Una reflexión del Dr. Ernesto Gil Deza | 20 MAY 24

Elogio del examen clínico

La educación intelectual, sensorial, emocional y existencial.
Autor/a: Dr. Ernesto Gil Deza 

Esta es o quiere ser una autocrítica a nuestro trabajo docente.

Desde segundo año de la carrera ejerzo en la docencia (de ayudante de cátedra a director de carrera), por lo que llevo ya 46 años haciéndolo, aunque a fuer de ser sinceros empecé como profesor de religión, en mi colegio, un par de años antes, cuando finalizaba el secundario.

A lo largo de todo este tiempo he aprendido que los docentes básicamente servimos para tres cosas: transmitir conocimiento, enseñar habilidades e inspirar el trabajo de otros.

En la formación médica eso significa: enseñar un lenguaje nuevo; desarrollar una ciencia aplicada a la dilucidación de las estructuras, formas, relaciones y funciones del organismo vivo; aproximar al alumno al estudio, clasificación, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades; fomentar la deliberación moral para una conducta ética con los pacientes y sus familias y comprometerlo en el cuidado de la salud poblacional y del ambiente.

Todos los programas de formación incluyen más o menos lo mismo. Para poder transmitir esos conocimientos, habilidades e inspiraciones, un punto crucial es la educación intelectual, sensorial, emocional y existencial.

La educación intelectual, fundamentalmente está relacionada con el reconocimiento de la verdad. ¿Qué es verdadero? ¿Qué es demostrable? ¿Qué son hechos y qué son opiniones? Podríamos sintetizarlo en la transmisión de los aspectos científicos de la medicina.

La educación sensorial, fundamentalmente está relacionada con la capacidad de observar y comprender. Como decía Jorge Wagensberg: observar es detectar lo que tienen de distinto los iguales y comprender es descubrir lo que tienen de iguales lo distinto. Saber ver, palpar, percutir, auscultar, oler, gustar, escuchar, han hecho de los médicos instrumentos exquisitos para detectar anomalías en el estado de nuestros pacientes. Pero además de detectar alteraciones tenía un beneficio adicional generaba confianza en nosotros mismos.

La educación emocional se centra en el desarrollo de la empatía, que es la clave de una comunicación prudente (pensar antes de hablar), honesta (hablar con la verdad) y afectuosa (adecuada a las necesidades y condiciones del paciente). Sobre todo, ayuda a que el médico comprenda que su palabra es un medicamento con efectos beneficiosos y adversos, dosis, indicaciones y contraindicaciones, formas de administración y coadyuvantes.

La educación existencial está relacionada con otra acepción de la palabra sentido. La medicina es una profesión al servicio del enfermo, del necesitado, del menesteroso, del doliente, del vulnerable, de aquel que deposita su confianza en nosotros. Por eso está relacionado con el desarrollo de la conciencia, de la sobriedad, de la autolimitación, del resguardo del secreto, del cuidado de la intimidad.

Hoy tenemos poderosos instrumentos para escudriñar la intimidad de la célula, detectar alteraciones milimétricas en nuestros tejidos y predecir con elevada certeza el número de días por vivir.

Tenemos también armas cada vez más poderosas, algunas se aproximan al milagro: podemos fertilizar a una virgen, hacer oir un sordo, ver a un ciego y hacer caminar un paralítico.

  • Podemos vencer una infección, bajar la glucemia de un diabético, reemplazar el funcionamiento de los pulmones, el corazón y los riñones.
     
  • Podemos darle un hígado nuevo a un alcohólico, sortear el daño de los quimioterápicos, modular el sistema inmune y editar el genoma.
     
  • Podemos registrar los cambios en el sueño, la comida o el ejercicio, predecir lo que alguien va a decir y hasta ver la activación cerebral de sus pensamientos.
 

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