Su mera presencia puede tener un alto costo cognitivo | 02 OCT 23

El teléfono celular y el fenómeno del "drenaje de cerebros"

Puede ocupar recursos cognitivos de capacidad limitada
Autor/a: Adrian F. Ward, Kristen Duke, Ayelet Gneezy, and Maarten W. Bos Brain Drain: The Mere Presence of Ones Own Smartphone Reduces Available Cognitive Capacity

Resumen

Nuestros teléfonos inteligentes permiten (y fomentan) una conexión constante con la información, el entretenimiento y entre personas. Ponen el mundo a nuestro alcance y rara vez se apartan de nuestro lado. Aunque estos dispositivos tienen un inmenso potencial para mejorar el bienestar, su presencia persistente puede tener un costo cognitivo. En esta investigación, probamos la hipótesis de la "drenaje de cerebros" de que la mera presencia del propio teléfono inteligente puede ocupar recursos cognitivos de capacidad limitada, dejando así menos recursos disponibles para otras tareas y socavando el rendimiento cognitivo.

Los resultados de dos experimentos indican que incluso cuando las personas logran mantener una atención sostenida (como cuando evitan la tentación de revisar sus teléfonos), la mera presencia de estos dispositivos reduce la capacidad cognitiva disponible. Además, estos costos cognitivos son más altos para quienes tienen mayor dependencia de los teléfonos inteligentes. Concluimos discutiendo las implicaciones prácticas de esta fuga de cerebros inducida por los teléfonos inteligentes para la toma de decisiones y el bienestar del consumidor.


“Todos entendemos las alegrías de nuestro mundo siempre conectado: las conexiones, las validaciones, las risas... la información. … Pero apenas estamos empezando a entender los costos.” Andrew Sullivan (2016)

Introducción

La proliferación de teléfonos inteligentes ha marcado el comienzo de una era de conectividad sin precedentes. Los consumidores de todo el mundo están ahora constantemente conectados con amigos lejanos, entretenimiento sin fin e información prácticamente ilimitada. Con teléfonos inteligentes en mano, verifican el clima desde la cama, intercambian acciones (y chismean) mientras están atrapados en el tráfico, exploran posibles parejas románticas entre citas, realizan compras en línea mientras están en la tienda y transmiten en vivo las experiencias de cada uno, en tiempo real, desde lados opuestos del globo. Hace apenas una década, este estado de conexión constante habría sido inconcebible; hoy parece indispensable.

Los propietarios de teléfonos inteligentes interactúan con sus teléfonos un promedio de 85 veces al día, incluso inmediatamente después de despertarse, justo antes de irse a dormir e incluso en medio de la noche. El noventa y uno por ciento informa que nunca sale de casa sin sus teléfonos y el 46% dice que no podría vivir sin ellos. Estos dispositivos revolucionarios permiten el acceso bajo demanda a amigos, familiares, colegas, empresas, marcas, minoristas, videos de gatos y mucho más. Representan todo lo que el mundo conectado tiene para ofrecer, condensado en un dispositivo que cabe en la palma de la mano y casi nunca se aleja.

Proponemos que la mera presencia del propio teléfono inteligente puede inducir una "drenaje de cerebros" al ocupar recursos cognitivos de capacidad limitada con fines de control de la atención. Debido a que el mismo conjunto finito de recursos atencionales sustenta tanto el control atencional como otros procesos cognitivos, los recursos reclutados para inhibir la atención automática al teléfono no están disponibles para otras tareas, y el desempeño en estas tareas se verá afectado. Diferenciamos entre orientación y asignación de atención y argumentamos que la mera presencia de teléfonos inteligentes puede reducir la disponibilidad de recursos de atención incluso cuando los consumidores logran controlar la orientación consciente de la atención.

Capacidad cognitiva y comportamiento del consumidor

La capacidad finita de los consumidores para el procesamiento cognitivo es una de las influencias más fundamentales en el comportamiento del consumidor en el "mundo real". Los individuos están constantemente rodeados de información potencialmente significativa; sin embargo, su capacidad para utilizar esta información está consistentemente limitada por sistemas cognitivos que son capaces de atender y procesar sólo una pequeña cantidad de la información disponible en un momento dado. Este límite de capacidad da forma a una amplia gama de comportamientos, desde estrategias de toma de decisiones en el momento y desempeño hasta la búsqueda de objetivos a largo plazo y la autorregulación.

Las capacidades cognitivas (y las limitaciones) de los consumidores están determinadas en gran medida por la disponibilidad de recursos atencionales de capacidad limitada y de dominio general asociados tanto con la memoria de trabajo como con la inteligencia fluida. La “memoria de trabajo” (WM) se refiere al sistema cognitivo teórico que respalda la cognición compleja al seleccionar, mantener y procesar activamente información relevante para las tareas y/o objetivos actuales. La “capacidad de memoria de trabajo” (WMC) refleja la disponibilidad de recursos de atención, que cumplen la función “ejecutiva central” de controlar y regular los procesos cognitivos en todos los dominios. La “inteligencia fluida” (Gf) representa la capacidad de razonar y resolver problemas nuevos, independientemente de cualquier contribución de las habilidades adquiridas y los conocimientos almacenados en la “inteligencia cristalizada”. Fundamentalmente, la capacidad limitada de estos recursos de dominio general dicta que el uso de recursos de atención para un proceso o tarea cognitiva deja menos recursos disponibles para otras tareas; en otras palabras, ocupar recursos cognitivos reduce la capacidad cognitiva disponible.

Dado el desajuste crónico entre la abundancia de información ambiental y la capacidad limitada para procesar esa información, los individuos deben ser selectivos en la asignación de recursos de atención. La prioridad de un estímulo, es decir, la probabilidad de que atraiga la atención, está determinada tanto por su “prominencia” física (p. ej., ubicación, contraste perceptivo) como por su “relevancia” objetivo (es decir, importancia potencial para la conducta dirigida a un objetivo).

Los teléfonos inteligentes sirven como puntos de acceso personal de los consumidores a todo lo que el mundo conectado tiene para ofrecer. Sugerimos que la creciente integración de estos dispositivos en las minucias de la vida diaria refleja y crea una sensación de que con frecuencia son relevantes para los objetivos de sus propietarios; sienta las bases para la atención automática. De acuerdo con esta posición, las investigaciones indican que las señales del propio teléfono (pero no del de otra persona) activan el mismo sistema de atención involuntaria que responde al sonido del propio nombre. Cuando estos dispositivos destacan en el entorno, su condición de estímulos de alta prioridad (relevantes y destacados) sugiere que ejercerán una atracción gravitacional sobre la orientación de la atención. Y cuando los consumidores realizan tareas para las cuales sus teléfonos inteligentes son irrelevantes, la capacidad de estos dispositivos para atraer automáticamente la atención puede socavar el rendimiento de dos maneras.

En primer lugar, los teléfonos inteligentes pueden redirigir la orientación de la atención consciente lejos de la tarea focal y hacia pensamientos o comportamientos asociados con el teléfono. Investigaciones anteriores proporcionan amplia evidencia de que las personas atienden espontáneamente a sus teléfonos en momentos inoportunos y que esta distracción digital afecta negativamente tanto al rendimiento como al disfrute.

En segundo lugar, los teléfonos inteligentes pueden redistribuir la asignación de recursos de atención entre la tarea focal y la inhibición de la atención al teléfono. Debido a que la inhibición de la atención automática ocupa recursos de atención, el desempeño en tareas que dependen de estos recursos puede verse afectado incluso cuando los consumidores no prestan atención consciente a sus teléfonos. Exploramos esta posibilidad en la investigación actual.

Presencia de teléfonos inteligentes y capacidad cognitiva (la asignación de recursos atencionales)

Sugerimos que los teléfonos inteligentes también pueden afectar el rendimiento cognitivo al afectar la asignación de recursos de atención, incluso cuando los consumidores resisten con éxito la tentación de realizar múltiples tareas, divagar o prestar atención (conscientemente) a sus teléfonos, es decir, cuando sus teléfonos simplemente están presentes.. A pesar de la frecuencia con la que las personas usan sus teléfonos inteligentes, observamos que estos dispositivos suelen estar presentes pero no en uso, y que el atractivo de estos estímulos de alta prioridad debería predecir no sólo su capacidad para captar la orientación de la atención, sino también la costos cognitivos asociados con la inhibición de esta respuesta de atención automática.

Proponemos que la mera presencia del teléfono inteligente puede imponer una “fuga de cerebros”, ya que se reclutan recursos de atención de capacidad limitada para inhibir la atención automática al teléfono y, por lo tanto, no están disponibles para realizar la tarea en cuestión. De acuerdo con la evidencia disponible, postulamos que la mera presencia de los propios teléfonos inteligentes de los consumidores puede reducir la disponibilidad de recursos de atención (es decir, la capacidad cognitiva) incluso cuando los consumidores logran controlar la orientación consciente de la atención (es decir, resistir la distracción abierta).

 

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