Me tienen inmovilizado y me han tapado la cara con un trapo. Estoy acostado y rodeado por extraños, al parecer mujeres. Insisten en que no me mueva y me han rodeado con correas que me sujetan con fuerza. No sé qué esperar. He visto videos de tortura en que dejan caer agua sobre la cara de un indefenso atado y cubierto como yo. ¿Eso me espera? No he querido gritar para no hacer más precaria mi situación. No sé qué podrían hacerme y obviamente lo único que puedo hacer es empeorar mis condiciones, prácticamente no tengo recursos. Debo controlarme, si entro en desesperación pronto me faltará el aire.
Han prendido una potente luz dirigida justamente a mi cara. También he oído de torturas a base de luz intensa. Ahora me echan agua fría… lo que me temía, estoy en manos de torturadores: luz intensa y agua fría. Tengo los ojos bien cerrados, la luz no me deja ver nada. Sigue cayendo el agua sobre mis párpados apretados. Siento el corazón latiendo fuertemente en mi garganta y tengo las manos crispadas.
Siento una mano en mi cara y oigo voces que no alcanzo a comprender, llegan a mí muy distorsionadas. Unos dedos se aferran a mis párpados y se empeñan en abrirlos. Atacan mis pobres defensas. Me siento tan aterrado que no puedo ni gritar, no quiero abrir la boca, no sea que por allí también me ataquen. Mis párpados fracasan ante los poderosos dedos que ahora me acercan un fierro brillante. Con gran crueldad me lo han metido en el ojo, así que ahora no puedo sustraerme a la intensa luz. El agua cae directamente sobre mi ojo, está muy fría, me lastima y me arde, pero nada puedo hacer.
Los muy malditos se cubren la cara para que no los identifique. Mi ojo vaga por todos lados, desesperado por ver, por entender, por descubrir alguna pista, pero la luz es muy intensa y nada veo con claridad. Estoy al borde de la locura. Aparece un reflejo plateado, metálico, muy delgado, largo y puntiagudo… De pronto lo comprendo: ¡es una cuchilla! Vienen a mi mente las imágenes de la película “Un perro andaluz”, donde rebanan un ojo. ¡No…! No puede ser… Por qué habrían de querer hacerme algo así.
De repente lo entiendo con claridad: ¡ladrones de córneas! ¡Me robarán la vista! ¡Quedaré ciego! ¡Malditos! El terror y la ira crecen dentro de mí, siento que mi pecho va a reventar. El objeto se acerca por la orilla, como si quisieran ocultarlo, pero ahora lo veo mejor: es una aguja, quizá así inician el procedimiento. Creo que mi mejor opción es quedarme quieto, de todos modos no puedo moverme. La aguja se acerca y ya no puedo verla, pero la siento, pincha mi ojo y penetra. Una gota café claro aparece dentro de mí. Algo me han puesto. ¿Será verdad eso de los chips que implantan los alienígenas.
No puedo entender esta tortura. ¡Me han picado un ojo! Jamás pensé que alguien tuviera la suficiente maldad como para esto. No puedo imaginar una parte más sensible y delicada que los ojos y allí precisamente me han atacado. Recuerdo una película famosa en que pretenden cegar a un chico vertiéndole un líquido ardiente sobre el ojo. Justamente lo someten acostado, como a mí. Así daría más lástima al pedir limosna. ¡No puedo creer que eso pretendan conmigo! Estoy tan aterrado que ya no creo poder más. Un desmayo me salvaría al menos temporalmente...
Me quitan el paño y las correas y me sientan.
-¡Todo ha salido muy bien! El procedimiento fue exitoso. Ud. verá mucho mejor ahora, estas inyecciones intraoculares son una maravilla.
El autor: Dr. Pedro Chavarría Xicoténcatl (México)
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Médico cirujano por la Universidad Veracruzana, 1981. |