Desde hace unos cuantos años cualquier observador atento puede percibir que no existe casi ninguna relación entre la gravedad de los problemas que se abordan y la idoneidad de quienes se juzgan a sí mismos como aptos para opinar sobre ellos. Por el contrario, detrás del argumento válido y sensato de la democratización de la palabra, todo parece indicar que aquellos que tienen tras de sí una trayectoria de trabajo, de estudio y de esfuerzo por aprender son "homenajeados" mediante el silencio y el ostracismo. Cuando la habilidad para opinar se desvincula de la idoneidad para hacerlo la palabra de disuelve en un ruido indiferenciado y banal. Existe entre nosotros la imperiosa necesidad de dar voz a quienes tienen méritos para hacerse oír y que, paradójicamente, quedan hoy condenados al silencio ante el estruendo de la imbecilización y la trivialidad.
Es hora de proponer el insensato objetivo de permitir que aquellos que conocen hablen de lo que saben y reflexionen críticamente sobre ello. Es el momento de hacer algo para que el conocimiento -y el arduo trabajo de toda una vida por adquirirlo- se constituyan en un ejemplo capaz de contradecir la liviandad y la apatía que, como consecuencia de una miserable versión del éxito distribuida entre quienes carecen de todo mérito, es hoy el espejo monstruoso donde los más jóvenes se miran. El monopolio de la palabra debe ser arrebatado a fuerza de merecimientos e idoneidad. El nuevo libro del Dr. Alberto Agrest será, sin dudas, uno de los puntos más altos hacia el logro de este propósito.
Elegir estudiar y ejercer la Medicina ha sido siempre una decisión trascendente. Cada persona que encara el proyecto de vivir como médico se ha formulado alguna vez una serie de interrogantes: ¿por qué? ¿para qué? ¿cómo?
Las razones que muchos de nosotros encontramos en ese momento tan trascendente de nuestras vidas han sufrido el impacto de las condiciones sociales, históricas, políticas y culturales en que nos ha tocado vivir.
¿De qué habla este libro?
De las transformaciones que una profesión ha sufrido durante las últimas décadas. De una serie de procesos que han contaminado el ejercicio de la Medicina hasta el punto de poner en riesgo su verdadera naturaleza. Tal vez, por primera vez en la historia, estemos asistiendo a un riesgo inédito de desnaturalización de la Medicina que reclama a gritos la reflexión inteligente de aquellos que pueden mirar lo que sucede desde la perspectiva de su propia historia.
El Dr. Agrest se formula preguntas que interrogan incluso lo que el consenso generalizado adopta como propio del sentido común, como lo que parece autoevidente, como aquello que resulta incómodo cuestionar, como lo que ya nadie pregunta. Este libro representa un aporte imprescindible en el momento más oportuno.
Algunas de sus preguntas:
¿De qué modo la economización de la Medicina altera su misión fundamental?
¿Hacia quién tienen obligaciones los médicos, hacia sus empleadores o sus pacientes?
¿Cómo ejercer la profesión cuando se escatima tiempo mientras se despilfarran recursos?
¿Cuándo entran en conflicto la sinceridad y la verdad con la rentabilidad y la obediencia?
¿Cómo evitar que los indudables beneficios de la MBE ahoguen la creatividad, la confianza en el juicio propio o
impidan aprender de la propia experiencia?
¿Cuándo la MBE reemplaza a la M. B. en la Importancia?
¿Cómo buscar significados en las narraciones de los pacientes cuando el lenguaje se deteriora?
¿Qué hacer con las habilidades semiológicas en extinción de los médicos?
¿Cuáles son los límites de la prevención?
¿En qué momento es conveniente dejar de prevenir y comenzar a vivir?
¿Cómo aprender del error en Medicina cuando el acoso judicial y la Medicina defensiva estimulan que se lo oculte, se lo disfrace o se lo niegue?
Quienes ejercemos la Medicina desde hace muchos años percibimos señales de alarma y la sombra amenazante de ciertos riesgos cuyas consecuencias no nos animamos a imaginar.
¿Cuál será el destino de una profesión en la que muchos de sus miembros no encuentran respuestas satisfactorias a estas preguntas básicas?
O lo que sería peor aún:
¿Cuál será ese destino cuando algunos de quienes la adoptan jamás se las han formulado?
Éstos y otros interrogantes encuentran en la obra del Dr. Agrest respuestas lúcidas y propuestas sensatas. En este libro la argumentación justifica y legitima las conclusiones. No hay aquí opiniones sin fundamentos o meras repeticiones de lugares comunes dictados por la ideología, la moda o la pertenencia a grupos o sectas. Encontrarán aquí razones no consignas.
Su lectura deja el sedimiento intenso de algunas premisas irrenunciables.
El conocimiento es un bien en sí mismo más allá del utilitarismo furioso que sobre él se quiere imponer.
El conocimiento es un producto del esfuerzo sistemático aunque alguna corriente de pensamiento haya divulgado la peligrosa idea de que éste puede reemplazarse por la diversión o el entretenimiento.
Saber genera obligaciones para con los demás por lo que las opiniones de quienes saben no son sólo un asunto privado y personal. Existe el deber de darlas a conocer incluso –o especialmente- cuando contradigan la opinión de la mayoría.
Saber hace a las personas mejores, las sensibiliza a mundos que la ignorancia oculta.
El placer del conocimiento no tiene precio y no está en venta.
La Medicina emplea las herramientas que proceden de las ciencias pero no es una ciencia. Es una práctica humanística cuyo centro es el encuentro entre dos personas, una que padece y otra que es sensible a su dolor, que ha adquirido destrezas técnicas rigurosas y está dispuesta a ayudarlo.
Quienes adviertan que algunos de los principios irrenunciables de la profesión a la que han consagrado su existencia se encuentran amenazados. Quienes aún conserven la potencia vital que alimentó sus elecciones juveniles. Quienes aún no sientan que la mediocridad y la mercantilización han devorado hasta los últimos refugios de la dignidad de las personas. Todos ellos encontrarán en el libro del “maestro” Alberto Agrest un recurso poderoso, un instrumento eficaz para oponerse a la muerte de lo que no debe morir, pero también para recuperar la pasión y la alegría en el ejercicio de la más bella y la más noble de las profesiones.
Gracias Dr. Agrest por aclarar lo que muchos pensamos pero no sabemos comunicar, lo que muchos sentimos pero nuestra abulia o nuestra cobardía nos impiden decir.
Daniel Flichtentrei