Teatro | 04 SEP 22

Sartre, “Las manos sucias” y las consecuencias de las ideas impolutas

La idea fue escrita en 1948, pero hasta hoy se sigue representando con éxito, porque los contextos cambian, pero hay dinámicas que siguen vigentes. ¿Qué pasa cuando los ideales frenan un destino posible?
Autor/a: Celina Abud Fuente: IntraMed / Complejo Teatral de Buenos Aires 

Hasta principios de septiembre, una nueva representación de “Las manos sucias”, de Jean-Paul Sartre fue estrenada en el Teatro San Martín en Buenos Aires, Argentina. La obra había sido escrita en 1948, en un contexto histórico muy diferente. Sin embargo, en la actualidad, su núcleo no pierde vigencia. Desde la política se podría decir que muestra con crudeza la diferencia entre las ideas y su puesta en práctica. Pero desde la teoría cultural, puede asociarse con un concepto más novedoso relacionado a la psicología, el del “optimismo cruel”, porque ¿los deseos más profundos son capaces de atentar contra la concreción de nuestros objetivos?

“Las manos sucias” sucede cerca de 1944 en un país imaginario llamado lliria, en el que se abre una grieta ideológica luego dentro de un partido político cuando Hoeder, su líder, sugiere acuerdos cortoplacistas con otros sectores (incluso con la realeza) para llegar al poder, pero con el fin de que a mediano plazo su fuerza y que ciertos cambios se realicen una vez que estuvieran afianzados.

Por supuesto, la rama más ortodoxa del partido se opone y emplea como instrumento a Hugo Barine, un joven de origen burgués que nunca sufrió necesidades económicas. Es entonces que lo nombran secretario de Horeder, con la misión secreta de eliminarlo.

Uno de los puntos interesantes y comunes a todas las épocas es el de quién puede sostener, en efecto, las ideas. O qué son las ideas cuando, al mantenerlas tan sagradas, no pueden adaptarse al escenario que permiten llevarlas a cabo, o a los tiempos que requieren su concreción.

La trama, más allá de la sucesión de episodios, deja entrever ciertas preguntas no pronunciadas: ¿Existe algo detrás de las ideas si solo las pueden mantener intactas aquellos que no se benefician de ellas? ¿Las ideas se preservan impolutas cuando no hay necesidades? ¿Es la ortodoxia un lujo caro al que no todos pueden acceder?

La obra, plenamente política, podría compararse al concepto de optimismo cruel, postulado por la teórica cultural Laurent Berlant. Lo define como “una dinámica psíquica y estructural que mantiene a las personas cerca de objetos, fantasías y mundos que en verdad las debilitan".

“Existe una relación de cruel optimismo cuando algo que deseas es en realidad un obstáculo para tu florecimiento. Puede involucrar comida o amor; puede ser una fantasía de la buena vida, o un proyecto político. O un nuevo hábito que promete inducir en ti una mejor forma de ser”, señala. Algo que en la obra de Sartre podría resonar en la intransigencia de las ideas, que les impide adaptarse y sobrevivir. Porque la inmutabilidad, que es nada más ni nada menos otra idea impoluta, ¿no es un obstáculo para al fin, florecer?

 

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