Sabemos que el tiempo es valioso y que estar al día con los desarrollos más relevantes en salud puede ser un desafío. Por ello, esta selección es una guía curada de noticas que, en el futuro próximo, pueden convertirse en realidad para el ejercicio de los profesionales de la salud.
Fuente: Engineered bacteria launch and control an oncolytic virus
Un equipo de científicos de la Universidad de Columbia ha presentado una plataforma que emplea bacterias para introducir virus oncolíticos directamente en los tumores, superando las barreras del sistema inmunitario y garantizando que la terapia viral no se propague fuera del tejido maligno.
Uno de los mayores obstáculos en la terapia con virus oncolíticos es la presencia de anticuerpos neutralizantes en el paciente, generados por infecciones previas o vacunas. Estos anticuerpos pueden inactivar el virus antes de que alcance el tumor, limitando su eficacia. Para sortear el problema, los investigadores idearon un sistema en el que el virus —en este caso, un picornavirus modificado— es encapsulado dentro de bacterias de Salmonella, ya que algunas de sus cepas tienen tropismo natural por el microambiente hipóxico y rico en nutrientes de los tumores sólidos.
Las bacterias actúan como un camuflaje, ocultando el virus de los anticuerpos circulantes y transportándolo hasta donde se necesita.
El sistema, denominado CAPPSID (Coordinated Activity of Prokaryote and Picornavirus for Safe Intracellular Delivery), funciona en tres etapas:
- Transporte selectivo: Las bacterias, programadas para buscar activamente tumores, migran hacia el tejido canceroso y lo infiltran.
- Liberación intracelular: Una vez dentro de las células tumorales, las bacterias liberan el genoma viral y se lisan, permitiendo que el virus se replique y propague entre las células malignas.
- Control de seguridad: El virus está diseñado para depender de una proteasa bacteriana específica, presente solo en el microambiente tumoral. Esto impide que el virus madure y se disemine fuera del tumor, incluso si logra escapar.
La principal innovación del sistema radica en sus múltiples capas de seguridad. El virus solo puede madurar en presencia de la proteasa bacteriana, confinada al tumor, y las bacterias utilizadas tienen afinidad por el microambiente tumoral, reduciendo el riesgo de afectar los tejidos sanos.
Los ensayos en modelos murinos demostraron eficacia en la reducción de tumores sin evidencia de toxicidad sistémica. El equipo ya presentó una solicitud de patente (WO2024254419A2) y planea expandir las pruebas a otros tipos de cáncer, virus y modelos animales. Además, exploran la posibilidad de desarrollar un kit de herramientas de terapias virales que puedan adaptarse a condiciones celulares específicas, así como la combinación con inmunoterapias existentes para potenciar la respuesta antitumoral.
Un equipo de científicos descubrió fragmentos proteicos del virus SARS-CoV-2 ocultos dentro de vesículas extracelulares (EVs) en la sangre de pacientes con COVID prolongado, lo que podría representar el primer biomarcador medible para esta enfermedad. El Lundquist Institute, en colaboración con el Translational Genomics Research Institute, analizaron muestras de 14 pacientes durante 12 semanas y detectaron 65 fragmentos únicos de la proteína Pp1ab —una enzima replicasa— en las EVs.
Actualmente, el COVID prolongado se diagnostica por la persistencia de síntomas como fatiga, disnea, niebla mental y malestar posesfuerzo más de 12 semanas después de la infección inicial, sin que existan pruebas de laboratorio específicas.
Las EVs son nanopartículas liberadas por células que transportan proteínas, ARN y lípidos, y que pueden circular por la sangre y otros fluidos corporales. En este estudio, los investigadores tuvieron la hipótesis de que, si el virus persiste en tejidos después de la infección aguda, sus componentes podrían ser empaquetados en EVs y distribuidos sistémicamente.
El análisis mediante espectrometría de masas reveló que los fragmentos detectados correspondían exclusivamente a la proteína Pp1ab, presente solo en SARS-CoV-2 y no en células humanas no infectadas. Sin embargo, la señal molecular fue sutil y no constante: los fragmentos se identificaron en todas las muestras de pacientes con COVID prolongado, pero no en cada extracción de sangre realizada durante el seguimiento. Además, no se detectaron en un grupo control de muestras prepandémicas.
El hallazgo plantea dos hipótesis principales:
- Persistencia viral activa: Los fragmentos podrían provenir de reservorios virales latentes en tejidos como el intestino, el sistema nervioso o los pulmones, donde el virus mantendría una replicación a bajo nivel.
- Basura molecular: Los fragmentos serían subproductos de la infección inicial, eliminados gradualmente por las células sin que haya replicación activa.
"No sabemos si el ejercicio —que forma parte del ensayo clínico— induce la expresión de programas virales intracelulares, o si hay un reservorio permanente y solo lo detectamos en ciertos momentos", aclaró el Dr. Patrick Pirrotte, coautor y director del laboratorio de espectrometría de masas. "Tampoco hemos analizado a personas sin síntomas de COVID prolongado que tuvieron infección por SARS-CoV-2, lo que dejaría abierta la pregunta: ¿esto es solo la eliminación de residuos virales o hay replicación continua en algún lugar?".
Si se confirma en estudios independientes, este biomarcador podría validar el diagnóstico de COVID prolongado, monitorear la respuesta a tratamientos, como antivirales o inmunomoduladores, identificar subgrupos de pacientes con perfiles de persistencia viral distintos, lo que llevaría a terapias personalizadas.