“Dicha feliz”, de Virus | 12 JUN 22

Disonancia y completitud de una canción

¿Podría compararse el tema del disco Locura con el concepto de disonancia cognitiva? ¿O esa es solo una interpretación debatible?
Autor/a: Celina Abud 

“Ya no estás riéndote sola, ya no estás burlándote más”. Con esas palabras arranca el sexto tema del disco de Virus, Locura (1986), que se titula “Dicha feliz”. La frase inicial más el título es una invitación a la escucha que promete una ironía estática entre clásicos más movidos.

Su estribillo “soy tan feliz, que la dicha invade mi felicidad, me estoy sintiendo bien de cuerpo y alma” tiene el sello de la voz Federico Moura, pero esta vez sin juegos ni matices, con ´la nada´ como recurso.

 

El tema, desde lo lírico y lo sonoro propone un corte abrupto dentro de la escucha de Locura. Su melodía monótona es precedida por el hit “Una luna de miel en la mano” y  la canción que la sucede es la también rítmica “Sin disfraz”. El primero de esos temas alude a la masturbación, mientras que el segundo sugiere frases y juegos de palabras relativos a dejarse ser, como “por un minuto abandono el frac y me desnudo en lo espiritual para amar”, o “en taxi voy, Hotel Savoy, y bailamos”.  Nada que ver con “Dicha feliz”, un track que parece estar cansado, con un ritmo rutinario y un discurso exagerado desde lo verbal, pero que no pretende tener la finalidad de transmitir algo.  

En el sitio Metacultura, el periodista Marcos Arenas dijo: “Dicha Feliz es una composición pequeña y profundamente sarcástica a medio tiempo en la que la redundancia del título esconde un dolor acumulado por peleas en la pareja, pesar que muta en una felicidad sardónica en la que el protagonista celebra que la contraparte vuelva a él en plan sumisión y con la cabeza gacha, definitivamente pidiendo un perdón que abre la puerta al sadismo y una venganza de colmillos rechinantes”.

Más allá del sarcasmo –y la interpretación de la felicidad sardónica– cuando el tema es escuchado el contraste es evidente. También se piensa la disonancia, por la letra (o al menos el estribillo) que no combina con la música. Así, la pieza nos invita a la necesidad de entender, pero no a través de la exploración, sino desde la quietud de quien reflexiona.

Pero la disonancia y el stop frente a tanto movimiento es también una interpretación. Después de todo, las obras que más se recuerdan son las que tienen la suficiente opacidad referencial, para que quien las consume pueda hacerlas propias.

Pensemos en el concepto de disonancia cognitiva que hace referencia a “la tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias y emociones (cogniciones) que percibe una persona que tiene al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto”.  En otras palabras, el concepto formulado por el psicólogo estadounidense Leon Festinger, hace referencia a la percepción de incompatibilidad de dos cogniciones simultáneas.

La teoría de Festinger plantea que, al producirse esa incongruencia o disonancia de manera muy evidente, la persona se ve motivada a esforzarse en generar ideas y creencias nuevas para reducir esta tensión y construir cierta coherencia interna. Entonces, si volvemos a “Dicha feliz”, ¿podríamos asociar la canción con este concepto? La respuesta es sí y no, todo depende del punto de vista.

En sentido estricto, Festinger habla de dos cogniciones que chocan. Podemos conocer el conjunto de palabras, pero la música es otro lenguaje al que le asignamos una emoción. Así, el que la escucha termina de completar la obra en su cabeza. Si la persona que oye la melodía piensa que es triste, entonces la tristeza de la música choca con la “dicha feliz”.

 

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