Escepticemia por Gonzalo Casino | 30 ABR 20

Instinto de negatividad

Sobre la rápida, tenaz y natural respuesta humana a lo malo y las malas noticias
Autor/a: Gonzalo Casino Fuente: IntraMed / Fundación Esteve 

La llamada psicología positiva nos pone sobre aviso de que la mente humana tiene una irrefrenable querencia por lo negativo. Iniciada en la década de 1990 por Martin Seligman y continuada por el impronunciable Mihály Csíkszentmihályi (aquí se puede oír la pronunciación) y el muy esclarecedor Jonathan Haidt, se centra en el estudio científico del bienestar psicológico y toda una serie de aspectos positivos, desde la creatividad y el humor hasta la sabiduría o la mismísima felicidad. Esta rama de la psicología viene a ser el contrapunto de una larga historia centrada en el estudio de las bases neuronales –y los posibles remedios– de la depresión, la ansiedad, el estrés y otros demonios y patologías mentales. Pretende comprender e impulsar la positividad ante la constatación de que lo malo y amenazante campa a sus anchas por la mente y es más fuerte que lo bueno. Este principio, denominado sesgo de negatividad, condiciona para bien y para mal nuestra vida.

El sesgo de negatividad puede parecer un lastre biológico, pero tiene pleno sentido evolutivo. La hiperreactividad cerebral automática (más rápida que la toma de decisiones consciente) es lo que nos permite salvar la vida ante cualquier potencial amenaza, aunque a menudo sean falsas alarmas (por ejemplo, cuando saltamos en la butaca ante la aparición imprevista en una película de un cuchillo o una serpiente, o nos cambiamos de acera porque se acerca un desconocido en la noche). El cerebro carece de un sistema similar para reaccionar ante lo bueno y placentero, porque no nos va la vida en ello. El que lo negativo prevalezca sobre lo positivo en la mente es lo que hace que el dolor por una pérdida económica sea mayor que el placer de una ganancia y que las emociones que suscita una mala noticia sean más fuertes, persistentes y difíciles de inhibir que las buenas noticias.

El periodismo se alimenta de la natural inclinación humana al dramatismo implícita en este sesgo de negatividad. Lo bueno, lo que funciona, la bendita normalidad nunca es noticia.

 

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