Evaluación y manejo | 13 JUN 23

Tumores de cabeza y cuello

Hay varias causas de masas en el cuello, y su diagnóstico diferencial puede ser difícil. El uso de un enfoque sistemático dará como resultado un diagnóstico preciso y la guía para un tratamiento adecuado.
Autor/a: Kevin Chorath, Karthik Rajasekaran Med Clin N Am 105 (2021) 827837.
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Texto principal
Introducción

La presencia de tumoraciones en el cuello es común. Se trata de lesiones anormales que se localizan debajo de la mandíbula, encima de la clavícula y en la profundidad de la piel. Pueden ser visibles, palpables o verse en estudios de imagen.

Discernir la patología subyacente a estas tumoraciones no suele ser fácil y puede ser bastante problemática. Pueden desarrollarse a partir de enfermedades infecciosas, inflamatorias, congénitas, traumáticas, procesos benignos o malignos.

A diferencia de los niños, en los que la causa más común es la infección, en los adultos, la causa más común es la malignidad. De hecho, hay abundante literatura que sugiere que la persistencia de una tumoración en el cuello en un adulto debe considerarse maligna hasta que se demuestre lo contrario. Por lo tanto, en los adultos, la investigación adicional es primordial porque puede ser la única manifestación de una malignidad de cabeza y cuello.

Para diferenciar la etiología son importantes la ubicación de la masa, los hallazgos en las imágenes y la información histórica.

Historia

Una historia clínica completa puede proporcionar información importante para el diagnóstico de una tumoración del cuello. Los detalles clave para determinar son los siguientes:

Edad: proporciona información importante sobre las causas posibles. Es uno de los predictores más significativos de malignidad.

• Características de la tumoración: información relacionada con la duración, el patrón de crecimiento y la presencia de dolor pueden b brindar pistas sobre la causa.

• Síntomas asociados: la presencia de ronquera, estridor, disfagia, odinofagia, otalgia y epistaxis sugieren metástasis cervicales de una neoplasia maligna primaria del tracto aerodigestivo superior. Los médicos también deben interrogar sobre síntomas sistémicos y “signos B” clásicos del linfoma, que incluyen fiebre, escalofríos, sudores nocturnos y pérdida involuntaria de peso.

• Antecedentes sociales: incluye el uso de tabaco (cantidad, duración y método), consumo de alcohol, uso de drogas intravenosas, contacto con animales y viajes recientes.

Examen físico

Un examen completo de la cabeza y el cuello puede brindar detalles adicionales sobre la causa. Los componentes clave incluyen:

> Características de la tumoración

• Tamaño

• Ubicación

• Calidad (suave, fluctuante, gomosa, firme)

• Movilidad (móvil, hipomóvil o inmóvil)

• Sensibilidad

• Cambios en la piel

Examen de la cabeza y el cuello

• Piel: evaluar la cara y el cuero cabelludo en busca de lesiones, ulceraciones, eritema.

• Cavidad oral y orofaringe: examinar amígdalas, paladar, faringe posterior, lengua, movilidad de la lengua, mucosa bucal y encía. Se deben remover las dentaduras postizas u otras aplicaciones dentales. Tener en cuenta la presencia de eritema, ulceraciones, disminución de los movimientos o asimetrías. La palpación de estas estructuras puede revelar lesiones ocultas.

• Nariz: examinar la parte externa de la nariz, la mucosa nasal, el tabique y los cornetes y evaluar la sensibilidad de los senos paranasales.

• Oído: evaluar la disminución de la audición y la presencia de derrames mediante el examen otoscópico.

• Laringe: la palpación durante la deglución y la evaluación de la crepitación laríngea pueden revelar una patología subyacente

> Nervios craneales

Imágenes

La sospecha de m malignidad obliga a solicitar imágenes. Las 2 modalidades principales de imagen son las realizadas con contraste, tomografía computarizada (TC) o resonancia magnética (RM):

> TC: es la modalidad de imagen más utilizada para las tumoraciones de cabeza y cuello y es la prueba diagnóstica de elección inicial para pacientes con una tumoración persistente en el cuello. La TC tiene varias ventajas que incluyen la amplia disponibilidad, la adquisición rápida y el bajo costo. Es una excelente prueba inicial de imagen debido a su capacidad para caracterizar el tumor en relación con otras estructuras de la cabeza y el cuello y evaluar la participación de los espacios profundos cervicales. Aunque la TC usa radiación ionizante, se considera aceptable en la población adulta.

>  RM es similar a la TC y permite la localización precisa del tumor y se puede caracterizar con precisión los tumores y la inflamación. Aunque ambos estudios son eficaces para la evaluación oncológica, la RM proporciona una visualización superior de los tejidos blandos y la posible extensión perineural.

Las ventajas de la RM son la falta de exposición a la radiación y la calidad de la imagen. Se reserva para pacientes con restauraciones dentales como coronas, pernos o implantes. Sin embargo, la RM es más costosa, difícil para pacientes con claustrofobia, toma más tiempo (unos 30 minutos) y se excluye en pacientes con ciertos dispositivos médicos implantables como un marcapasos. Independientemente de la modalidad de la imagen que se seleccione, el agregado de contraste es esencial, a menos que exista una contraindicación, como alergia a la sustancia o insuficiencia renal. Rara vez hay algún beneficio adicional para ordenar una exploración sin contraste y por lo tanto debe evitarse.

El contraste mejora la caracterización del tumor, mapea los bordes y puede identificar mejor la relación de la masa del cuello con los vasos principales. Otra modalidad diagnóstica de uso frecuente es la ecografía, que representa la técnica de imagen menos invasiva y puede proporcionar una evaluación de la tumoración en tiempo real. Por otra parte, permite un muestreo guiado por imágenes y puede caracterizar adecuadamente las lesiones benignas, vasculares, inflamatorias y malignas, y es el estándar de oro para evaluar la tiroides. Sin embargo, hay varias desventajas al usar esta herramienta.

La ecografía está limitada porque su evaluación de los espacios profundos del cuello depende mucho del operador. Por lo tanto, no se recomienda como primera opción. Las pocas excepciones a esto son el retraso en la obtención de una TC o RM, la contraindicación del uso de contraste o la necesidad de un complemento para acelerar una biopsia por aspiración con aguja fina (PAAF).

Biopsia

Cuando el diagnóstico de un tumor cervical sigue siendo incierto, se debe realizar una biopsia. La PAAF representa el estándar de oro y debe ser la prueba inicial para la evaluación histológica. La PAAF es un procedimiento mediante el cual una aguja de pequeño calibre, (25 o 27) se inserta en la tumoración para obtener una muestra. pequeña.

Se puede hacer sin una evaluación prequirúrgica y no expone a los pacientes a los riesgos de la anestesia. Puede ser realizada con y sin guía ecográfica o tomográfica. Es muy precisa, segura, rentable y proporciona un diagnóstico oportuno con menor morbilidad en comparación con biopsia abierta. Aunque la PAAF de las tumoraciones del cuello es muy precisa, es posible que algunos resultados no proporcionen una respuesta definitiva. Esto puede ocurrir porque no hay suficiente cantidad de material lesional para que el anatomopatólogo haga un diagnóstico. En este caso, informará “muestra inadecuada.” Otra razón es cuando hay suficiente muestra pero las células obtenidas no brindan un diagnóstico específico.

En ambas situaciones, si el paciente presenta signos y síntomas sospechosos de malignidad o tiene un crecimiento persistente en el cuello, antes de recurrir a una biopsia abierta se debe intentar repetir la PAAF. Si los resultados de la PAAF son inadecuados o indeterminados y no ayudan al diagnóstico, se puede considerar una biopsia con aguja gruesa. Esta biopsia suele realizarse bajo anestesia local, utilizando una aguja de mayor calibre en comparación con la PAAF (calibre 14-18).

La biopsia con aguja gruesa también puede preferirse en casos sospechosos de linfoma, ya que permite una mayor apreciación de la arquitectura tisular. Sin embargo, las biopsias con aguja gruesa aumentan la posibilidad de trauma por el uso de agujas de mayor calibre, además de aumentar el riesgo de siembra tumoral. Esta última es la razón por la que está contraindicada en pacientes con sospecha de carcinoma de células escamosas.

Por otra parte, la biopsia abierta es la forma definitiva de obtener un diagnóstico. Consiste en hacer una incisión en el cuello y extirpar todo el tumor o solo una parte; lo que se hace bajo anestesia local como mínimo, y a menudo se realiza en un quirófano. Debido a que es más invasiva que la PAAF, debe reservarse para aquellos cuando la PAAF no ha podido proporcionar un diagnóstico o el anatomopatólogo requiere más tejido.

Pruebas auxiliares

Ciertas pruebas de laboratorio pueden ser útiles y solicitarse en función de la sospecha clínica de una enfermedad específica.

Pruebas de laboratorio para la evaluación de las tumoraciones  del cuello

Hemograma completo  con fórmula leucocitaria

Eritrosedimentación y proteína C reactiva (PCR)

Serología para virus de Epstein-Barr (EBV) o citomegalovirus (CMV)

Serología para el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH)

Anticuerpo antineutrófilos (ANA)

Hormona estimulante de la tiroides (TSH) y T4 libre

Hormona paratiroidea (PTH)

Serología para toxoplasma, brucelosis, bartonella, tularemia

Prueba cutánea de la tuberculina

Anticuerpos contra Ro/SSA y La/SSB

Diagnóstico diferencial

Las causas comunes de un crecimiento en el cuello en adultos se pueden clasificar en 6 categorías principales:

> Congénita

• Quiste del conducto tirogloso: representa la anomalía congénita más frecuente en la cabeza y el cuello y, aunque es más común en niños, en el 7% de los adultos pueden quedar restos. Esta malformación puede desarrollarse en cualquier lugar, desde la base de la lengua hasta la glándula tiroides. Más comúnmente, se presenta como un quiste en la línea media, cerca del hueso hioides que se eleva con la protrusión de la lengua o la deglución. Estas tumoraciones se pueden observar o extirpar quirúrgicamente a través del procedimiento de Sistrunk, que implica la extirpación del quiste junto con una porción del hueso hioides.

 

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