"La verdad y otras mentiras" | 10 DIC 08

Las puertas del paraíso

Acerca de los instantes fuera del tiempo.
Fuente: IntraMed 

“Toda playa es una falsa llegada, porque todo mar es una falsa partida” Roberto Juarroz

Si alguien ingresara ahora mismo a través de esta ventana. Si de pronto se encontrase de pié en medio de esta habitación. Si sobre sus espaldas no cargara la fatiga de tantas horas de vigilia, de tensión insoportable y de trabajo físico. Si esa persona nos mirara un instante no podría comprender nada de lo que aquí sucede. Nada.

La única lámpara que funciona cuelga desnuda del techo, sucia de vapores inciertos y polvo de estrellas. Hay dos moscas muertas adheridas al vidrio. Asadas al calor de esa luz miserable. La apago. Una toalla -que ha sido blanca- está tirada en el suelo. La cama de dos pisos, maltrecha y crujiente, no logra mantener la vertical. Salen de ella un par de colchas grises que cuelgan como lenguas muertas. La ventana está abierta a la noche y se deja atravesar por una brisa fresca de verano. Llega un murmullo de hojas sacudidas por el viento y de autos sobre la avenida. Huele a tigre y a Calcuta. A tormenta y a catástrofe. Se respira la calma que sucede a la muerte. Un intervalo de silencio suspendido en el tiempo.

Los dos estamos derrumbados sobre la misma cama. Las espaldas sobre la pared, las piernas colgando. Apenas nos vemos. Nos adivinamos uno junto al otro. Ausentes. Desde aquí la cama de arriba es un cielo marrón con nubes de madera hechas de grietas oscuras y profundas. Alguien talló una frase incompleta: “Mientras vos está acá, allí afuera…”  Un rastro del pasado que fue idéntico al presente. Yo podría escribir esa oración ahora mismo. Pero alguien ya lo ha hecho por mí. No hablamos. Respiramos con una profundidad que no es normal. Intentamos comprobar que estamos vivos. Recorremos con el pensamiento cada parte de nuestros cuerpos. Relevamos ese campo de batalla que somos nosotros mismos. Exhaustos. Sobrevivimos. Aunque no logramos comprender para qué.

- ¿Cuántos fueron?

- Muchos, muchísimos...

- ¿Cuántas horas?

- Todas. Una eternidad.

- No aguanto más.

- Yo tampoco.

Algo que debe ser el sol lame las copas de los árboles con una mínima luz amarilla. Una saliva espesa que se adhiere a las hojas pero que aún no permite verlas. Ella dice: “No sé” y yo comprendo qué es lo que ignora. Y lo repite. Muchas veces. “No sé... No sé... No sé…”

- Quiero darme un baño.

- Yo también.

- Primero vos.

- No, vos.

Lo intenta, pero el cuerpo permanece en la misma posición. Una tensión invisible -pero que yo percibo- la recorre y luego se desploma.

- Por favor, necesito unos minutos más.

Ahora se enreda el cabello en el dedo. Gira en un sentido y luego en el otro. Más tarde se recorre la frente, la nariz, la boca con un arco formado por el pulgar y el índice. Va a hablar. Puedo advertirlo. Intenta retener en algún sitio las palabras que va a decir. Pero no puede.

- Creo que voy a dejar la Medicina.

- Hay que ver si ella te lo permite.

- Me voy a casar.

- ¿Cuándo?

- No lo sé, pronto.

- Supongo que hay un motivo.

- Quiero tener un hijo. Ya no puedo esperar más.

Desde un bolso de mano asoma el lomo de un libro. Sobre la mesa hay hojas sueltas. Fotocopias de una revista científica. El viento de la noche las levanta. Las suspende un instante en el aire y luego las deposita con delicadeza extrema sobre el piso. Alcanzo a leer la mitad de un título en letras negras: “.....gland of Medicine” antes de que desaparezca de mi campo visual.

- ¿Cuándo lo decidiste?

- En este preciso instante.

- No es un buen momento para tomar decisiones.

- Puede ser. Pero siento que nunca pude ver las cosas tan claras como ahora.

- Es una alucinación. Las cosas nunca son claras.

- ¿Cuánto hace que trabajamos juntos?

- Mucho…, más de lo recomendable.

- Somos compañeros.

- Claro.

- A veces intento contarle a mi novio lo que se siente en momentos como éste.

- No te esfuerces, es inútil.

- No lo entiende, no logro transmitirlo.

- Es una experiencia intransferible.

- Pero, ¿cómo es?

- Es un instante de agotamiento extremo en el que el tiempo se suspende. Tu cabeza se vacía. Estás solo. Ya no hay mundo, no hay reglas. Nada de lo que aquí suceda podrá contarse porque no hay palabras que lo describan. Peor aún, es un fragmento de tu vida que no siembra nada en la memoria. Sabrás que existió, pero estará vacío de recuerdos. Mudo. Ciego. Negro. Un puro agujero. Un socavón escandaloso e irresponsable donde todo fluye libre de mentiras.

- Él vive en otro mundo… Y yo quiero vivir allí, con él.

 

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