Introducción a la caricia

No adjetives sin necesidad.
Decálogo del perfecto cuentista, Horacio Quiroga

De modales pudorosos con sonrisa complaciente, un tono educado, formal, como pidiendo permiso. Cuidadosa, respetuosa, moderada, es tanto el esmero con que arrecia que sorprende porque parece limitarse a implicitar la piel, apenas sobrevolarla, solo una honra puntillosa, pausada, benefactora y servicial. Es tan fina, suspicaz y llena de modos que hasta parece un deseo y una acción al unísono. Anda tan despojada que podría enarbolar como estandarte ser libre, soberana, íntegra. Blanca, transparente, inesperada, tersa, confiable, exagerada y tímida, amigable y amorosa, encantadora y paciente. Camina en puntillas de pie y anda suelta de prejuicios a la hora de rodear, cercar, permanecer, esperar, acechar, atrapar. Puede arribar al punto y libar en él. Cercana, próxima, floral y néctar. Precisa, eximia. Es oportuna, exacta, lógica, obvia, criteriosa, abrigadora, restauradora de sed y desamparos. Desmesurada, cálida, arrullante, breve y abrumadora. Generosa y benevolente, es tan seductora y tan amable que no hay forma de imaginar en qué millonésima de segundo podría virar hacia un golpe mortal.

El autor:

Luis Pirro nació casi muerto en 1957 en Paraná, provincia de Entre Ríos. En esa época nada se sabía hasta el parto. Tanto, que le dijeron a su padre que no lo mirara mucho en la incubadora, ya que no sabían qué podría pasarle a ese bebé minúsculo. Lo que pasó es agua bajó el puente, y se hizo médico psiquiatra, y pasó su vida en guardias de urgencias clínicas, en áreas de minoridad, en medicina laboral, ejerciendo docencia en la univerisidad. Luis Pirro se sabe hombre de río que desembocará en el mar, donde quizá pueda por fin encontrar el último poema de Alfonsina.