Relato por Mariano Molina | 11 DIC 22

El calendario Halsten

Este relato forma parte del programa de Clínica Literaria, coordinado por Mateo Niro, en el marco de "Roemmers junto a la cultura"

Afirmar, como se  afirma, que Adolfo Halsten desde el presidio envió una segunda misiva a sus seguidores durante el otoño de 1922, delata la ignorancia de quienes más de 100 años después no dejan de lamentar la escasa adhesión a su teoría de la repetición semestral de la luz solar, y es ignorar cómo toda idea que rige nuestras  costumbres tiende a depurarse por sí misma a lo largo del río de los tiempos.

Nadie desconoce qué es el calendario Juliano. Nadie que derivó en el calendario Gregoriano, y todos sabemos que de equinoccio a equinoccio, de solsticio a solsticio, se suceden armoniosamente las cuatro estaciones del año. Todos menos Adolfo Halsten, quien en la aburrida pared del presidio, creyó ver repetirse en la sombra de los barrotes, la misma intensidad de luz de un 23 de Marzo, en la del 23 de Septiembre siguiente, y escrupuloso, se dio a cotejar la duplicación de esa luminosidad de cada día a lo largo de todo un año. Tal hallazgo, que fue la  justificación para sus actos  pasados y por venir, y el alivio que tal vez esperaba contra la pena que purgaba, dio nacimiento al calendario que lleva su nombre. No nos detendremos aquí en explicar que el calendario de Halsten consta de seis meses, y va desde Julio a Diciembre, y desde Enero a Junio, ni que su  primera presentación pública haya visto la luz durante la argumentación legal por la cual Halsten apeló una reducción de  su condena de veinte a diez años. Sí nos interesa transcribir, escuetamente, la línea argumentativa del pensamiento de Halsten, contenido en su única misiva.

Halsten odiaba la ejecución diaria de actos repetitivos, como despertarse cada mañana, o reconocerse a sí mismo en el espejo con la brocha de afeitar sobre el rostro. "Es perder el tiempo andar siendo el mismo cada día", se puede leer en la única carta ​a sus seguidores, y su objetivo era anular por cualquier medio, cuánta repetición encontraba.  "Por ello, al quinto día como dependiente de correo en mi Salzburgo natal, estampé el sello malogrado en la cabeza del señor Krapp, hasta ese momento, cliente habitual de las 8:30hs.". El presidio, sin mayor apuro, se desentendió de ese ímpetu de Halsten y le siguió ofreciendo la misma celda, las mismas comidas y los mismos uniformes. Halsten, quien no era de doblegarse tan rápido, se propuso ejercer diariamente conductas anti-rutina como empezar a desayunar milésimas de segundo antes o después que el día anterior, o cambiar aleatoriamente, en milímetros, su posición frente  a la pared. En esos ejercicios andaba, cuando su memoria de astrónomo reconoció, en la intensidad lumínica que dibujaba la sombra de los barrotes, la equivalencia y el fundamento para su calendario semestral: "No es adecuado un calendario de doce meses"-escribió- "cuando científicamente, el mismo día luminoso se repite dentro de un mismo año solar con nombre de meses diferentes" Rápidamente dentro del ámbito del presidio su calendario ganó unanimidad, y los animó a todos a las apelaciones de sus condenas.

 

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