La obesidad desempeña un papel central en el síndrome de resistencia a la insulina que incluye hiperinsulinemia, hipertensión, hiperlipidemia, diabetes mellitus tipo 2, y un aumento del riesgo de enfermedad cardiovascular. Se ha detectado además en niños, un crecimiento alarmante de diabetes tipo 2.
Obesidad y síndrome de resistencia a la insulina
La asociación de obesidad con síndrome de resistencia a la insulina y riesgo cardiovascular no solo está relacionada con el grado de obesidad sino que también depende en forma crítica de su distribución. Los individuos con adiposidad central desarrollan este síndrome más frecuentemente que aquellos con una distribución periférica de la grasa.
La disminución del peso corporal de un 10 a 15% produce una marcada reducción de riesgo cardiovascular y también aumenta la sensibilidad a la insulina.
Hipertensión y síndrome de resistencia a la insulina
La insulina aumenta la retención renal de sodio mientras que aumenta la depuración plasmática de agua libre. La resistencia a la insulina también promueve la actividad del sistema nervioso simpático y estimula el crecimiento del músculo liso vascular. Se ha demostrado que los niveles de insulina se encuentran aumentados en individuos hipertensos o de presión arterial en el límite superior de lo normal.
Alteración del perfil lipídico y síndrome de resistencia a la insulina
La asociación entre obesidad y dislipidemia observada en adultos también ha sido documentada en niños y adolescentes. Generalmente prevalece una elevación de la LDL y los triglicéridos, junto con una disminución de la HDL. En estudios más recientes también se consideró a la resistencia a la insulina como un factor implicado. Investigadores del Bogalusa Heart Study informaron que en comparación con niños de peso normal en edad escolar, niños de la misma edad con sobrepeso tenían entre 2,4 y 7,1 más veces de tener hipercolesterolemia total, aumento de la LDL y de los triglicéridos y 12,6 veces más posibilidades de hiperinsulinemia.
Los mecanismos de este fenómeno serían varios. La hiperinsulinemia aumenta la síntesis hepática de lipoproteínas de muy baja densidad y por lo tanto puede contribuir en forma directa a un aumento de los valores de triglicéridos y de LDL. La resistencia a la insulina sobre la lipoproteína lipasa en los tejidos periféricos puede también contribuir a un aumento de los triglicéridos y de la LDL. Esta resistencia a la insulina sería también responsable de los bajos niveles del HDL-colesterol en pacientes con diabetes tipo 2 a pesar de una mayor síntesis de HDL y esto se debería a un aumento de la frecuencia de degradación de apolipoproteína A1/HDL colesterol, que excede la tasa de producción de HDL.
Diabetes mellitus tipo 2 en niños y adolescentes
El aumento de diabetes tipo 2 en la población infantil y adolescente corre paralelo al aumento de obesidad. La diabetes tipo 2 transcurre asintomática en su etapa precoz lo cual dificulta el diagnóstico. La presencia de moniliasis vaginal debe hacer sospechar que la paciente puede tener diabetes. La obesidad es un componente casi constante en los niños y adolescentes con diabetes. La prevalencia de hipertensión oscila entre 17 y 32% y la de hipertrigliceridemia es casi similar.
Estos pacientes desarrollan albuminuria luego de una evolución relativamente breve de su síndrome, lo que indica una mayor predisposición a lesión de órgano blanco.
Detección, estudios y tratamiento de esta población infantil en riesgo
Los niños que hay que evaluar son aquellos que presentan:
a) sobrepeso
b) antecedentes familiares de diabetes
c) signos de resistencia a la insulina (acantosis nigricans, hipertensión, dislipidemia, síndrome de ovario poliquístico)
El diagnóstico de diabetes se efectúa determinando la glucemia en ayunas o el valor a las 2 horas de una prueba de tolerancia a la glucosa. Es importante saber que aunque la glucemia sea normal, el niño puede tener diabetes o estar en riesgo de desarrollarla en el futuro.
Los niños que no tienen glucemia elevada pueden tener otras características del síndrome de resistencia a la insulina como diabetes, hipertensión, e hipercolesterolemia.
Los factores que determinan que ciertos individuos progresen más que otros hacia una diabetes mellitus tipo 2 no están bien dilucidados. Existe una fuerte predisposición familiar y en el futuro, los marcadores genéticos pueden ayudar a identificar quién es el familiar que se encuentra en mayor riesgo de desarrollar diabetes.
El tratamiento del niño y adolescente obeso con diabetes mellitus tipo dos no difiere respecto del adulto. En primer término se debe corregir la obesidad con dieta hipocalórica y actividad física. Se calcula que una pérdida de peso entre el 10 y 15% produce un beneficio sustancial, pero si es necesario se administrarán agentes orales.
Conclusión
El mejor abordaje de esta constelación de alteraciones metabólicas es la detección precoz y un tratamiento agresivo, de lo contrario son pacientes que en el futuro desarrollarán complicaciones cardiovasculares y lesión de órganos blancos con el consiguiente deterioro físico y el aumento en los costos de salud.
Artículo comentado por el Dr. Ricardo Ferreira, editor responsable de IntraMed en la especialidad de Cardiología.