Por Sebastián A. Ríos
De la Redacción de LA NACION
Tiempo es cerebro: ése ha sido el lema propuesto por los expertos en accidente cerebrovascular (ACV) para alentar a quienes lo sufren o a sus familiares a consultar no bien aparecen los síntomas. Las razones en las que sustentan ese lema son dos: cada minuto que la persona pasa sin tratamiento pierde 1,9 millones de neuronas; por otro lado, las drogas convencionales capaces de destapar las arterias cerebrales obstruidas sólo pueden utilizarse dentro de las tres horas posteriores al ACV.
Afortunadamente, avances en el diagnóstico y en el tratamiento del ACV sugieren que la ventana temporal en la que un paciente puede ser rescatado con secuelas mínimas podría ampliarse a 8 horas (lo que no debería tomarse como excusa para demorar la consulta, sino como un motivo más para realizarla con el carácter de urgente que sigue teniendo).
"Es un cambio de paradigma postulado por el neurorradiólogo norteamericano Gilberto González, que plantea que mediante el uso de modernas técnicas de imágenes se puede identificar el tejido cerebral que rodea la zona infartada y tratarlo hasta 8 horas después del ACV", dijo a LA NACION el neurocirujano Pedro Lylyk, que disertará sobre el tema en el 29° Congreso Mundial de Medicina Interna, que se realizará en la ciudad de Buenos Aires del 16 al 20 de septiembre.
La posibilidad de ampliar la ventana terapéutica del ACV se vio respaldada por la reciente publicación en la revista Stroke de los resultados del estudio Multi Merci. Este trabajo mostró que el uso de dispositivos mecánicos para destapar las arterias cerebrales obstruidas dentro de las 8 horas posteriores al ACV fue útil en el 57,3% de los casos.
"De lo que hablamos es de la posibilidad de que la persona que ha sufrido un ACV sobreviva al evento con un nivel de discapacidad (usar bastón para caminar, por ejemplo) que le permita llevar una vida independiente", comentó el doctor José Vila, neurólogo que disertará en la mesa sobre prevención y selección del tratamiento del ACV, que se realizará el 17 de septiembre, en el marco del citado congreso, cuyo presidente es el doctor Roberto Reussi.
Ampliar la ventana
Se estima que cada año unos 126.000 argentinos sufren un ACV, evento que se caracteriza por la interrupción del flujo sanguíneo que nutre el cerebro, y que puede ser el resultado de una obstrucción arterial (isquemia) o de una hemorragia. Para la forma isquémica, que representa el 80% de los casos, es que se ha propuesto ampliar la ventana terapéutica de 3 a 8 horas.
"El cambio de paradigma implica pasar de pensar el tiempo es cerebro a pensar fisiología es cerebro -comentó el doctor Lylyk, director de Eneri y de la Clínica la Sagrada Familia-. Hoy las resonancias magnéticas de alto campo o las tomografías multislice permiten identificar en cada paciente en particular los tejidos cerebrales afectados por el ACV que pueden ser salvados."
Esa mejora en el diagnóstico del ACV permite guiar con mayor precisión el tratamiento, y se ha visto acompañada por nuevas opciones de tratamiento. "El uso endovenoso de drogas para disolver los trombos que obstruyen las arterias puede hacerse dentro de las 3 horas posteriores al evento -dijo el doctor Vila, jefe de neurología de Eneri y director de la Unidad de Stroke de la Sagrada Familia-. Pero entre las 3 y las 6 horas se pueden administrar trombolíticos en el interior de la arteria afectada, mediante un catéter guiado por las resonancias de alto campo."
Cuando las drogas no logran su cometido o cuando el trombo es demasiada grande es que se recurre a métodos mecánicos de extracción. Consisten en dispositivos que se asemejan a sacacorchos, que se hacen llegar por un catéter hasta el trombo, que es removido como... un corcho. El estudio Multi Merci mostró que esto es altamente efectivo dentro de las 8 horas posteriores al ACV, cuyos síntomas habituales son: repentina debilidad en un lado del cuerpo, problemas para hablar, comprender o ver, dolor de cabeza, entre otros.