¿Se puede prevenir el deterioro intelectual? | 18 DIC 22

Envejecimiento cognitivo y actividad física

El rol del ejercicio en la función neurocognitiva de la edad adulta tardía. Una respuesta basada en la evidencia científica.
Autor/a: Kirk I. Erickson,Shannon D. Donofry, Kelsey R. Sewell, Belinda M. Brown y otros. Annual Review of Clinical Psychology 2022 May 9;18:417-442
Aspectos destacados

El campo del envejecimiento cognitivo ha progresado y se está enfocando en los factores que explican la variabilidad individual en el desempeño, identificando los mecanismos que conducen a la variación en el envejecimiento intelectual y examinando formas de intervenir para mejorar la cognición o prevenir el declive.

La salud cardiovascular y metabólica explica la variación individual significativa en la trayectoria del envejecimiento cognitivo.

La actividad física inequívocamente afecta los resultados cognitivos y cerebrales, y esto influye en las percepciones del envejecimiento cognitivo; es decir, la tasa y la magnitud de la disminución podrían ser manejables al participar en comportamientos saludables como la actividad física.

1.Introducción

¿Es el deterioro cognitivo una consecuencia inevitable del envejecimiento? Existe evidencia abrumadora al respecto. Pero, ¿hay alguna razón para la esperanza y el optimismo frente a esta evidencia de pérdida y declive? Una visión estrecha del envejecimiento como deterioro es una perspectiva excepcionalmente superficial que enmascara las complejidades en el tema.

El hecho de que exista una importante variabilidad individual en el envejecimiento cognitivo es irrefutable. Es bastante claro que algunos adultos mayores muestran un desgaste muy gradual o mínimo, mientras que otros muestran pérdidas más rápidas, independientemente del diagnóstico clínico. Un importante enfoque teórico y empírico de la investigación sobre el contenido ha sido tratar de comprender esta inestabilidad personalizada.

Una vez que hayamos identificado los factores que explican las diferencias individuales en el envejecimiento neurocognitivo, ¿qué debe pasar a continuación bajo nuestra lente de investigación? La respuesta a esta pregunta podría estar en que una vez que los investigadores hayan identificado los factores que explican la variación individual, ya sean factores genéticos o experiencias de vida y exposiciones, podría haber caminos más claros para prescribir a las personas que participen en comportamientos personalizados para reducir sus posibilidades de mostrar pérdidas intelectuales y para mantener niveles más altos de productividad durante más tiempo.

Esta revisión se enfoca en varios factores que explican la variación personal en el deterioro cognitivo relacionado con la edad. Se utiliza la actividad física como ejemplo de un objetivo que no solo parece analizar la situación, sino que también es una intervención altamente accesible para mejorar la función neurocognitiva en la etapa adulta tardía (Figura 1).

Figura 1. Un diagrama conceptual que muestra que el riesgo cardiovascular y la adversidad en la vida temprana aumentan el riesgo de deterioros más acelerados en el envejecimiento cognitivo, mientras que la actividad física tiene el patrón opuesto, posiblemente al revertir los mismos mecanismos. Los procedimientos biológicos de la actividad física pueden incluir una mayor producción de algunas moléculas (es decir, BDNF) o una disminución de la expresión o acumulación de otras moléculas. Abreviatura: BDNF, factor neurotrófico derivado del cerebro.

2. Impacto de la salud física en el envejecimiento neurocognitivo

Los avances en los campos de la neurociencia humana y la psicología de la salud han reafirmado que existe una relación recíproca dinámica entre el cerebro y el cuerpo y que la salud de uno influye directamente en la salud del otro. Esta observación ha impulsado el surgimiento del campo de la neurociencia de la salud, que aprovecha los marcos conceptuales y las metodologías de múltiples disciplinas (p. ej., psicología de la salud, neurociencia cognitiva) para comprender mejor cómo funciona el cerebro.

Una implicancia interesante del marco conceptual adoptado por la neurociencia de la salud es que las intervenciones conductuales conocidas por mejorar los resultados de la salud física también pueden ser eficaces para promover un envejecimiento cerebral saludable.

Un estudio longitudinal prospectivo de la salud del cerebro indicó que las personas adultas que tenían una mayor cantidad de factores protectores de salud cardiovascular, exhibieron menos lesiones de sustancia blanca e infartos cerebrales y mayor volumen cerebral general en el seguimiento, lo que sugiere un envejecimiento cerebral más saludable. Por lo tanto, mantener la salud cardiovascular a lo largo de la vida se asocia con la preservación de la salud del cerebro y puede prevenir o retardar el inicio del deterioro cognitivo relacionado con la edad.

Por el contrario, los indicadores de mala salud cardiovascular y metabólica, como la hipertensión, la obesidad y la diabetes tipo 2 (DT2), se han relacionado con resultados negativos para la salud del cerebro, especialmente en la vejez. La hipertensión se ha establecido como uno de los principales factores de riesgo para el deterioro cognitivo y la demencia debido al daño relacionado sobre la vasculatura cerebral.

Los dominios cognitivos que parecen estar asociados de manera más consistente con la hipertensión incluyen la memoria y las funciones ejecutivas, que son dominios cognitivos que muestran las disminuciones más tempranas y precipitadas con el avance de la edad. También son dos de los dominios que muestran la mayor mejora después de la adopción de actividad física regular.

Aunque la obesidad es un factor de riesgo de mala salud cardiovascular y metabólica, el exceso de tejido adiposo está asociado con el riesgo de demencia independientemente del riesgo cardiovascular. Incluso en ausencia de una enfermedad neurológica manifiesta, la obesidad en la mediana edad se asocia prospectivamente con un rendimiento más bajo en las pruebas de cognición general, memoria, atención y funcionamiento ejecutivo.

De manera similar, se ha demostrado que la DT2 acelera el envejecimiento cognitivo y aumenta la vulnerabilidad para el desarrollo de enfermedades neurológicas. Se estima que las personas diagnosticadas con DT2 en la mediana edad tienen un 50 % más de riesgo de demencia más adelante en la vida. La DT2 también se asocia prospectivamente con deficiencias en la memoria, la atención y el funcionamiento ejecutivo en relación con las personas sin DT2. Existe alguna evidencia de que las disminuciones en el rendimiento cognitivo en la DT2 se acompañan de cambios en la estructura y función del cerebro.

También se ha demostrado que la resistencia a la insulina, un precursor del desarrollo de T2D, afecta el rendimiento cognitivo, lo que sugiere que un control glucémico deficiente es perjudicial para la salud del cerebro, incluso cuando no cumple con los criterios clínicos para esta patología.

A partir de todas estas referencias se pueden establecer varias afirmaciones fundacionales: (a) que la salud cardiovascular y metabólica explica la variación individual significativa en la trayectoria del envejecimiento cognitivo, (b) que el deterioro neurocognitivo relacionado con la edad no es autónomo ni independiente de la salud y el funcionamiento de los sistemas de órganos periféricos, y (c) que las manipulaciones experimentales diseñadas para mejorar la salud física (por ejemplo, la presión arterial) son fundamentales para determinar los vínculos causales entre la salud cardiovascular y metabólica y el deterioro cognitivo relacionado con la edad.

3. Adversidad en la vida temprana y envejecimiento neurocognitivo

Las experiencias infantiles adversas, como el abuso, el abandono y la pobreza extrema, ejercen profundos efectos negativos sobre la salud y el bienestar que persisten hasta bien entrada la edad adulta. Las personas que han estado expuestas a la adversidad en la infancia tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollar numerosas afecciones de salud crónicas, como enfermedades cardiovasculares, DT2 y obesidad, y exhiben un envejecimiento cerebral acelerado en relación con los adultos sin antecedentes de adversidad infantil.

A pesar de estos efectos graves y persistentes de la adversidad en la vida temprana, no está claro si las intervenciones administradas en la edad adulta son capaces de revertir estos efectos.

4. Riesgos genéticos y deterioro cognitivo relacionado con la edad

Las diferencias individuales en el rendimiento cognitivo relacionado con la edad también pueden atribuirse a la posesión de variantes genéticas que provocan cascadas moleculares que afectan los procesos neurocognitivos; es decir, los factores genéticos influyen en los procesos neurobiológicos (p. ej., expresión de neurotransmisores, factores de crecimiento, plasticidad sináptica) que respaldan los procesos cognitivos,así la resiliencia neuronal, la plasticidad y la neuropatología que explican las diferencias individuales.

Lo que es importante en el contexto de esta revisión es que la variabilidad individual, tanto en el inicio como en la tasa de deterioro cognitivo relacionado con la edad, se explica y predice parcialmente por la variación genética. Esto es esencial para considerar en las exposiciones ambientales y las condiciones de salud que también predisponen a alguien a un deterioro cognitivo acelerado. Estos resultados llevan a la especulación de que la presencia de condiciones de salud cardiovascular modera la variación genética, de modo que la combinación de riesgo genético y mala salud cardiovascular exacerba los riesgos de deterioro intelectual.

5. Bases para la actividad física

La actividad física es un término general que se refiere al movimiento que aumenta el gasto de energía independientemente de su intención o intensidad, mientras que el ejercicio es una forma estructurada de actividad física con el fin de mejorar el estado físico. En este contexto, muchos estudios observacionales miden la actividad física mientras que las intervenciones de ejercicio proporcionan un régimen estructurado que está diseñado para mejorar el estado físico.

La actividad física y el ejercicio son comportamientos que se pueden medir por autoinforme o a través de dispositivos que registran la posición y la aceleración. Por el contrario, la aptitud cardiorrespiratoria no es un comportamiento sino una construcción fisiológica que se correlaciona con el grado de actividad física y ejercicio que uno realiza y, por lo tanto, puede modificarse al participar en actividad física de intensidad moderada a vigorosa (MVPA).

6. El papel de la actividad física en el envejecimiento cognitivo

La evidencia longitudinal prospectiva indica inequívocamente que una mayor cantidad de actividad física en una etapa temprana de la vida se asocia con un mejor funcionamiento cognitivo más adelante, incluido un menor riesgo de desarrollar demencia.

No está claro a partir de estudios observacionales si las disminuciones iniciales en la función cognitiva y los signos de neurodegeneración o neuropatología podrían estar influyendo en la movilidad, el equilibrio, la motivación y los objetivos para participar en la actividad física.

A pesar de un conjunto de ensayos clínicos controlados con tamaños de muestras valorables y una aparente contundencia en los efectos positivos del ejercicio sobre el rendimiento cognitivo en la edad adulta tardía, existen metanálisis que no han logrado encontrar efectos favorables del ejercicio sobre cognición. ¿Qué factores podrían explicar esta heterogeneidad? Una posibilidad es que los metanálisis a menudo difieren en sus criterios de inclusión y exclusión.

Desafortunadamente, aún no existen pautas claras de salud pública para prescribir ejercicio y optimizar sus efectos de mejora cognitiva potencial en adultos mayores. Esta limitación podría ser una de las fuentes primarias de la heterogeneidad entre los estudios. Específicamente, tenemos poca claridad sobre la intensidad del ejercicio, el volumen de actividad por semana, la duración mínima de una intervención, la frecuencia de la actividad semanal, si las actividades deben ocurrir en períodos de al menos 10 minutos y el tipo o modo de ejercicio que maximiza los efectos.

El ejercicio no parece influir en todos los procesos cognitivos de manera uniforme y es poco probable que cambie el rendimiento en todas las pruebas cognitivas; es decir, la actividad física parece influir en las funciones ejecutivas más que otros dominios cognitivos. Como tal, los estudios que se basan en medidas de la función cognitiva global pueden estar utilizando medidas insensibles para detectar mejoras cognitivas sutiles, especialmente en individuos cognitivamente normales.

La edad de los participantes también puede influir en la respuesta; un metanálisis concluyó que los adultos de 55 a 75 años producirían el mayor beneficio cognitivo inducido por el ejercicio, en comparación con los participantes mayores.

En resumen, la magnitud de los beneficios cognitivos inducidos por el ejercicio probablemente esté influenciada por el tamaño de la muestra, el enfoque de los análisis estadísticos y la calidad del estudio; el tipo, duración e intensidad del ejercicio; sexo, edad y otros factores de estilo de vida de referencia (niveles de actividad); exposiciones tempranas de la vida, condiciones de salud cardiovascular y metabólica (p. ej., hipertensión, obesidad); y genética, entre muchos otros factores.

Un examen más profundo de cómo estos factores moderadores influyen en el vínculo ejercicio-cognición es crucial, ya que los resultados pueden usarse para informar la creación de un algoritmo para predecir la respuesta cognitiva al ejercicio generando enfoques de medicina de precisión optimizados.

7. Actividad física y demencia

La demencia es un grupo de síntomas que se caracterizan por déficits significativamente mayores de lo esperado en varios dominios cognitivos, que generalmente incluyen la memoria episódica, así como deficiencias en la capacidad para realizar actividades de la vida diaria. La enfermedad de Alzheimer es el tipo más común de demencia.

 

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