivos tricíclicos y los inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) fueron los primeros en ser empleados, aunque los efectos colaterales y su estrecha seguridad dieron lugar a que en los últimos 15 años fueran reemplazados por las benzodiacepinas.
No obstante, a largo plazo las benzodiacepinas pueden llevar a la adicción, y su efecto sedativo resulta adverso para algunos pacientes. Tampoco son suficientes en el caso de comorbilidad con depresión mayor, y pueden ser letales cuando se las combina con alcohol. Sobre la base de estas consideraciones la guía de la Asociación Psiquiátrica Americana para el tratamiento de pacientes con trastorno de pánico (APA´s Practice Guideline for the Treatment of Patients With Panic Disorder) indica a los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS) como tratamiento de primera línea para este trastorno, por entender que presentan el equilibrio más favorable entre eficacia y efectos adversos: son más seguros en caso de sobredosis y presentan una menor tasa de efectos adversos que los tricíclicos e IMAO.
Los autores de este estudio tuvieron el propósito de examinar el uso a largo plazo de las medicaciones psicotrópica en pacientes con trastorno de pánico, enrolados en el Proyecto de Investigación sobre Ansiedad de Harvard/Brown (Harvard/Brown Anxiety Research Project), un estudio prospectivo, longitudinal, multicéntrico, de adultos con historia pasada o presente de trastornos de ansiedad. Examinaron el empleo de ISRS y benzodiacepinas a lo largo de una década para determinar si hubo virajes en la prescripción debido a la disponibilidad de nuevos agentes farmacológicos, y guías revisadas para el tratamiento del trastorno de pánico.
Método:
Un total de 443 pacientes reunieron los criterios para trastorno de pánico con o sin agorafobia, de los 711 sujetos que entraron inicialmente al estudio provenientes de 30 consultorios de 11 clínicas del área de Nueva Inglaterra (EUA). Los criterios de inclusión fueron un diagnóstico pasado o presente de los siguientes trastornos al ingreso: trastorno de pánico con o sin agorafobia, agorafobia sin trastorno de pánico, fobia social y trastorno de ansiedad generalizada. Además los participantes debían tener un mínimo de 18 años de edad y dar su consentimiento informado. Los criterios de exclusión fueron: algún síndrome orgánico cerebral, e historia de esquizofrenia o psicosis al ingreso. Se admitió cualquier otra comorbilidad.
Los datos del estudio derivan de la entrevista diagnóstica estructurada administrada al ingreso (1989-1991) y entrevistas de seguimiento semestrales -en los dos primeros años- y anuales después, en los 10 años subsiguientes (1991-2001). La evaluación comprendió también información acerca de la evolución semanal de los síntomas, comorbilidad psiquiátrica y funcionamiento psicosocial. Cada 6-12 meses se obtuvo información de los pacientes acerca del tratamiento farmacológico, que incluyó tipo de medicación, dosis diaria promedio y si la tomaban en las dosis necesarias. Los instrumentos empleados para obtener la información mostraron una confiabilidad entre buena y excelente.
A través de los datos obtenidos y los complejos análisis estadísticos realizados los investigadores pudieron examinar cómo las variaciones producidos a partir de una variable predictora en el tiempo influenciaba el uso de un ISRS o una benzodiacepina. También se efectuaron análisis estadísticos para pacientes con trastorno de pánico en remisión para examinar si alguna modalidad de medicación (ISRS, benzodiacepinas, monoterapia, tratamiento farmacológico combinado) aumentaba la probabilidad de remisión.
Artículo comentado y traducido por la Lic. Alicia Kasulin, editora responsable de IntraMed en la especialidad de Psiquiatría.