¿Qué hacen los humanos ante una amenaza colectiva? | 20 ABR 20

Pandemias y el gran desajuste evolutivo

Las personas se asocian y buscan contacto social cuando están expuestas a una amenaza. Esta tendencia, que podría haber sido adaptativa en nuestro pasado evolutivo, es nuestro problema más serio ahora
Autor/a: G. Dezecache, C.Frith y O.Deroy Pandemics and the great evolutionary mismatch
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Texto principal

La actual crisis de covid-19 está reabriendo algunas de las preguntas centrales de la psicología: ¿cómo se comportan los humanos en respuesta a la amenaza? ¿Se les puede instar a comportarse de manera diferente? El pánico y el comportamiento egoísta generalmente se consideran las respuestas frecuentes al peligro percibido. Sin embargo, las personas se vinculan y buscan contacto social aún más cuando están expuestas a una amenaza. Estas inclinaciones podrían haber sido adaptativas en nuestro pasado evolutivo. Son nuestro problema más serio ahora.


Introducción

¿Qué hacen los humanos ante una amenaza colectiva?

Esta es una pregunta central para la psicología y es de gran interés práctico para la pandemia de covid-19. Los autores, dicen, podrían simplemente retirarse a la 'seguridad' de sus torres de marfil y dejar que todos los demás se preocupen, pero el hecho de tener un fuerte impulso para hacer algo cuenta una historia muy diferente de la que aún domina las ciencias sociales y psicológicas y medios de comunicación: la idea de que el peligro saca lo peor de nosotros -pánico, comportamiento antisocial y competencia feroz por los recursos materiales y físicos-.

La transgresión moral y el abandono de las normas sociales a veces pueden ocurrir y ciertamente colorean la imaginación pública, pero este comportamiento tiende a ser raro.

Los estudios sociológicos y psicológicos muestran que, bajo estrés, las personas con frecuencia permanecen tranquilas y cooperativas. Lo que se da más, en lugar de la evitación egoísta, es la cooperación y la búsqueda de contactos, que son nuestras respuestas principales a la amenaza. Lo que aumenta en tiempos de ansiedad y amenaza no es un impulso para ayudarse a uno mismo a toda costa, sino un impulso intuitivo para ayudar a los demás. La desafortunada consecuencia es que, en respuesta a la amenaza actual deseamos contacto social, particularmente con los seres queridos y los más vulnerables.


Pandemias y la narrativa del "colapso del orden social"

Al describir el comportamiento de las personas que viven en países afectados por la propagación de COVID-19, los medios de comunicación adoptaron rápidamente una visión "hobbesiana" de la naturaleza humana. Esta es la expectativa de que la exposición a la amenaza hace que las personas abandonen las sutilezas sociales y, al ser naturalmente rivales, vuelvan a caer en la "brutalidad y miseria". Los principales periódicos informan de pánico, con gente corriendo a las tiendas para recoger máscaras, desinfectantes para manos y alimentos.

Esos comportamientos son habitualmente calificados como irracionales: ¿por qué apresurarse a comprar alimentos cuando se nos dice que no habrá escasez? Los autores no dudan de que los humanos pueden ser irracionales. Sin embargo, a nivel individual, ¿es racional acumular alimentos y papel higiénico cuando se nos dice que tendremos que quedarnos en casa por un tiempo indefinido?

No es que no confiemos en los políticos, pero estamos en lo cierto al no estar seguros acerca de la capacidad de recuperación de las instituciones y el contrato social en general, ante una amenaza sin precedentes, desconocida y creciente. Del mismo modo, es perfectamente racional, a nivel individual, correr hacia las salidas cuando el edificio está en llamas. Sin embargo, estas decisiones racionales auto-orientadas son sobre las que tenemos que reflexionar conscientemente. Nuestras respuestas intuitivas iniciales son, por el contrario, cooperativas.

En circunstancias que amenazan la vida real, las personas no se toman el tiempo y deliberan fríamente sobre qué comportamiento se adaptaría mejor a su propio interés, es decir, dejar a otros atrás y, metafóricamente, correr hacia la salida con suficiente comida (y papel higiénico). Por el contrario, las personas buscan contacto social. Se controlan entre sí, e incluso respetan o reinventan las normas sociales, con contenido moral o altruista.

En un trabajo reciente, vimos cómo se comportaba la gente en un teatro bajo ataque terrorista. Donde podríamos haber esperado un pánico y una estampida generalizados, descubrimos que las personas formaban colas para salir a una salida de emergencia, mientras que algunos incluso tenían sesiones de votación para decidir colectivamente la mejor manera de mantenerse a salvo.

La llegada de COVID-19 se enfrenta con inercia y placidez, en lugar de pánico masivo. La población francesa fue (y sigue siendo) criticada por sus propias autoridades por su laxitud y despreocupación. Hace algunas semanas, los franceses continuaron reuniéndose en terrazas de bares y rompieron las reglas obvias de distanciamiento social.

El estado alemán de Baviera tomó medidas de confinamiento más estrictas el 21 de marzo, luego de descubrir que muchas personas, a pesar de las instrucciones explícitas de mantenerse alejadas de los demás, todavía se reunían en grupos como si nada hubiera cambiado. Violaciones similares de consejos oficiales están ocurriendo en todas partes.

Una alternativa a la acusación de que las personas son irracionales e irresponsables es la que las personas ignoran la amenaza. Los autores sugieren que conocer la amenaza es perfectamente compatible con buscar compañía de amigos y seres queridos. Estar con los demás y obtener -pero también brindar- apoyo social es la forma en que enfrentamos el estrés. La amenaza creciente solo es probable que refuerce esta inclinación social.


Asociación y búsqueda de contactos como respuestas centrales al peligro percibido

La asociación y la búsqueda de contacto físico son respuestas centrales al peligro.

Incluso en ausencia de amenaza, el distanciamiento espacial no es natural. En circunstancias normales, se espera una distancia de alrededor de 1 metro al interactuar con amigos y conocidos. Los humanos, como otros primates, se mantienen cerca de otros para crear y mantener lazos sociales. La búsqueda de contactos puede ser un impulso "natural" que está integrado en nuestra fisiología. El contacto social contribuye a la regulación fisiológica de las respuestas del cuerpo a estresores agudos y otros desafíos a corto plazo.

El apoyo social cercano no es un extra para obtener recompensas adicionales, constituye nuestro punto de partida. Nuestros cerebros no responden positivamente a su presencia, sino negativamente a su pérdida. Las personas pueden anhelar señales sociales al igual que anhelan comida. Las implicaciones políticas de décadas de investigación en neurociencia social son claras, pero se ignoran ampliamente: pedirles a las personas que renuncien al contacto social no es solo pedirles que se abstengan de realizar actividades placenteras. Les está pidiendo que diverjan de un punto de equilibrio, hacia el cual normalmente todos gravitan.

En contextos amenazantes, nuestras tendencias asociativas y nuestro deseo de buscar contacto físico se vuelven más fuertes. Las personas que sienten miedo, estrés y amenazas no solo buscan contacto social: buscan aún más contacto social.

 

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