Irónica y potente reflexión de Ricardo Coler | 23 SEP 10

¿Por qué odiamos a los psicoanalistas?

Personalmente me considero Lacan-friendly. Pero que nadie crea que eso es fácil.

Por Ricardo Coler

Entiendo que el psicoanálisis lacaniano es una de las teorías más novedosas y potentes de la época. Personalmente me considero Lacan-friendly. Pero que nadie crea que eso es fácil. Si voy a una reunión en la que no hay psicoanalistas y opino sobre un tema citando a Lacan, aquellos que me rodean suelen perder la compostura. Los que hasta ese momento parecían ser gente educada abren mucho la boca, enseñan los colmillos, respiran agitados y mueven la cabeza. Es tal el fastidio que aunque me considere lacaniano, disimulo y trato de que no se note.

Me llama la atención que escritores y periodistas, sociólogos y egresados de Letras, apenas oyen decir “Lacan” se vuelvan agresivos. Estuve averiguando razones, quería que me explicaran. No tuve suerte. A esta altura es una cuestión visceral; creen que los están gozando. Sienten que los lacanianos saben algo muy importante e intelectualmente conmovedor que no están dispuestos a explicar. Por eso, ¿cómo se llega a ser anti-lacaniano sin saber nada de Lacan? Escuchando hablar a un lacaniano. Así de fácil. ¿Es la única manera? Claro que no. También existe la posibilidad de leer lo que escriben.

Hay algo muy preciado en la enseñanza de Lacan. Suficiente para agrupar a gente capaz, estudiosa, dedicada y fiel alrededor de ella. Dicen, y creo que es cierto, que es uno de los pensamientos que mejor describen la condición humana. De acuerdo. Ahora, sería de buen gusto que lo compartan.

Los psicoanalistas lacanianos tienen opinión sobre la familia, el amor, la pareja, la mujer, la cultura, la sociedad, las universidades, el capitalismo y el comunismo. Pero, a pesar de la seriedad con la que encaran los temas, nadie sabe bien qué es lo que piensan. Lo más sencillo sería preguntarles. Pero es inútil. Tienen un estilo que los define: responden sin contestar. Hablan sin que se les entienda. Y lo que puede dar resultado dentro del consultorio en otro contexto resulta chocante.

Los lacanianos son adictos a hablar del malestar en la cultura, uno de los libros de Freud que más los enternece. En realidad es un libro maravilloso, tanto como lo que piensan los lacanianos sobre el malestar. No importa la sociedad en la que nos haya tocado vivir: siempre habrá descontento y un poco de angustia sobrevolándonos. Una molestia que se repite y para la que siempre encontramos alguna explicación: nuestros jefes, nuestras parejas, nuestros parientes. Siempre habrá una causa a la que achacarle nuestra desgracia.

Ahora bien, cuando alguien va al psicoanalista lo primero que se entera es que ya no puede echar la culpa a los demás. En algún momento se sorprende de que siempre le pase lo mismo. También se hace una pregunta: ¿no tendré algo que ver yo con todo esto y no me doy cuenta? Recién entonces, cuando dejamos de culpar a los que nos rodean y nos hacemos cargo de esa porción de sufrimiento que nos toca, es cuando entramos en análisis. Antes, para los psicoanalistas, eran nada más que entrevistas.

 

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