Escepticemia por Gonzalo Casino | 20 ENE 23

Patógenos y evolución

Sobre el conocimiento de la diversidad genómica como motor de la medicina
Autor/a: Gonzalo Casino Fuente: IntraMed / Fundación Esteve 

La genómica nos permite ver la evolución en acción y representa un salto cualitativo respecto a la genética. El estudio de la diversidad del genoma humano ha permitido responder preguntas importantes en los últimos años, no solo sobre antropología e historia, sino también sobre la salud. Al comparar genomas humanos modernos y antiguos, se han podido identificar algunas regiones genómicas implicadas en la adaptación evolutiva al medio y la respuesta a enfermedades. De este modo, contempladas a la luz de la evolución genética, la salud y la enfermedad van adquiriendo una nueva dimensión que ayuda a comprenderlas y manejarlas mejor.

Los patógenos han sido probablemente el primer factor de mortalidad de nuestra especie hasta el descubrimiento de la higiene, los antibióticos y las vacunas. Además, han modelado profundamente el genoma humano y la respuesta inmunitaria, como explica el biólogo y genetista Lluís Quintana-Murci en su libro Humanos, donde sostiene que los genes implicados en la respuesta inmunitaria y las relaciones entre huésped y patógeno son las dianas preferidas de la selección natural.

Aunque la selección natural es la materia prima de la evolución, su acción es muy lenta. En cambio, el mestizaje es un recurso adaptativo más rápido. Si el hombre moderno se ha convertido en una especie capaz de colonizar todo el planeta es, en cierta medida, por las continuas migraciones humanas y el mestizaje, incluso con otras especies de hombres ya desaparecidas.

El cruce del hombre moderno con los neandertales, antes de la extinción de estos últimos hace unos 40.000 años, mejoró nuestra capacidad defensiva frente a las enfermedades infecciosas, sobre todo víricas, a las que los neandertales estaban mejor adaptados. Cuando se mezclaron con los humanos modernos, los neandertales ya llevaban en Europa y Asia más de 200.000 años, lo que les había permitido adaptarse también a las condiciones climáticas y los recursos alimenticios locales. Como nos muestra la genómica, el mestizaje con estos parientes arcaicos nos ha aportado también ventajas adaptativas al frío, además de beneficios relacionadas con la pigmentación del pelo y la piel y con el catabolismo de los lípidos.

 

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