Cada 23 de septiembre se celebra el Día del Médico Residente, una jornada que reconoce a quienes transitan la etapa más intensa y transformadora de la carrera profesional. Es el momento en que la teoría universitaria se convierte en práctica real, en contacto diario con los pacientes y bajo el vértigo de responsabilidades crecientes y un aprendizaje acelerado.
Las residencias constituyen un verdadero estilo de vida, donde el compromiso y la entrega se ponen a prueba en un sistema de salud exigente y muchas veces poco justo. Allí se definen no solo los saberes técnicos, sino también la capacidad de resiliencia, la empatía y la búsqueda de un equilibrio entre lo laboral y lo personal.
En este contexto, IntraMed entrevistó a Wenceslao Moreno, médico concurrente de Neurología en el Hospital Eva Perón, y a Araceli Colacilli, pediatra formada en Rosario y actualmente residente de la subespecialidad Dermatología Infantil en el Hospital Garrahan. Sus testimonios ofrecen una mirada honesta y profunda sobre la formación médica en Argentina.
Ambos coinciden en que la residencia es un espacio insustituible de capacitación, atravesado por dificultades económicas, sobrecarga horaria y exigencias emocionales, pero también por la certeza de haber elegido un camino que los apasiona y que constituye la base para consolidarse como especialistas.
Entrevista |
¿Por qué elegiste estudiar Medicina y por qué especializarte en Neurología?
Tengo una historia de vida muy fuerte con la medicina. Me diagnosticaron una parálisis cerebral desarrollada por una hipoxia en el canal de parto, por lo cual siempre estuve muy apegado a todo el entorno médico, especialmente a neuroortopedia, a neurólogos, neuropediatras, neurokinesiólogos. Y cuando decidí estudiar medicina, a fin de la secundaria, decidí directamente irme para el lado de la neurología. Durante mi carrera de pregrado hice un montón de cursos en la especialidad que me confirmaban cada vez más que era por ese rumbo.
¿Cuáles son las ventajas y desventajas del sistema de residencias?
Yo estoy en una residencia no rentada. Como ventaja obviamente que es mucho más laxo el tiempo que uno tiene, voy menos horas que una residencia, no tiene tanta sobrecarga en ese sentido, tiene más tiempo libre con el que podría estudiar. Y me permite seguir haciendo cursos; uno también hace diversos posgrados, diplomaturas. Pero lo que tiene de malo es que también uno tiene que salir a trabajar en guardias, jornadas que son muy largas, y hoy el sistema mismo te exige hacer una determinada cantidad de guardias por un tema económico, que hace que el estudio sea complicado, que mantenerse día a día y llevar la concurrencia sea muy pesado, y que también las horas de estudio se reduzcan. Y el estrés obviamente de andar pensando en trabajo ajeno a la residencia, es muy pesado.
¿Cuán importante es la formación académica?
La formación de una residencia o concurrencia es vital para cualquier médico, de hecho es lo que a nosotros después nos distingue en temas más finos, y es también lo que hace que uno pueda trabajar con más seguridad al lado de un paciente, manejandonos con cierta soltura. Uno no puede abarcar todo en medicina, hoy hay muchas cosas que cada vez se hacen más especializadas y me parece de suma importancia que el médico se tenga que especializar y que tenga que seguir estudiando. Y luego que el sistema de formación de una residencia también se siga actualizando día a día. En ese sentido me parece que es casi obligatorio.
¿Qué espacio ocupa la inteligencia artificial en tu residencia?
La inteligencia artificial últimamente está ganando mucho campo en distintas áreas, y en el lado de lo que es un campo de estudio, ya sea en neurología o cualquier otra especialidad, sirve mucho para estudiar. Para estudiar en temas que uno no entienda y que realmente necesite sacarse una duda rápida, me parece una importante herramienta a la hora de poder hacer preguntas concisas, de sacar dudas en cuanto a lo teórico. Yo por ejemplo uso la IA para hacer presentaciones como en PowerPoint o para mejorar la escritura. Hasta no hace mucho no escribía absolutamente nada a mano, por lo cual la ortografía y todo eso está muy alterada en mí, porque no fue desarrollada, y uso mucho la inteligencia artificial para mejorar la caligrafía. También me ayuda en los trabajos de presentación para corregir ideas y después de ahí uno va trabajando un montón de cosas. La inteligencia artificial no reemplaza el pensar de uno, sino que ayuda o facilita ciertas cosas. El principal problema de la inteligencia artificial es cuando nosotros la queremos usar como un reemplazo de nuestro potencial académico.
¿Cómo proyectas la inserción laboral a futuro?
Después de la residencia lo que deseo es estar en un consultorio, en un ambiente tranquilo y contenido, me quiero ir del sistema de guardias o del sistema de emergencias donde estoy hoy, porque es un poco la vida que me fue llevando a buscar esa tranquilidad. Todavía no lo tengo definido, pero sí quiero seguir especializándome. Actualmente estoy haciendo una diplomatura en epilepsia, y tal vez siga por ese camino. Me parece importante tener una formación puntual, más allá de lo que uno hace como especialidad.
¿Cómo cuidas tu salud mental en esta etapa?
En cuanto a lo que es el burnout, yo creo que la exigencia de mantener una residencia no es para cualquiera. Hay que saber que en esos años que te exige la residencia el agotamiento físico y mental es mucho, y la demanda es importante. Ya sea porque estás en un sistema de residencia que te obliga a estar muchísimas horas por día, más toda la cantidad de guardias que te piden, y que muchas veces no respeta los fines de semana, no respeta un feriado, por lo cual las horas de descanso se ven afectadas, o en mi caso que es una concurrencia, que si bien se achican las horas, uno tiene que salir a trabajar mucho, y en el medio tiene que estudiar. Y esa carga de estudio, más la carga de horas no rentadas, más todo lo que implica el día a día, te lleva a una sobrecarga mental y física muy importante, de la cual hay que cuidarse. Cuidarse buscando siempre algún cable a tierra, como un hobby, algún deporte, en mi caso ayuda de psicoterapia, y siempre intentar ese despegue por un rato de todo lo que hacemos.
Entrevista |
¿Por qué elegiste estudiar Medicina y por qué especializarte en Dermatología Pediátrica?
En mi familia no hay nadie universitario, yo vendría a ser la primera generación universitaria. Siempre estuve muy relacionada desde niña con el juego, con jugar a cuidar al otro y con el enseñar, que también la medicina es un poco eso. Y dentro de medicina tengo el recuerdo de que entré con la idea de hacer una especialidad y mientras fui transcurriendo la facultad, cursé pediatría, que es una materia que por ahí no todo el mundo le gusta, y ahí fue donde me decidí totalmente. Creo en cierto punto que fue desde el lugar en que uno atiende a los niños, los revisa, está con ellos. De repente viene un nene que te trae un dibujito o que lo vas a revisar y que te pide que primero le examines su peluche y después lo revises a él. Y después estando allá en la residencia de pediatría, en el Hospital de Niños Víctor J. Vilela de Rosario, me pasó mucho de decir, por esto elegí esta especialidad.
¿Cuáles son las ventajas y desventajas del sistema de residencias?
Creo que no existe un sistema de residencia en el que todo sea perfecto. Hay lugares de formación que tienen mejores cosas que otros, pero al fin y al cabo todos los lugares tienen sus pros y sus contras. Hoy en día, por suerte, hay muchos más derechos adquiridos que años atrás, pero sigue habiendo una brecha que nos falta bastante para recorrer. Dentro de las ventajas podría decir los vínculos que uno se lleva. Porque entrás a un hospital donde tal vez conocés o tenés de vista a tus co-erres y luego serán las personas con las que más tiempo vas a compartir. Estás más tiempo que en tu casa. Como desventaja, creo que todavía los sueldos no siguen siendo acordes a lo que se trabaja. Desde antes de terminar la residencia el médico termina teniendo pluriempleo porque la mayoría de los residentes, o en mi caso de residencia posbásica. Yo tengo mi residencia de lunes a viernes de 8 a 16 en el Hospital Garrahan y a su vez hago guardias en otro lugar para poder tener un sueldo que me alcance a llegar a fin de mes. Esa creo que es la mayor desventaja que tiene el sistema de salud en general argentino, tanto público y privado, porque después si nos comparamos con otros países tenemos muy buena formación académica.
¿Cuán importante es la formación académica?
En todo lo que es la parte académica, Argentina tiene un muy buen nivel, tiene muy buen nivel de práctica asistencial y está demostrado también cuando participamos en jornadas internacionales. En ese sentido creo que no tenemos nada que enviarle a otros países. Incluso estamos, como dice el dicho argentino, acostumbrados a atar todos con alambre en todos lados. Pero creo que las residencias en ese sentido, en lo que es por la carga horaria y por todo lo que se exige académicamente, la formación es de excelencia. También es importante complementarlo con otros recursos, con lo que uno puede buscar, con lo que uno puede leer, con lo que uno puede encontrar y principalmente con la vida fuera del hospital.
¿Qué espacio ocupa la inteligencia artificial en la formación?
Creo que en cierta forma puede llegar a ser muy buena siempre y cuando sea bien utilizada, como todo en la vida. Pero sí hay algo que la inteligencia artificial no va a poder hacer, que es la parte de la semiología del médico, de revisar al paciente. No solamente de revisarlo, sino de sentarse al lado y escucharlo o lo que venía mencionando antes, pasar a revisar un nene y quedarte a jugar con él, que muchas veces es lo que hacemos los pediatras: vamos, los revisamos, pero es más lo que nos quedamos a jugar después de haberlo revisado o esa interacción médico-paciente que veo muy difícil que en ese sentido la inteligencia artificial pueda sustituirlo.
¿Cómo proyectas la inserción laboral a futuro?
En cierta forma, mi elección de hacer una subespecialidad, de hacer dermatología pediátrica, va un poco relacionado con eso. Independientemente de que hoy en día la situación de la pediatría en Argentina es una situación en la que cada vez hay menos pediatras, y no es que cada vez hay menos pediatras porque la gente no le gusta y porque no elige hacer pediatría, simplemente que pasa por una cuestión salarial de que las especialidades clínicas siempre fueron las menos pagas. En mi caso yo elegí dermatología porque me apasiona todo lo relacionado a la piel. Pero va también por un hecho de elegir un estilo de calidad de vida. ¿Cómo veo mi inserción laboral? Yo tengo mi trabajo como residente y a su vez tengo mi otro trabajo en la parte privada para, como decía antes, poder llegar a fin de mes. Y ojalá que esa situación mejore, porque creo que sería grato para todos. Me gustaría volver a Rosario o a mi pueblo. Y sí me gustaría seguir trabajando en salud pública, que son lugares donde también se trabaja desde la interdisciplina, que es lo que los pacientes complejos mayormente requieren.
Los médicos residentes son parte esencial del engranaje hospitalario. Sostienen su funcionamiento todos los días, con un esfuerzo silencioso que rara vez recibe el reconocimiento que merece. La residencia no es solo un mecanismo de formación: es una escuela de humanidad. Allí se aprende medicina, pero también altruismo, compasión, entrega, solidaridad. Es el territorio donde la teoría se entrelaza con la experiencia humana más cruda: el dolor del otro, la fragilidad del paciente, la dignidad de las familias que esperan. Ese aprendizaje no está en los libros. Se forja en guardias interminables, en la tensión de una decisión urgente, en el cansancio que obliga a seguir pensando con lucidez cuando el cuerpo ya se rinde. Es el momento en que se consolida el compromiso con la vida, cuando la vocación se desnuda de toda idealización y muestra su verdadero rostro: una fuerza interior que permite sobrevivir aun en medio de un sistema que muchas veces parece indiferente al esfuerzo de quienes lo mantienen en pie. Por eso, más que nunca, necesitamos instituciones que acompañen y respeten a quienes mantienen el modelo desde su base, a quienes eligen cuidar. La residencia médica revela tanto las grietas de una estructura como la grandeza de quienes lo habitan. Reconocer esa paradoja, y dar valor a quienes atraviesan esta etapa, es también una manera de recordar que la medicina se construye en la responsabilidad asumida, día a día, frente a cada paciente. Esteban Crosio |