En sus exploraciones de seres humanos y cómo interactuamos con el mundo que nos rodea, el equipo que hace que Invisibilia de NPR tropezó con un hecho sorprendente sobre el mundo de los insectos, uno que podría inspirar una nueva forma de vernos a nosotros mismos.
La destrucción épica producida por enjambres de langostas es francamente bíblica. El "Éxodo" habla de una plaga que no dejó nada verde en todo Egipto, y hemos visto a estos precursores de la destrucción en acción en la Australia moderna, Argentina e Israel, solo por nombrar algunos lugares del mundo. Pero durante siglos, una pieza esencial de información sobre estos extraños insectos eludió a los científicos: ¿de dónde vienen?
Estos enjambres masivos parecían surgir de la nada, diezmar todo y luego desaparecer.
Y finalmente, en 1921, un científico llamado Sir Boris Uvarov hizo un gran avance sobre la fuente de los enjambres. Resultó que las horribles langostas eran en realidad saltamontes comunes que habían sufrido una metamorfosis biológica.
Al principio, los científicos se mostraron escépticos porque los saltamontes son conocidos por ser criaturas tímidas y solitarias. Si ven a otro saltamontes, por ejemplo, "en realidad huyen de ellos", dice el científico Michael Anstey.
Pero bajo condiciones estresantes, como una sequía, por ejemplo, todos los saltamontes deben unirse para compartir los recursos limitados. Mientras intentan agarrar los últimos trozos de comida, sus grandes patas traseras se rozan entre sí, lo que básicamente es una tortura de cosquillas. El frotamiento en conjunto alimenta la liberación de serotonina en su sistema nervioso, lo que pone en movimiento varias cosas.
"Hay pequeños estímulos, pequeños pelos, en las patas traseras que se activan y que luego comienza esta cascada de dominó del cambio de comportamiento del solitario [saltamontes] a la notoria forma de enjambre", dice Anstey, quien publicó una investigación sobre langostas del desierto, una de las especies que pasan por estos cambios.
Sus alas crecen y comienzan a volar como locas, cambian de verde a negro y amarillo. Se vuelven agresivas y audaces, e increíblemente sociales. De hecho, según Anstey, se sienten atraídas activamente por otras langostas. Y así es como se construyen los enjambres.
La serotonina media la formación de conductos en la formación de enjambres subyacente en la langosta del desierto. Michael L. Anstey, Stephen M. Rogers, Swidbert R. Ott, Malcolm Burrows, Stephen J. Simpson. Science 30 Jan 2009: Vol. 323, Issue 5914, pp. 627-630 DOI: 10.1126/science.1165939
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